Hoy amanecimos con la noticia de la muerte de reconocido capocómico, animador infantil y artista, como lo fue Carlitos Balá, y parafraseando su música «aquí llegó Balá, Balá, Balá; el show va a comenzar, ya llegó, ya llegó…» diría el «show ya terminó, Balá, Balá…«, pero quedará en el corazón de tantos niños y no tan niños que disfrutaron con sus espectáculos, la vivencia inmemorable que solo un grande puede dejar una huella inmortal.

Carlos Salim Baláa, nació el 13 de agosto de 1925 en el barrio de Chacarita, CABA. Era hijo de un inmigrante libanés y una argentina descendiente de croatas. Su hermana menor Norma, lo incentivaba a que hiciera teatro, incluso quiso que participara en una obra de la escuela, pero Carlitos era muy tímido.

 

De niño hacía reír a todos; hacía bromas en los colectivos de la línea 39 de Chacarita, donde trabajaba para vencer su timidez. Un día se anotó en un concurso con el seudónio de Carlos Valdez, el cual ganó, pero su padre que estaba escuchando la radio no se dió cuenta por el cambio de apellido, y no dijo nada por miedo a que lo retaran.

 

Varias generaciones de argentinos, lo habrán recordado hoy cuando escucharon el suceso de su muerte. No creo que con tristeza, sino más bien con alegría por su legado, por tantos recuerdos gratos, donde por momentos nos hacía volver a la infancia, a esa niñez sencilla donde con sólo hacer un «gestito de idea«, ya provocaba una risa.

 

 

Balá llegó por primera vez a la televisión en 1958, como integrantes del elenco de El show de IKA, el primero en la historia del medio en colocar cámaras en lugares elevados del estudio, según recuerda Carlos Ulanovsky en el libro Estamos en el aire.

 

Hizo su debut en radio, con La revista dislocada en 1955.

 

La década del 60 fue el mejor momento artístico de toda la carrera de Balá. La comenzó como heredero del Joe Bazooka.

 

Los éxitos se sucedieron uno tras otro. Primero brilló en Telecómicos como un desopilante pescador de merluzas y poco después arrancaron sus exitosos ciclos con nombre propio: Balamicina (con producción de los hermanos Sofovich), El soldado Balá, El clan Balá y Balabasadas. Y casi en paralelo, protagonizó en el cine entre 1963 y 1965 tres películas con un personaje hecho a la medida de su comicidad: Canuto Cañete.

 

En Balabasadas pudo enriquecer su estilo con el valioso aporte de Juan Carlos Calabró, otro gran cómico, ya que ambos supieron levantar la bandera del humor ingenuo y familiar, como resultado de un trabajo minucioso, obsesivo y perfeccionista, donde había mucho ensayo y muy poco de improvisación.

 

“Cuando hago un sumbudrule, el actor tiene que darse vuelta cuando pronuncio la “e”. Porque en la “e” yo saco la mano y me rasco la cabeza y miro para otro lado. Es una cuestión de segundos”, ejemplificó. El famoso chiste de la “aneda” que ambos compartían fue siempre visto como un ejemplo de sketch elaborado hasta el mínimo detalle.

 

Durante la década del 70 fue sinónimo de humor y picardía, a través de sus ciclos televisivos para niños y constantes giras por el país, que lograron difundir los latiguillos más célebres de sus personajes al habla cotidiana.

 

Si bien su público era mayormente infantil por los shows que realizaba y su actuación en el circo, procuró no abandonar su perfil de comediante:

 

«La gente me encasilló como artista de niños, pero yo hago el trabajo de un actor -reconoció-. El Indeciso, Petronilo y Miserio son personajes que trabaja un actor. Yo soy más adulto para los chicos, no soy actor de cuentito. Angueto quedate quieto es un sketch con actores”.

 

Entrevista diario La Nación

Tambíen participó de varias películas de cine junto a Palito Ortega, Dos locos en el aire y Brigada en acción realizadas entre 1976 y 1977. El circo y el cine siguieron para Balá, de allí en adelante, con algunos altibajos y cerraron sus ciclos casi al unísono, para fines de la década del 80.

 

En 1988 filmó su última película como protagonista, Tres alegres fugitivos y ese mismo año se vio por Teledós la última temporada de El circo de Carlitos Balá.

 

A pesar de los años siguió trabajando, realizando espectáculos y también participando en otros eventos como invitado. Su presencia fue adquiriendo un halo mágico a través de sus fans en todo el país, siendo una figura de culto y de respeto en todos lados.

 

Sin duda que sus frases, forman parte de nuestro lenguaje cotidiano, y más de una vez en reuniones tomaremos sus ideas para hacer reir a otros.

 

Gracias Carlitos Balá, porque durante toda tu trayectoria demostraste que podías hacer reir a la gente desde un humor puro y sencillo

 

¡¡Gracias, siempre en el recuerdo!!

 

Les dejo algunas de sus frases célebres:

 

¿Qué gusto tiene la sal? … Salado.

 

Ea-ea-ea pe-pé

 

  y, dígame… meeeee…

 

Sumbudrule

 

«¡Mirá cómo tiemblo!»

 

¿Mamá, cuándo nos vamo’ ?

 

«¿Un gestito de idea?»

 

Está un kilo y dos pancitos.

 

Más rápido que un bombero

Fuente: www.tertuliadejuanamanuela.wordpress.com/