Desde que comenzó este flagelo, allá por octubre o noviembre del ‘19, en Wuhan, China, se apeló al discurso militar para hablar de la lucha que se emprendía contra el COVID-19.

Así se inició una “batalla contra el virus” o la “guerra contra un enemigo invisible”, “Enfrentamos un enemigo mortal”, “nos ataca donde menos pensamos”, “frenar el avance del virus”, puf, podemos seguir encontrando metáforas militares que describieron la situación epidemiológica.

 

Como se trata de un problema nacional, existen otras miradas que acercan el meta mensaje “anti-viral” al militar. Por ejemplo, se habla de controlar las fronteras, de usar fuerzas de seguridad, de toque de queda, controles de circulación, de “campañas” de vacunación hasta del apoyo de las Fuerzas Armadas en la “logística” de la “lucha contra el COVID”.

 

Y después está la cuestión de “la crisis”. Gabinetes de crisis, reuniones de crisis, enfrentar la crisis, manejo de crisis. ¡uff! Otra catarata de metáforas.

 

Insisto, no es que sean conceptos exclusivos del ámbito militar, pero es reconocido los mismos migraron desde la práctica polemológica hacia la sociedad civil.

 

Resumiendo, desde el principio de este problema, se lo asoció a la planificación militar como recurso racional para enfrentar el mismo. Todos estuvieron de acuerdo, por todos me refiero al mundo, que debía existir una forma de gestión de la crisis sanitaria que permitiera la maximización de los recursos y la reducción del tiempo de respuesta. Por ejemplo, se observó que la compra centralizada de respiradores, organizada por el Estado Nacional, tuvo un muy buen resultado. Otro tanto sucede hoy con las jeringas necesarias para la vacunación. Y, por supuesto, las vacunas mismas. Insumos para la campaña, casi suena a pertrechos.

 

El “teatro de operaciones” se definió también claramente, dentro de las fronteras primero, de ahí el cierre de las mismas. Pero luego se definieron áreas de mayor conflictividad (contagiosidad) como el AMBA por ejemplo.

 

Lo que yo no entiendo es cómo, a pesar de que lo que estoy diciendo no es opinable, son datos de la realidad, está en todos los periódicos del mundo, te puede gustar o no, pero es lo que está sucediendo, ¿Cómo puede ser que sea cuestionado el elemento más importante de la concepción militar, de la batalla, de la organización ante el emprendimiento de las operaciones?

 

¿Cómo puede otro Poder del Estado, como la Corte SJN, cuestionar la necesaria Unidad de Comando que tiene que tener el comandante de operaciones, en este caso el Presidente de la Nación, en la guerra?

 

Si este conflicto, sacha militar, con el virus fuera un conflicto armado verdadero, los Supremos, al darle una manito al contagio, habrían incurrido en traición a la Nación.

Como dice la Constitución Nacional Argentina en su Art 119. “La traición contra la Nación consistirá únicamente en tomar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro…..”

 

Pero claro, a esto también lo tendrían que juzgar ellos.