La naturaleza está llena de rarezas, curiosidades y singularidades. Tanto en el mundo animal, vegetal o mineral. Las que tienen que ver con la biota gozan de mayor difusión y especialmente hay canales televisivos y cientos de documentales que muestran la vida de animales salvajes en los ecosistemas marinos y continentales. Todo ello potenciado en las nuevas tecnologías que permiten hacer cazas fotográficas, filmaciones nocturnas en infrarrojo, capturas con drones, grabaciones ultra finas, entre una multitud de herramientas informáticas.

 

El mundo mineral también esconde toda clase de tesoros científicos que tienen que ver con la manera en que se enlazan los átomos para formar miles de especies que conforman las cortezas oceánica y continental. Minerales blandos como el grafito y duros como el diamante, metálicos y no metálicos, cristalinos o amorfos, frágiles o maleables, líquidos y sólidos, orgánicos o mixtos, procedentes del manto terrestre o caídos en los meteoritos, dulces y salados, formados por la dinámica interna (endógenos) o externa del planeta (exógenos), raros o comunes, eléctricos o radiactivos, y un largo etcétera.

 

"Mondmilch"

Una de las curiosidades de la naturaleza, relacionadas con el mundo mineral, es la llamada "leche de luna". Se trata de una sustancia blanca y cremosa que aparece en las paredes de algunas cuevas.

 

Si bien se conoce desde muy antiguo, recién fue mencionada en escritos del siglo XVI. Originalmente fue descripta por el naturalista suizo Conrad Gesner en una cueva de los Alpes suizos cerca de Lucerna.

 

La descripción de la "mondmilch" figura en la página 54 de su obra escrita en latín en 1555, titulada: "Descripción del Monte Fractus o Monte Pilatus". También se conoce la "leche de luna" como "leche de las cavernas", "leche de las montañas", "leche de roca" y lublinita, esta última una mezcla esponjosa con aspecto de queso blando formada por calcita y agua.

 

Generalmente las cavernas se forman en rocas calizas u otros tipos de rocas solubles por disolución química lo que da un conjunto de geoformas a las que se conoce como "paisaje kárstico". Dentro de las cavernas, por disolución y posterior precipitación, se forman las estalactitas cuando cuelgan de los techos, las estalagmitas cuando se forman desde el piso hacia arriba y cuando ambas se juntan dan lugar a las columnas.

 

Los países del Mediterráneo y los Alpes en general son ricos en este tipo de topografías paisajísticas. El nombre original de "karst" proviene de una palabra eslava de los Alpes Dináricos y hoy es de uso internacional.

 

El carbonato de calcio, proveniente de las rocas calizas, precipita como calcita o bien aragonita. Estos son sólidos cristalinos que pueden transformarse en una roca dura. Ocurre sin embargo que a veces se mantiene como un gel o crema que da lugar a la "leche de la luna" o "moonmilk" en inglés.

 

Los elfos

La idea original de su formación estaba en la creencia de que los rayos de la luna formaban rocío en la superficie de la tierra y leche en las profundidades. Pero también estaba la creencia en los elfos muy arraigados en las mitologías nórdicas y germanas. Estos duendes de los bosques y las cavernas eran seres misteriosos, refractarios a los humanos, aunque a veces podían llegar a procrear con ellos.

 

Muchas princesas dijeron haber sido fecundadas por estos seres bellos y extraños. De alguna manera se repite, a nivel de folclore, el tema de la Salamanca, una cueva que atrae a los incautos que se sienten atraídos por el baile de bellas mujeres. Al trasponer la entrada todo se convierte en un lugar infernal poblado de brujas.

 

En la Europa del siglo XVI las cavernas tenían todavía ese halo de lo oculto, subterráneo y diabólico. Las cavernas eran el lugar donde los elfos realizaban sus bailes y orgías nocturnas. Por ello se consideró a esa sustancia cremosa blanca como "leche de elfos", esto es el semen de los elfos. Lo cierto es que durante siglos se extrajo ese material y se utilizó con fines cosméticos y curativos. Uno de estos usos era en cremas para la piel, especialmente para tratar algunas úlceras.

 

Además del uso externo, también se la utilizó para tratar la acidez estomacal y otras dolencias del estómago relacionadas con indigestiones, así como para algunos estados febriles.

 

En la actualidad se sabe bastante de la "leche de luna", pero todavía existen cuestiones que no han sido totalmente aclaradas. Esto en razón de que la misma materia que forma las estalactitas es la que forma la leche de luna. Pero mientras una se endurece como roca, la otra permanece con una textura que recuerda a un yogurt espeso.

 

El magnesio

Desde el punto de vista mineralógico se han identificado numerosos minerales que nadan en ese líquido gelatinoso a escala submicroscópica.

 

Entre ellos, además de los carbonatos de calcio aragonita y calcita, antes mencionados, se tienen la calcita hidratada (monohidrocalcita), el carbonato hidratado de magnesio (nesquehonita), el carbonato pentahidratado de magnesio (lansfordita), el carbonato doble de calcio y magnesio (dolomita), el tetracarbonato de calcio y magnesio (huntita), el carbonato de magnesio (magnesita), el carbonato hidratado de magnesio (hidromagnesita), entre otros.

 

Como se aprecia se trata de una composición química carbonatico cálcico magnesiana, no muy diferente a la que se usa en numerosos medicamentos antiácidos.

 

Estudios realizados con microscopía electrónica han podido determinar minerales fibrosos muy pequeños dentro de la "leche de luna".

 

Por su parte los japoneses han llevado a cabo estudios en superficies lechosas de cuevas de su país y han encontrado una importante población bacteriana. Decodificaron el ADN de las bacterias allí presentes e identificaron once tipos diferentes. La teoría es que son las bacterias las que mantienen fluido a los carbonatos.

 

También encontraron que en parte esa contaminación bacteriana coincidía con lugares donde había excrementos de murciélagos.

Otros ejemplos de “leche de luna”, pero formados por minerales diferentes, fueron encontrados en unas cuevas de Estados Unidos y en un río subterráneo de España.

Un estudio realizado sobre la “leche de luna” que se encuentra en el gran salón subterráneo de las cavernas del parque estatal Kartchner, en el sur de Arizona, demostró que estaba formada por el mineral brushita. Esta especie mineralógica tiene la composición de un fosfato ácido de calcio hidratado. Según algunos autores las cuevas de Arizona contienen la acumulación más grande del mundo de “leche de luna”.

 

Misterio vasco

En el país vasco se conoce otro ejemplo curioso, nada menos que un río de leche mineral que fluye a 20 metros de profundidad y recorre unos 300 metros antes de mezclarse con otras aguas y desaparecer. El lugar es el Valle de Aizarna, un paisaje kárstico donde antiguamente se explotaban mantos de carbón intercalados con las calizas y las arcillas.

Un complejo sistema de galerías naturales y mineras da lugar al fenómeno donde, rodeado de paredes y techo negro de carbón, corre un río blanco como la nieve que parece nata de leche. La gran diferencia es que aquí la “leche de luna” fluye libremente y no como en otras cuevas donde está adosada a las paredes.

 

Los espeleólogos vascos que realizaron los estudios se encontraron con otra sorpresa. Al investigar la composición del fluido descubrieron que se trataba de un mineral completamente distinto a los carbonatos cálcicos magnesianos comunes en otras cavernas. En este caso era el hidróxido de aluminio gibbsita, un mineral que se encuentra mayormente formando parte de los yacimientos de bauxitas o tierras aluminosas. La gibbsita se presenta en cristales nanométricos y como son tan pequeños no precipitan en estado sólido. De allí que la gibbsita se mantenga líquida con brillos blancos y nacarados.

 

Estalactitas de yeso y “leche de luna” de composición dolomítica se encontraron en una cueva de Bologna (Italia). Además de Europa y Estados Unidos se ha encontrado “leche de luna” en otros países de América, África, Australia, Nueva Zelanda, el sudeste asiático y Rusia. Científicos rusos informaron en 2016 el descubrimiento en cuevas de Siberia de “leche de luna” con propiedades antibióticas.

 

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