Se sabe que los incas, y antes de ellos otros pueblos que habitaron el noroeste argentino, fueron grandes mineros, metalurgistas y orfebres; especialmente de metales preciosos (oro, plata), y también de innumerables tipos de bronces.
Las primeras referencias concretas y escritas, las tenemos con la llegada de los españoles. Diego de Almagro, en 1535, fue el primero en cruzar Salta camino a Chile, en busca de las riquezas de oro que se suponía existían "más al sur del lago Titicaca". Juan Núñez de Prado y Juan Ramírez de Velazco habrían sido algunos de los primeros conquistadores españoles en descubrir minas de oro y plata en el Valle Calchaquí en la segunda mitad del siglo XVI. En 1655, el gobernador Alonso Mercado y Villacorta, hizo trabajos de explotación en las minas de plata del cerro Acay. Gonzalo Sedano Sotomaior (sevillano, aprox., 1665), Juan Christóbal de Retamoso (aprox., 1688), Antonio Itato (gallego, murió en la década de 1780) y Josef Pereira (aprox., 1729), figuran entre los más viejos mineros coloniales de acuerdo con el prolijo informe de Filiberto de Mena de 1791. Ellos son algunos de los mineros más antiguos registrados en Salta y Jujuy. La historia minera de la zona recoge el nombre de innumerables individuos que exploraron o explotaron minas, incluidos personajes históricos como el último gobernador realista Nicolás Severo de Isasmendi, su hija doña Ascensión Isasmendi de Dávalos, Indalecio Gómez (padre) o el médico de Belgrano, el Dr. Joseph Redhead amigo de los Gemes y asesor minero de Juan Antonio Álvarez de Arenales.
El tesoro y la tragedia
Resulta importante rescatar en la segunda mitad del siglo XIX, la figura de Indalecio Gómez y Ríos, hacendado nacido hacia 1816 en Molinos (Salta), una importante localidad del Valle Calchaquí. Fueron sus padres don Martín Gómez y Agudo, acaudalado feudatario del Valle Calchaquí y doña María Andrea Ríos y Zuleta, de origen chileno. A partir de 1832, se dedicó al comercio de mulas para la provisión a la actividad minera habiendo visitado varias veces Lima y Cobija. En esos viajes habría viajado a las minas de Cerro de Pasco. Luego decidió instalarse en su pueblo natal (Molinos), y en una pared de la casona que habitaba descubrió un viejo tesoro en onzas de oro. Con ese capital emprendió negocios mineros en la Puna, Chile y Perú. A la par de los negocios mineros, incursionó en la política. En enero de 1862, acusado de complot, fue asesinado a sangre fría en el patio de su hacienda, y delante de su hijo de 12 años de edad, por el jefe de una partida enviada por el coronel Aniceto Latorre.
El niño Indalecio Gómez (h) (1850-1920) se convertiría más tarde en un importante jurisconsulto, estadista, político y diplomático salteño que ocupó altos cargos en la Nación. También Indalecio Gómez (h) estuvo interesado en la minería como lo demuestra un folleto sobre minas de oro en la Puna jujeña con su firma hológrafa escrita a pluma y tinta.
Se trata del trabajo del ingeniero italiano Victorio Novarese publicado como: "Navarese, V., 1889. Minas de oro en Santa Catalina, provincia de Jujuy, pertenecientes a la Compañía Eureka, Directorio en la Ciudad de Salta. Imprenta y Librería de Emilio Silvestre y Cía., PLAZA 9 DE JULIO, 46 p., más 4 figuras. Salta". El nombre del italiano aparece allí mal escrito. Indalecio Gómez (h) era hijo de Indalecio Gómez y Ríos y de doña Felicidad González del Toro. Estudió derecho, fue alumno de fray Mamerto Esquiú, cónsul en Iquique, defensor de Salta ante los ataques de Felipe Varela, legislador nacional por Salta, vehemente orador parlamentario, redactor de la Ley Sáenz Peña del voto secreto y obligatorio, ministro plenipotenciario en Europa donde trabó amistad personal con el káiser Guillermo II, entre otros aspectos biográficos notables. Como empresario organizó la venta de mulares a las faenas mineras de Bolivia, Chile y Perú siguiendo la tradición de su padre. En un viaje a Lima conoció a su esposa, doña Carmen Rosa de Tezanos Pinto con quien casó en 1843. A su regreso de Europa adquirió la finca Pampa Grande que fuera propiedad de los Arenales y continuó investigaciones arqueológicas que había comenzado Juan Martín Leguizamón, considerado el primer antropólogo salteño. Luego invitó a realizar excavaciones a su amigo Juan Bautista Ambrosetti y donó una importante colección de piezas de bronces indígenas al Museo Etnográfico de La Plata.
El testimonio del historiador
Indalecio Gómez (padre) explotó las minas de plata en el volcán Antofalla, las que habían sido trabajadas a mediados del siglo XVIII por los jesuitas. El dato es mencionado por el teniente coronel e historiador Estanislao Maldones (1854-1934), quien dice: "En la hoya de Antofalla, el finado señor Indalecio Gómez, explotó con éxito una mina de plata" (p. 24, nota 1, 1899).
Estanislao Maldones era hijo homónimo del valeroso artillero militar afrodescendiente, que peleó en numerosas batallas en la primera mitad del siglo XIX. Maldones (h) estudió en la escuela militar creada por Sarmiento, estuvo en la campaña del desierto y se estableció en Catamarca donde realizó una importante tarea historiográfica. Fue uno de los defensores de la ciudad durante la sangrienta revolución y fusilamientos de 1899. Ocupó cargos militares y políticos. El Museo Arqueológico "Adán Quiroga" conserva su sable y mandil. Entre sus obras se destacan el haber recopilado las Actas Capitulares, estudios demográficos y estadísticos, Toponimia Catamarqueña (1915), Catamarca y la Revolución de Mayo, Los hombres venidos del norte, Las provincias de Cuyo y Catamarca, El idioma kaka o kakano, Nuestro destino manifiesto, Un eco del centenario de Mitre, El ensayo serícola en el Valle de Catamarca, etcétera.
Patrimonio salteño
El trabajo que aquí interesa es "Catamarca y la Puna de Atacama (Recopilación o extracto)". Figura en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino del año 1899, Tomo XX, Buenos Aires, y fue citado ampliamente en las obras de Alejandro Benedetti, un estudioso de la geografía e historia de la Puna de Atacama.
Este dato histórico sobre la mina de plata de Antofalla, al igual que las minas de boratos del sur del salar del Hombre Muerto por parte de Ascensión Isasmendi de Dávalos, las de oro de Incahuasi, también al sur de dicho salar por parte de su padre Nicolás Severo de Isasmendi, demuestra una vez más que fueron siempre concedidas, explotadas y poseídas por salteños, lo que da argumentos válidos en la discusión del diferendo limítrofe en la Puna de Salta y Catamarca en tiempos de la creación de la Gobernación de los Andes por Julio Argentino Roca.
Precisamente, el primer viajero a los nuevos territorios, el naturalista Eduardo A. Holmberg (h), quien realizó el estudio científico de la Gobernación de los Andes a pedido del ministro de Roca, Dr. Felipe Yofre (1848-1939), cita expresamente el dato de la mina de plata de Antofalla explotada por Indalecio Gómez (p) en la página 60 de su informe de 1900. Las minas del volcán Antofalla fueron previamente explotadas por los jesuitas en el siglo XVIII, aunque es probable que lo hayan hecho antes los incas.
A comienzos de la década de 1980 las visité en un viaje de exploración minera a esa región. Allí está el pintoresco pueblito de Antofalla donde se encontraron restos del trabajo de los jesuitas para amalgamar y fundir los metales argentíferos que se transportaban desde la ladera del volcán.
El acceso se realiza a través de la quebrada del río Volcán que conduce hasta algunas de las minas. Todavía se conservan nombres como la “Veta de Los Españoles” o la “Mina de los Jesuitas”.
En general se encuentran allí vetas de plomo (galena) con abundantes minerales argentíferos, especialmente sulfuros y sulfosales de plata. Los análisis químicos realizados dieron leyes de hasta 100 gramos por tonelada de plata. Los estudios mineralógicos identificaron algunas especies minerales como argentita, proustita, pirargirita, tetraedrita, bournonita, boulangerita, galena, anglesita, cerusita y piromorfita.
También se encuentran minerales de zinc, cobre y manganeso, así como distintos óxidos de hierro y carbonatos. En 1970 la comarca de Antofalla fue seleccionada para un estudio intensivo de la Dirección General de Fabricaciones Militares y el Servicio Nacional Minero Geológico en el marco del Plan NOA I. Desde entonces se realizaron numerosas exploraciones por organismos públicos y empresas privadas en busca de los ricos filones de plata de los jesuitas.