Tras la suspensión de las clases presenciales, en el marco de la pandemia del coronavirus, y las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio impuesto por el gobierno nacional, todo ha cambiado en nuestras relaciones familiares, sociales, económicas y políticas. Y esto hace que todos estemos experimentando un proceso de cambio muy profundo, donde la educación, sin dudas, juega un  rol  fundamental para los nuevos tiempos que  se vienen,  con nuevos desafíos.

 En realidad, estamos sufriendo, por decirlo de alguna manera, este profundo cambio de hábitos, en todo sentido, ya que ahora debemos profundizar algunos que tienen que ver con el cuidado de nuestra salud, de higiene, de alimentación y, sobre todo, de las nuevas formas de relacionarnos que, sin dudas, no van a ser iguales a las que teníamos antes de que apareciera la pandemia del coronavirus o CIVID-19.

 

Todo ha cambiado. Y como todo proceso de cambios, en las personas, en la sociedad, en los países, esto implica nuevos desafíos a afrontar y superar para alcanzar nuestras metas de vivir mejor, con una mayor calidad de vida. Poder desarrollarnos y crecer con todas las nuevas oportunidades y posibilidades que traerán estos cambios.

 

Y fíjense que en todos estos procesos de cambio, la educación es fundamental por la transversalidad e incidencia directa que tiene sobre todos los aspectos  de la vida de una sociedad. Aunque sabemos que a ella le  cuesta mirar al docente como un profesional. Y ahora está la oportunidad para empezar a hacerlo. Porque es en estos momentos en que el docente  tiene que prepararse para acompañar y orientar a los alumnos en los nuevos desafío de la enseñanza-aprendizaje, aunque esto implique que padres, docentes y alumnos deban modificar hábitos.

 

Estamos viendo como los docentes, algunos más preparados que otros, están dando pasos importantes en este nuevo camino, no solo en la provincia o el país, sino en el mundo entero. Y por ahí escuchamos decir a los docentes: “damos lo mejor a nuestros alumnitos y les hacemos sentir a los papás que no están solos”. La verdad, hay que reconocer que así es. Sobre todo, porque a pesar de no haber tenido tiempo de conocer a sus alumnos, en las aulas tradicionales y presenciales, la suspensión de clases en el marco de la pandemia de coronavirus, obligó al docente a recurrir a las nuevas tecnologías, que proveen de oportunidades inigualables para que el enseñar y aprender tomen una nueva dimensión.

 

El desafío en esta nueva etapa es, utilizar la tecnología no como mero entretenimiento, sino como un fin pedagógico y obliga a replantearse los tradicionales modelos en la tarea de enseñar.

 

Queda claro que el desafío es enorme. No todos los chicos, ni los docentes tienen dispositivos o conexión a internet. Ese será otro punto muy importante a tener en cuenta.

 

Frente a estos cambios, en todos los campos y órdenes de la vida personal y social. Docentes y alumnos están ante el reto de seguir enseñando y aprendiendo los mismos contenidos de siempre, con las nuevas tecnologías, como herramientas útiles para explorar otras formas de trabajo colaborativo y co-aprendizaje, ya que los docentes también pueden adquirir conocimientos de las experiencias online de sus estudiantes.

 

Porque no debemos olvidarnos, que además de consumidores, los alumnos son prosumidores.  Es decir, producen contenido; bucean en todo proceso que los lleva a ser   creativos, diagramando contenidos, incorporando imágenes, audios, narraciones, canciones, gráficos, power points, etc. Y luego poder presentarla como aliada con el docente, para desarrollar los contenidos didácticos y pedagógicos.

 

Porque incluso, después de exigirles, a los docentes, la planificación anual dentro del aula, en particular, y del PEI en general, las autoridades educativas de todo el país debieron adecuar nuevas estrategias y logísticas para darle cierta continuidad a la escolaridad; pero desde las aulas virtuales. Y en eso también tuvo que  invertir, y mucho, para poder  igualar o llegar con la enseñanza a todos los rincones del país. 

 

¿Cómo lograr que el proceso de aprendizaje de niños y adolescentes durante la cuarentena sea fruto de un vínculo constructivo entre el hogar y la escuela? Esa es la gran tarea que tienen los docentes por delante. Que también es un mayor esfuerzo por parte del Estado, de las instituciones educativas, tanto públicas como privadas, de los docentes  y también de los propios padres.

 

Debemos reconocer, nadie estaba preparado para lo que está pasando, con la aparición del coronavirus. Y esto trae algunos debates sobre cómo se está encarando la enseñanza. Y como consecuencia de ello también hay fastidios por parte de los padres. 

 

Mientras que, para algunos, la cantidad de actividades que deben realizar los chicos en sus casas es excesiva, para otros es escasa. En cualquier caso, son frecuentes las quejas de los padres por el rol docente que deben terminar cumpliendo para explicar temas y orientar a los hijos cuando no siempre se cuenta con tiempo y energía. Dado que todos los indicios hacen presumir que la vuelta a clases no sucederá inmediatamente.

 

Esta realidad,  nos ha cambiado la vida entera. Y la educación no puede ser indiferente a esos cambios. Entonces, munidos de paciencia, con una mayor tolerancia entre todos, tenemos que aprovechar esta oportunidad para repensar el proceso de aprendizaje y resignificar el vínculo de la escuela con la familia.

 

Antes del aislamiento social preventivo obligatorio, por el coronavirus, la escuela parecía estar fuera del contexto familiar. Y en muchos casos, la escuela era una guardería de niños que aprovechaban el tiempo y el lugar para aprender. Ahora todo eso cambió. La escuela está  ya en la casa. Y los mismos chicos incitan e invitan a los padres a participar de este nuevo proceso de enseñanza-aprendizaje. Y muchas veces los padres se sienten impotentes o desbordados con este nuevo rol que les toca asumir. 

 

Pero creo que es un desafío que servirá para comenzar a revalorizar el rol de la familia como célula fundacional de toda sociedad. El comenzar a estrechar los lazos afectivos que, por motivos de las nuevas exigencias de una sociedad consumista y materialista, ha provocado que nos olvidemos que  lo más importante es LA FAMILIA.

 

Ahora todos vamos a la escuela, docentes, alumnos, padres. Todo cambió y esperemos que para mejor. 

 

La interacción entre docente y alumnos es fundamental. Pero tampoco se le puede pedir a la familia que sea docente porque ser docente requiere una preparación. Pero si se les puede pedir que acompañen a los chicos y les brinden las herramientas, pero que los dejen trabajar de la manera más autónoma posible.

 

Creo que todo esto revaloriza el rol del docente. Muchas veces es una figura que no se valoriza.  

 

Sería deseable que este tiempo de cuarentena nos permitiera reconocer el valor de la escuela, de los docentes y sus condiciones materiales y espirituales de trabajo, a los alumnos y a sus familias.  Descubrir esa magia especial que hace al vínculo entre un docente y su estudiante, y por la  cual se va sembrando el futuro potencial de nuestros pequeños ciudadanos.

 

De algo estamos seguros, después de la pandemia, ni educadores ni estudiantes tendrán  el concepto “escuela” como lo era antes. Y sin dudas  que este proceso de aprendizaje, que están emprendiendo docentes, alumnos y padres,  es transitar por un camino hacia una nueva forma de hacer escuela. 

 

En esta etapa de la “escuela en Casa”, nos está provocando  no sólo nuevos  desafíos, sino también muchos temores y demasiadas preguntas sin respuestas. Por eso es que debe haber un puente entre la escuela y la familia. Y en este nuevo transitar de una educación de calidad, no pueden estar ausente, obviamente el Estado, y tampoco los gremios docentes. Estos últimos deberían acompañar a sus docentes afiliados; sobre todo en las nuevas técnicas y manejos de las plataformas digitales. Más aún, el acompañar con apoyo en las nuevas técnicas pedagógicas en tiempos de coronavirus. Esto, sería un aporte fundamental para enfrentar este nuevo desafío que nos toca y que cambiará a las personas en todas sus relaciones y nuevos hábitos.