El laboratorio era absolutamente pulcro. Blanco de toda blancura, piso, paredes, mesadas y cajoneras respetaban esa limitada variación cromática. Estoica, pura. La blancura de lo inmaculado o de lo absolutamente iluminado. 

En esa claridad de leds fríos en luminarias blancas colgantes del techo, también blanco, reinaba una mesa enorme. 

 

Sobre ella una estructura ocupaba toda su superficie. Una construcción transparente que permitía ver en su interior un complejísimo recorrido de pasillos, también blancos, que no parecían tener destino. Iban y venían sin ninguna claridad, enroscándose entre sí.

 

Al medio un cuadrado grande en la base de la superficie dejaba entrever una puerta trampa.

 

Los cuatro políticos del laboratorio vestían de blanco también, con un enterito como para el COVID-19, capucha que les atrapaba el pelo y la máscara necesaria.

 

Con un golpe de vista el petiso miró al de la derecha y le dijo: “Dale ahora, cuarto ensayo”

 

Obediente y con una sonrisa socarrona apretó el botón al borde de la mesa y la puerta trampa comenzó a correrse y del hueco bajo la mesa comenzaron a salir lauchas blancas. Hermosas lauchas que husmeando y doblando hacia un lado o el otro, iban saliendo del cuadrado central tomando todas el mismo camino. De las cuatro puertas de salida que tenía el experimento, solo una recibía la marea de lauchas que se lanzaban en una carrera doblando derecha o izquierda casi en fila india. De tanto en tanto alguna laucha se desviaba del río principal para retornar al poco tiempo al flujo central de la mayoría.

 

Así, a los pocos minutos unos podía ver, siguiendo los lomos de los animales, el camino ideado por los cienti-políticos en ese laboratorio para probar su ensayo.

 

El experimento terminaba en una especie de tronera de pool, donde las lauchas corriendo se abalanzaban a las pequeñas porciones de alimento por las que habían perdido su honor.

 

Los políticos salieron de la pieza inmaculada. Se sacaron los enteritos blancos, se sentaron en cómodos sillones, en la mesa ratona encontraron unos deliciosos puros, una señorita les acercó un etiqueta azul y descansados el que parecía el jefe dijo, dale nomás, adelanta las fechas de las elecciones. 

 

Todos bajo control. Dentro de la tronera las lauchas pelean por sus migajas de coherencia.