Nos enteramos por los medios que a más de 50 días de iniciado la cuarentena aún hay salteños varados en diferentes partes de la nación, sin poder regresar a sus casas.

 

Las historias de los que fueron llegando cuentan de un nivel de precarización del trabajo propio de antes del peronismo.

 

Roberto se fue a trabajar a la vendimia a Cuyo la temporada estaba terminando cuando llegó a su trabajo una mañana y encuentra un capataz que le dice que no había más trabajo. Les liquidaron los jornales a cada uno y ¡chau!

 

En Río Negro Cipriano fue despertado muy temprano a la mañana en el galpón que oficiaba de dormitorio con un “arriba muchachos, hoy se acaba el trabajo, junten sus cosas que hoy hay que liberar el galpón”.

 

En Neuquén la constructora que trabajaba en Vaca Muerta los dejó en la puerta al viento de la madrugada. Un lacónico “Todas las tareas suspendidas hasta nuevo aviso” los miraba frío, seco, terminante desde un papel pegado en la puerta. Puestos a preguntar, angustiados por un futuro incierto, les informan que sus honorarios adeudados serían depositados en sus cuentas. Fin del diálogo.

 

El trabajador golondrina es distinto al temporario, porque éste tiene su hogar en el lugar, aunque su trabajo sea igual de intermitente. Su presencia en el lugar le permite, muchas veces, ser el primero en la lista de contratados y el último en dejar el puesto. Como en el futbol, la localía tiene sus ventajas.

 

Pero el golondrina juega otro partido. Reúne el resultado de sus changas como, justamente, trabajador temporario en su terruño, en su lugar de origen, las suma a alguna vaquita en la familia para pagar el pasaje y trasladarse a “Eldorado” de otras latitudes.

 

Nunca los abrigos son suficientes. Jamás los tábanos pican menos. En ningún momento el aire, el viento y la nieve les dan descanso.

 

Parten desde sus nortes natales, originalmente natales y caminan pendientes adversas para conquistar un mundo que les ha sido conquistado. Con otras voces, otros ruidos. No se trata de un malón, tan solo un vuelo de ligeras y frágiles golondrinas, que tratando de escapar a la pobreza extrema, la desnutrición, la falta de presente, se sube a un “tour de compras” a comprar un destino. ¡Y el destino se rompió!

 

Hoy hay salteños varados en toda la Argentina que quieren volver a casa. Traigamos las golondrinas de vuelta a casa, nuestros cielos las necesitan.