La crónica anunciada de una afrenta al espíritu de nación que costó conseguir

Ya resulta cansador seguir sufriendo por algo que ya hace tiempo que sabíamos que iba a suceder.

 

La falta de conciencia social y solidaria, que fue la impronta de los argentinos para intentar ser una gran Nación, se fue deteriorando ante los embates, siempre persistentes, de aquellos que, una y otra vez, priorizaron los intereses personales o sectoriales, antes que el del conjunto de una sociedad y de una Nación.

 

Claro que nunca se pensó que se iba a llegar a tal grado de decadencia moral y política, como para que un gran número de ciudadanos hayan apostado a un candidato, en las últimas elecciones, para que capitalice el hartazgo de millones de argentinos, cansado de la politiquería que  fogoneara  una grieta que no se superó nunca; y que tanto mal nos hizo. Y hoy los resultados están a la vista.

 

No voy a repetir lo que tantas veces dijimos en esta columna de opinión. Pero sí debo reconocer que, los que creemos en las bondades de una política social del campo popular nos sentimos desilusionados cuando vemos que hoy, muchos políticos se sacaron la careta y se pusieron del lado de aquellos que quieren rematar el país y destruir todo aquello que soñamos con una Argentina próspera y de cara al mundo que nos invita con nuevos desafíos, a ser parte del desarrollo y equitativo.  ¡Cómo no soñar con un país mejor inmensamente rico que somos en recursos naturales y humano!

 

Ahora no sirve llorar sobre la leche derramada.  Todos los que tuvieron la responsabilidad política de habernos llevados a donde hoy estamos, deben hacerse su mea culpa y trabajar para recuperar los derechos y obligaciones que hemos conquistado con sudor y sangre.

 

Pero defenderlos es hacerse cargo de los errores del pasado, y también del presente.  Y la sociedad está esperando que los que hoy son oposición, por mandato del voto popular, sepan reconocer por qué el soberano los puso en ese lugar.  Y entonces deben trabajar con nuevas ideas y no entrar en la vorágine de las provocaciones que el mismo Javier Milei sigue fomentando como distracción mientras sigue con su política de ajuste a los que menos tienen, allanando el camino para el desembarco de los capitales extranjeros que buscan saquear nuestras riquezas sin beneficio para nuestro país.

 

Y los que colaboren para que esto sea una realidad, traicionando a los que los votaron, sepan que eso sirve para que se saquen la careta y todos sepan de qué lado están.  Mientras tanto necesitamos una renovación de la dirigencia, con nuevas caras y propuestas, tanto en la política, gremial, social, empresarial.  Es barajar y dar de nuevo.