El año 2020 será sin duda recordado por la humanidad como un año histórico, oscuro y a la vez esclarecedor. Un manojo de esperanzas oxidadas, de seguro, quedarán flotando en las páginas de los futuros libros y en las conciencias de los memoriosos de siempre.

Contarán que nuestro país se debatió entre la enfermedad y la crueldad de las contiendas políticas, que no dejaron de ser también algo enfermo en medio de la crisis. Nos mostrarán los campos de batalla librados en los medios y las redes sociales, sedientas de sangre y chimentos, barnizadas de mentiras impiadosas, imágenes deplorables y desgarradoras de los caídos y por ahí, no muy corriente, se verán aquellos heroicos soldados de las trincheras hospitalarias.

 

Todo será vertiginoso y lejano en algún documental mal editado de YouTube, todo será como si nunca hubiera pasado, como los desaparecidos que “algo habrán hecho” o los muchachos de Malvinas, los del “regreso sin gloria”.

 

Quizás sean olvido aquellos profetas del odio, esos que vociferaron el negacionismo, que escupieron sobre la ciencia y el hambre de los acostumbrados a comer promesas.

Dirán por ahí que la pandemia desnudó la violencia, la inseguridad y la justicia de mano propia, como si en Argentina y América toda, no hayan tenido cicatrices ni traumas al respecto. Como si nunca hubiera existido la realidad atroz de la fabelas, tugurios, arrabales y cuanta villa miseria haya en la bendita tierra de las oportunidades. Como si se olvidaran de la desgarradora "picacarne" de la droga y la trata, los niños descarnados por el paco y la desnutrición.

 

Por esas y muy por ahí, habrá un pasquín que también desnude la insolvente teoría de la meritocracia y se recuerde que la "pobreza cero" fue una más de las frases que marcó la estupidez inagotable de nuestras contradicciones.

 

Todo será pasado y pisado, porque si hay algo que los americanos no tienen es memoria de los pesares y horrores que asolan constantemente a sus pueblos.

 

Pero me gustaría soñar un poco…

 

  • Que maravilloso sería que la pandemia desenmascare a los hipócritas, a los corruptos y fundamentalmente a los diseminadores de odios.

 

  • Que nos demuestre que no hay valor más grande que la vida, y esa vida sea reconocida como el derecho inalienable de caminarla con orgullo, con trabajo digno, seguridad, salud y educación para todos.

 

 

  • Que no haya mejor virtud democrática y republicana que el respeto al prójimo y su libertad de pensamiento.

 

  • Que no haya mejor emoción que el abrazo con el ser querido, agradecer siempre el tener a todos los hijos en la mesa, reconocer que la familia tiene un sentido, una importante razón de ser.

 

  • Que los que tienen plata le pierdan el miedo a la comida y los que no, el miedo a no tener para comer. De esta manera nadie moriría de hambre porque nadie moriría de indigestión.

 

  • Qué bueno sería que después de tantos errores cometidos los gobiernos se dedicaran a resolver el problema de la gente y dejaran de ser un problema.

 

  • Que se decidiera de una vez por todas castigar severamente el delito de la estupidez de robo en la función pública.

 

  • Que la educación deje de ser un privilegio de quienes puedan pagarla y una condena para los que deban caer en las escuelas para pobres.

 

  • Que el mundo se decidiera a reforestar los desiertos de los desmontes y las almas de los desmontadores.

 

  • Y que los medios de comunicación dejen de ser los campos de guerra de los intereses políticos y económicos y le declaren una guerra santa al femicidio, al narcotráfico y a la pobreza.

 

Como en una oración en silencio pensemos: "Para un mundo tan estúpido como el que nos empecinamos en forjar, para un planeta en tinieblas y contaminado, para un ser humano tan egoísta... dejemos que acontezca la “coherencia” como símbolo de redención".