Lo que mata no es la humedad sino la codicia
Ya con las últimas horas de una campaña electoral, por los tres cargos a diputados nacionales por Salta, siento que el Domingo voy a votar con la mente aturdida, el corazón dolorido y con un vacío que no se logra llenar, en mi interior, ante la poca o nada propuestas que tuve que soportar en todos estos meses desde las últimas PASO hasta ahora.
Siento, como muchos ciudadanos, mucha bronca por tener que ir a votar por el menos peor y no por el mejor de los candidatos.
La batalla por los cargos y el poder que trae con ello, se fue librando en el campo de los medios de comunicación más poderosos o hegemónico, y la gente bien gracias.
Y fue ese marketing virtual de la politiquería, lo que hizo que muchos, en rebeldía, no fueran a votar en las PASO y tampoco quieren ir a votar en estas generales del Domingo próximo.
Fueron los mensajes vacíos de contenidos, de algunos candidatos, que hace que muchos se quieran rebelar, no tanto con los propios candidatos como con el propio sistema político. No es tanto que quieran marcar la cancha siendo de derecha o de izquierda, o en el mejor de los casos de centro. Muchos han querido mostrar que están casados del sistema y quieren ir a votar el antisistema, o directamente no votar por la misma razón.
Es que ahora estoy entendiendo esa bronca o esa desilusión por la política. Nosotros, los ciudadanos de a pie, como se dice, somos apenas simples peones de un tablero de ajedrez, con lo que juegan a su antojo y según sus propios intereses personales o sectoriales, aquellos que viven y conviven con y por el poder.
Y por ahí esos hombres del poder me dan pena, porque creen que todos nosotros, ciudadanos comunes, no nos damos cuenta de eso. Me dan penas porque ellos son tan mortales como todos los hombres o mujeres, no importando su condición social, cultural, económica o política. No quieren reconocer que “la mortaja no tiene bolsillo” Y lo único que los hace diferentes al resto de los mortales, es su ambición y desprecio por la gente que sufren las consecuencias de sus acciones desmedidas por acumular mayor riqueza. Y eso habla a las claras que desprecian al hombre común y solo lo palmean cuando tienen que mendigar el voto que le permite seguir viviendo su mundo, totalmente alejado del mundo de necesidades que viven millones de argentinos.
Pero a la vez me da bronca reconocer que muchos no hicimos lo posible por cambiar esa realidad; esas desigualdades, que lleva a que miles de niños y niñas sigan muriéndose hambre. Parece que no nos da vergüenza conocer que en nuestra querida Salta, tenemos más del 50% de la población más que pobre y un gran número que viven por debajo de la indigencia.
Sí voy a ir a votar, el próximo Domingo; pero lamentablemente, por los candidatos menos malos. Que Dios me perdone si estoy equivocado al pensar que a pesar de lo que estoy diciendo, creo que de una u otra forma sigo luchando por fortalecer nuestra democracia.
No creo que los candidatos expuestos en las boletas, vayan a responder al mandato de los ciudadanos que, a gritos, piden más generosidad para construir un país que contenga y dé oportunidades a todos por igual.
Sí, creo que no es la humedad la que nos mata, sino la codicia de los que quieren llegar a un estamento de poder, no para servir, sino para servirse de él, en desmedro de los que menos tienen y más necesita de todos.
Ojala, podamos cambiar todo esto un día.
Es que el slogan del momento, es llegar a ser diputado, senador, intendente, concejal, Presidente o Gobernador, para hacerse más rico; así tengamos que ser conocidos, en el mundo, por ser el país con más pobres y muertes por desnutrición, cuando podemos ser el granero para alimentar a tres cuartas partes del planeta.
Esa codicia, ese rencor que muestran los candidatos, es lo que nos mata... Cuando la vida es entrega de amor, haciendo feliz a los demás.