Representa todo un desafío el trabajo de leer los 53 tomos de las obras completas de Domingo Faustino Sarmiento. Hay que tener ganas y paciencia de monje cenobita. Pero además, buscar en la prosa del gran sanjuanino anécdotas humorísticas; es una penetrante aventura intelectual. El escritor Miguel Bravo Tedín, un estudioso de la historia argentina, lo hizo por satisfacción personal y como una entrega agradecida a sus futuros lectores. Ya está en librerías "Sarmiento: profeta del humor", editado por Mundo Gráfico Editorial de Salta.

Dicho texto es el resultado de la paciente búsqueda y compilación de la humorística sarmientina en los infolios de los gruesos tomos. El libro cuenta con un erudito prólogo del académico Gregorio Caro Figueroa y un prefacio del suscrito.

 

Miguel Bravo Tedín, con ancestros salteños, es chozno de Macacha  Güemes, la hermana del general Martín Miguel de Güemes.

 

Nació porteño en la ciudad de Buenos Aires en 1939, pero es salteño por ascendencia y corazón; al punto que donó a Salta objetos valiosos que pertenecieron a Macacha.

 

Residió y cursó estudios en Córdoba. Entre 1977 y 1980 se radicó en París y Madrid. Desde 1981 vive en La Rioja. Comenzó a estudiar la carrera de Geología en Córdoba, disciplina que sustituyó por Historia, en la que se licenció. Es autor de medio centenar de libros como: "Cuentos para leer y olvidar", "Historia del Barrio Clínicas", "Los caudillos riojanos ante la historia", "Historias de La Rioja", "Belgrano y su sombra", "Don Juan Facundo", "La novela de Felipe Varela", "Crónicas agudas y obtusas: Historias de vida", "Intérpretes de dos mundos", entre otros. Desde 1976 es colaborador de la revista "Todo es Historia".

 

Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. Fue funcionario en el área de cultura de Córdoba y de La Rioja, ciudad donde dirigió el Archivo Histórico de la Provincia. Fue uno de los fundadores de la revista "Hortensia" (1971 a 1989). En sus páginas publicó más de 500 cuentos cortos. En su libro "Humor en mano" (2010) incluyó una antología con "lo menos malo de los cientos y cientos de cuentos que escribí en 25 años de hacer humor" en "Hortensia".

 

Largos y azarosos años no arrebataron ni disminuyeron en Bravo Tedín su buen humor. Humor que trasciende lo chistoso: el sutil y filoso modo de ejercer la crítica social, comenzando por él mismo.

 

En Miguel el humorismo sigue siendo algo más que una vocación: es su natural estilo de vida.

 

El hombre del humor

 

Rescato de su libro los siguientes conceptos sobre Sarmiento: "De todos los próceres u hombres destacados de nuestra historia Sarmiento es sin duda el único que durante toda su vida practicó e hizo del humor, sarcástico, violento, negro y de todos los colores una suerte de mística militante. Se lo ha ubicado como periodista, como orador, novelista, ensayista, político de sangre, soldado, diplomático, presidente, discutidor insaciable y mil cosas más, pero pensamos que en todas sus actividades fue constante la presencia abrumadora del humor". ­Bien dicho!

 

Personalmente aporto y afirmo en mi prefacio que Sarmiento fue una personalidad bisagra en la República Argentina.

 

Formó parte del exclusivo cenáculo de las grandes mentes decimonónicas. A él le debemos cambios fundamentales en la educación pública, el nacimiento moderno de las ciencias y el impulso de la actividad minera en las provincias cordilleranas, especialmente en San Juan.

 

Ignacio B. Anzoátegui, que no lo quería y que también portaba una rica vena humorística, decía que Sarmiento había traído tres plagas a la Argentina: "Los italianos, las maestras normales y los gorriones". Claro que lo escribió cuando ya Sarmiento estaba muerto y no podía defenderse utilizando su verba inflamada, su esgrima dialéctica y sus argumentos demoledores.

 

Analfabetismo y educación

Sarmiento amaba las estadísticas y los censos y gracias a ellos pudo penetrar en las falencias profundas de la Argentina en los campos sociales y económicos. Su primer censo fue paradigmático.

 

Entre otros muchos temas puso a flor de piel la grave cuestión del analfabetismo.

 

Ello le llevó a plantear todo un programa de escuelas de primer nivel con maestras profesionales contratadas para brindar la mejor educación y a su vez formar nuevas maestras en el país.

 

Realizó un programa de ciencia único con la creación de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, apoyado por el sabio Carlos Burmeister y contratando a los mejores científicos centroeuropeos expertos en física, química, matemáticas, geología, geografía, botánica, zoología, etcétera.

 

Ellos vinieron, exploraron el país, enseñaron, formaron enormes colecciones de plantas, animales, fósiles, rocas y minerales, y dieron nacimiento cabal a la ciencia argentina.

 

Donó para las colecciones del museo mineralógico un bello cristal de proustita, un rosicler o plata roja, que trajo personalmente de las minas de Chañarcillo en Chile y que fue robado en 2020 de las vitrinas del Museo Mineralógico "Alfredo Stelzner" de Córdoba. ­Pobre Sarmiento, una pieza icónica robada y una metáfora de un país que es la otra cara de aquel sueño progresista del sanjuanino!

 

Dos observatorios

También hay que sumar la creación del Observatorio Astronómico de Córdoba en que puso al frente al primer doctor en astronomía de los Estados Unidos, Benjamín A. Gould.

 

Desde Córdoba se lograron las primeras fotografías de la Luna y se hizo el primer mapa astronómico de los cielos australes. Y del Observatorio Meteorológico, adonde arribó otro norteamericano: Gualterio G. Davis.

 

Sarmiento quería que la República Argentina creciera exponencialmente como un país agrícola-ganadero.

 

Para ello el tema del clima era fundamental en orden a entender y elaborar los mapas de las precipitaciones, temperaturas, nevadas, heladas y otras cuestiones afines.

 

La semilla de la ciencia a mediados del siglo XIX fructificó en tres premios Nobel de ciencias argentinos en el siglo XX; un logro aún no alcanzado por ningún país de América Latina.

 

No fue magia ni una casualidad. Fue el fruto de un proceso secular de apostar a la mejor ciencia cuando en otros países se pensaba en cuestiones más prosaicas y mundanas.

 

Esta faceta de estadista de Sarmiento todavía no ha sido valorada ni reconocida en su justa dimensión.

 

Impulsó la minería

Sarmiento fue minero en Chile. Vio que Argentina tenía un enorme potencial minero en la cordillera andina que se compartía como una imagen de espejo con el vecino hermano de la vertiente pacífica. Muchos yacimientos caían a caballo entre los dos países.

 

Estaba convencido de que la pampa debía aprovechar su potencial de vacas y trigo, pero el país no podía prescindir de los tesoros minerales del territorio andino.

 

Sarmiento lo dice con sus propias palabras en este rescate de frases y anécdotas: “La decantada industria pastoril con sus lanas y cueros, dada la distribución del terreno y condiciones climatéricas de la costa, ha dicho ya su última palabra, diez, quince millones por todo el mejor territorio poblado.

 

¿Pero quién pone límites al producto de aquella estancia de seis mil leguas de montañas, que en lugar de vacas u ovejas en la superficie encierra en sus entrañas hasta donde ya las ollas no arden, el oro que vamos a buscar en Europa, la plata que nos llevan todos los días, y el plomo con que nos matamos, única industria verdaderamente argentina? Y termina irónicamente señalando: “El plomo es artículo de primera necesidad”.

 

Señala Bravo Tedín sobre el rol del Sarmiento minero: “Ya en Chile le causaría mucha gracia y alentaría su vena humorística su trabajo en las minas como capataz donde su patrón solía llamarlo ante visitantes extranjeros para que le aclarara cuestiones de libros y otras muchas cosas. Ese personaje sucio y tiznado que con toda solvencia hablaba de libros y de intelectuales europeos con extraordinaria familiaridad, es a su modo una forma de reírse sin faltar el respeto, aunque faltar el respeto es también base fundamental en la práctica del humor”.

 

El libro de Bravo Tedín es una alquimia de historia y de buen humor, ambas especialidades íntimas del autor. Con su deliciosa lectura se aprende historia argentina y universal y a su vez se encuentran párrafos divertidos que arrancan desde una sonrisa franca hasta una carcajada hilarante. Diríase que el Sarmiento humorista en busca de un autor, encontró en Miguel Bravo Tedín a su mejor exégeta.