De tan crédulo soñé pelotudeces y se rieron de mi y con razón

 

La verdad que me desperté de un sueño que creía haber olvidado hace mucho tiempo.

 

Otra vez me dejé llevar por las nostalgias de un mundo de paz y de amor que nos traería los festejos religiosos, y las tradiciones históricas de esta hermosa tierra salteña.

 

 Y creí que ese sueño algún día se iba a ser realidad.

 

Que iluso soy. Porque, como dice el Evangelio, la fe sin obra de nada sirve .La fe mueve montaña, dice otro dicho, pero las montañas no mueven la fe y mucho menos la necedad de aquellos, como nuestro presidente, que las obras por parte del estado solo sirve para cultivar la corrupción y por lo tanto solo las tendrán aquellos que gocen del privilegio de vivir en “El Puerto”, donde se concentra el poder y el dinero al que no les importa las necesidades de pueblos del interior, sino que para ellos solo significan gastos. De ahí que con el propósito de logar el déficit cero, hizo el mayor ajuste de la historia de nuestro país; algo que goza porque ello le permite proyectar la Argentina nostalgiosa del siglo XIX y mitad del XX, cuando el país  era considerado la meca de una potencia económico pero que la riqueza estaba concentrada en unos pocos, explotando a una inmensa mayoría de ciudadanos que vivían en la más escandalosa miseria.

 

A eso nos va a llevar el iluminado y mesiánico, por mandato de Dios, de nuestro Presidente Javier Milei. Pero para ello cuenta con una larga fila de acólitos y bufones que aplauden sus ocurrencias, aún a costa de ser denigrados con sus insultos, amenazas y extorsiones.

 

A la ley base y al paquete fiscal, los legisladores nacionales le pusieron alguno parches, pero no cambia en nada el eje de esas leyes, y que va a ser algo que va a  repercutir en un futuro negro de exclusión de millones de argentinos; que ya están viendo  qué nos espera si se continua con la entrega de nuestras riquezas y patrimonios, a los capitales buitres que luego de extraer y explotarnos, se irán dichosos de haber conseguido una bicoca  para alcanzar mayor de poder y  riqueza, dejándonos una tierra arrasada y un futuro confiscado a la miseria de una mayor pobreza y sin desarrollo y crecimiento como nos merecemos todos los que habitamos esta hermosa, rica y generosa tierra.

 

Ya me horroriza recordar lo que soñé; aunque igualmente se lo quiero contar:

 

El sueño era que, a partir de este año, llegaba el tiempo de las buenas acciones; y la solidaridad será la herramienta más importante para alcanzar la felicidad del pueblo.

 

Y que aquellos que integran la “casta” política, a partir del 1° de enero de 2024, iban a hacer un gesto humanitario e iban a donar gran parte de sus sueldos, sus dietas para la creación de un fondo para atender las necesidades de los niños en extrema pobreza, con alimentación, mejor educación y una calidad en salud en todos los rincones de nuestro país.

 

Que los empresarios iban a dejar de lado sus angurrias por acumular más riquezas, sobre todo las adquiridas con el sacrificio y el hambre de los trabajadores y de los las clases más desprotegidas.

 

Que los bancos iban a donar un 3% de sus ganancias e intereses para aportar a ese fondo para la recuperación de la potencialidad productiva del país. Especialmente la de las provincias marginales de nuestro Norte Grande.

 

Pero algo más importante, soñé que en esta nueva era de la Argentina solidaria y equitativa, todos aquellos que cuentan con sus fondos especulativos depositados en los bancos del exterior o en los paraísos fiscales iban a volver con sus capitales a invertir en el país, pero sin necesidad de ningún “Rigi” y van a promocionar sus productos en todos los mercados del mundo, dejando un porcentaje de retención a acordar con el gobierno nacional o provincial, por un tiempo o plazo determinado, para hacer más llevadero el pago de la deuda externa, muy especialmente del FMI.

 

Y soñé que se transparentaban los porcentajes de comisión en cada gestión o lobby y castigaba duramente con cárcel (no excarcelable) para aquellos que rompan el pacto de no corrupción tanto entre los políticos como entre los empresarios o sectores de la banca oficial o privada.

 

Soñé, y aún veo que feliz estaba en mis sueños, que se dio marcha atrás a todo intento de privatización de empresas estatales, ya que de ahora en más serán el sostén de una fuerte política de reinversión y de las utilidades fruto tanto de lo producido como de la transparencia en el manejo de los recursos que les son propios.

 

Y entonces ahora, despertando y decepcionado, estas no son las medidas que se tomarán; nadie, de los que tienen la responsabilidad de hacerlo y pueden, se opondrá ni siquiera, aunque hubo un tibio debate en el Congreso de la Nación, la chance de dar marcha atrás a toda clase de DNU o leyes que, como la ley base y el paquete fiscal, que atenta contra los derechos y la dignidad de los trabajadores y de los más marginales de nuestro país.

 

Pero claro, pronto me di cuenta que lo que costó, en la guerra de la independencia y en los tiempos modernos, para hacer grande la Nación, de nada ha servido. Solo sirve hacer lío, como nos mandó el Papa Francisco, para dar a los chanchos los frutos podridos de una casta política, que de verdad nos llevaron a un estado de degradación moral y vivir la decadencia social que estamos sufriendo todos y que tendremos que purgar para que de ahí en más nazca una nueva clase de hombres y mujeres; nuevos dirigentes que no estén contaminados ni se dejen contaminar por el vaho de la corrupción y apuesten a la construcción de un país más inclusivo y equitativo.

 

Casi nadie quiere hacerse cargo de los males del pasado que nos toca hasta los huesos en el presente. Pero espero que los jóvenes y los adultos de buenas intenciones tomen los ideales y la lucha de San Martin, Belgrano, Güemes, Perón Evita por construir por un país libre y soberano, con justicia social.