Este primero de mayo, obvio es decirlo, será atípico. Ni aún las guerras mundiales (que no eran tan mundiales) lograron el efecto de silenciar las poderosas manifestaciones obreras que en todo el planeta se vienen sucediendo desde 1890. Recordemos que el 1º de mayo es una jornada reivindicativa que tiene sus orígenes en la dura represión policial, ocurrida en el año 1886, contra trabajadores en Estados Unidos, que culminó con decenas de muertos y un grupo de sindicalistas anarquistas ejecutados, sin las pruebas suficientes.

En 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, reunido en París, decidió declarar el día 1º de Mayo como jornada reivindicativa y de homenaje a los llamados “mártires de Chicago”. Desde entonces, en numerosos países del mundo todos los primeros de mayo se advierten poderosas manifestaciones obreras recordando los sucesos de Chicago y reclamando por las aun insatisfechas demandas laborales.

 

Sin embargo, en EE. UU., hábilmente el “establishment” logró desarticular todo contenido ideológico a estas protestas. Rápidamente, ya en 1887, el presidente Grover Cleveland estableció el Día del Trabajo en septiembre como feriado oficial en EE.UU., para evitar que el 1° de mayo sirviera como recuerdo de la “masacre de Haymarket”. A tal punto triunfó la campaña para anular de la mente colectiva todo recuerdo de aquellos sucesos, que hace tres años, visitando la ciudad de Chicago, pude comprobar que en la famosa plaza ningún monumento recuerda la trágica suerte de los obreros reprimidos tan duramente. Solo hay una humilde placa que recuerda escuetamente las “luchas obreras” sin ninguna mención específica a la tragedia ocurrida en ese mismo espacio. Irónicamente muy cerca de allí hay un monumento que sí recuerda a los policías caídos en esa jornada (Hubo 7 policías muertos y cerca de 50 trabajadores fallecidos).

 

En una extraña serendipia, googleando encontré que Eduardo Galeano había tenido una experiencia similar, visitando la famosa plaza, y en una prosa mejor que la mía expresaba que “El primero de mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de mayo es un día cualquiera”. En la misma narración (“1° de Mayo en Chicago”) continúa recordando un viejo proverbio africano: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”.

 

Para encontrar en Chicago, finalmente, un monumento alegórico hay que trasladarse hasta el cementerio de Forest Home. En su base puede leerse: "The day will come when our silence will be more powerful than the voices you are throttling today” (Llegará el día en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes están estrangulando hoy). Y esto nos recuerda al filósofo Walter Benjamin cuando señalaba que la historia no precisa ser reescrita o renombrada, sino ser articulada políticamente. "Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo ‘tal y como propiamente ha sido’. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro", dejó escrito Walter Benjamin en sus Tesis de filosofía de la Historia. De tal manera la historia políticamente articulada es la que nos permite, en este aquí y ahora, transformar el presente con el poderoso apoyo de quienes sacrificaron su vida en la lucha por la justicia social.

 

La banalización del 1° de mayo en Argentina

 

Argentina fue el único país de América Latina donde la clase trabajadora participó masivamente en los actos del primer 1° de Mayo, en 1890. El sindicalismo en nuestro país tenía un perfil combativo y de lucha, influencia de los inmigrantes europeos -socialistas y anarquistas- que llegaron al país en el último cuarto del siglo XIX. Para 1890 ya tenían bastante experiencia, en los tres años previos hubo 36 huelgas en Argentina, enfrentándose a rompehuelgas y a la Policía. Hasta principios de la década del 40, cada 1° de mayo continuaron, las protestas masivas y grandes manifestaciones. Pero, a partir de 1943, el peronismo logra convertir la jornada de lucha del 1° de mayo, en “La Fiesta del Trabajo”. Mezclando banderas donde empresarios y trabajadores unidos eran parte de una fiesta común, copando la Plaza de Mayo donde tocaban músicos populares, bandas sinfónicas, bailes y desfiles de carrozas. La Fiesta culminaba con la elección de la “Reina del Trabajo” cuya testa era personal y ampulosamente coronada por Perón y por la misma Evita.