En nuestra columna anterior, denominada “SOLO LA REVOLUCIÓN DE LOS DOCENTES NOS PERMITIRÁ CRECER” dijimos que la mayor riqueza es el conocimiento. Y mencionamos países que crecieron justamente por tomar al conocimiento y a la investigación como una política de estado.

 

Afirmábamos que solo los docentes, con la colaboración de los padres y una decidida política de estado destinada a progresar en nuestro conocimiento, podía superar la constante decadencia de nuestro alumnado, la mayoría de los cuáles no entiende lo que lee.

 

Dijimos también que debemos mejorar la remuneración docente y verificar que la capacitación actual les permita formar educandos del nivel que necesitamos en este momento histórico. Se realizaron modelos matemáticos que estiman que cada año de clases no cursado significará una pérdida en los ingresos futuros del 7.7% con su equivalente en la generación de riqueza en Argentina.

 

Esta columna tiene por finalidad abrir el debate sobre los contenidos de la enseñanza pública, tomando en cuenta los grandes problemas que enfrentamos los argentinos. El punto de partida es la enseñanza tradicional: historia, matemáticas, gramática, literatura, geografía y demás contenidos habituales, que deben ser mejorados. Pero estos contenidos no solucionan la inseguridad, el costo de la salud pública en constante crecimiento. La angustia de nuestros niños y jóvenes que no creen en un futuro promisorio y se dejan vencer con las adicciones. Los accidentes viales que requieren una parte importante de nuestro Producto Bruto Interno. Nuestra incapacidad de articular soluciones en conjunto, en contraste con nuestra reconocida capacidad individual. Y por supuesto debemos mejorar la crisis de confianza en nuestras instituciones y en nuestros conductores. La crisis de los partidos políticos es la que nos hace buscar soluciones en personas predestinadas y no en programas.

 

Vivimos en un mundo con cambios que ahora demoran meses, cuando antes demoraban años o siglos. Adaptarse requiere una capacitación permanente que se debe originar desde la escuela. Desaparecen puestos de trabajo debido a los avances tecnológicos, pero esta misma tecnología ofrece nuevas oportunidades laborales que requieren conocimiento y capacitación. Unamos a ésto las pandemias que aparecen regularmente, como la actual. El stress de estar encerrados, separados del contacto cercano con las personas que queremos o cuya compañía disfrutamos. La posibilidad cierta de enfermarnos y aún morirnos. Se genera desocupación y disminución de la creación de riqueza, dificultando de este modo una más justa distribución. Todo esto nos genera un desafío mental muy difícil de superar, pues no nos prepararon para afrontarlos. Nos llevan a la desesperanza. Por ello, lo primero que necesitamos es educación emocional para aprender a superar estos trances. Es lo que ahora se denomina resiliencia. Es nuestra aptitud de superar las dificultades para adaptarnos a estos cambios bruscos.

 

Debemos aprender a buscar y encontrar ideas innovadoras. El mismo camino nos conduce al mismo lugar.

 

Esta educación emocional nos tiene que permitir priorizar el nosotros en lugar del yo. A situarnos en lugar del otro para poder conocer las razones que sustentan un criterio diferente al nuestro. A no permitir que nuestro razonamiento sea obstaculizado por nuestra pertenencia religiosa, política, de clase social, de riqueza, de estudios, o de color de piel. Que nos enseñe a ser objetivos, único modo de lograr consensos evitando grietas inútiles y por lo general inventadas por quiénes se benefician con ellas.

 

Nuestra CASA COMÚN, el PLANETA TIERRA, se está muriendo. Nuestro suelo, nuestro aire y nuestra agua se están contaminando a un ritmo muy veloz que pone en riesgo nuestra existencia misma, tal como denuncia el Papa Francisco. En nuestras escuelas debemos enseñar cómo proteger nuestra casa del derrumbe. A usar adecuadamente la Naturaleza, permitiendo no solo nuestra vida sino también las de los animales del agua y de la tierra. Debemos cuidar nuestros acuíferos y nuestros bosques que nos proporcionan el oxígeno que requerimos para vivir. A esta materia la denominaría CONVIVENCIA ARMÓNICA CON LA NATURALEZA.

 

La EDUCACION PARA LA SALUD nos permitirá conocer cuáles son los alimentos que nos nutren adecuadamente y conocer los que son nocivos, generalmente motivados por la publicidad exagerada de las empresas multinacionales. Sabremos cómo cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente y la interrelación entre ellas. Sabremos las ventajas del ejercicio físico. Disminuirá la obesidad y los perjuicios de nuestra dentadura. Seremos y creceremos más sanos y nuestra vejez, cuyo cuidado cuesta muchísimo al Estado, será mejor y sin costos excesivos. Cada vez vivimos más años, y si se debe gastar menos, en nosotros los viejos, debemos saber que ese importe ahorrado mejoraría la educación.

 

La Educación para la Salud incluye la educación sexual, para evitar enfermedades, embarazos no deseados y sobre todo impedir el embarazo adolescente. Se la debe articular con la educación emocional pues actúan conjuntamente.

 

En la escuela debemos aprender normas de moral y de ética. Esta carencia es la que permite funcionarios corruptos y un pueblo desinteresado de sus grandes problemas. La moral y la ética nos permitirán conocer nuestras obligaciones como personas y como ciudadanos y un adecuado conocimiento de nuestros derechos que nos obligue a involucrarnos para defenderlos y para obligar al poder a que actúe en nuestra representación y no en la de sus espúreos intereses. La educación emocional y la ética nos permitirán que nos parezca natural la lucha contra el poder que nos intenta someter y obligará a nuestra dirigencia a capacitarse y a ser eficientes y honestos, pues tendrá un pueblo culto y vigilante. La ética y la moral nos permitirán distinguir entre el valor y el precio. Es más importante un docente que un político. Un hombre honesto digno y buena persona es más importante que un rico insolidario.

 

La ética y la moral nos enseñarán que no existe supremacía del hombre sobre la mujer, eliminando un machismo que todavía es genético. Nos permitirá cuidar mejor a nuestros niños y a nuestros abuelos.

Nuestros niños y jóvenes se adaptaron rápidamente a las nuevas tecnologías. Pero tenemos que enseñarles a utilizarla de modo que conozcan y utilicen los sitios donde podemos encontrar lecturas científicas, históricas, grandes museos, grandes músicos, grandes orquestas y por sobre todo libros. Lo que vemos es que todos conocen y usan los sitios tradicionales, de distracción, pero desconocen los que les brindan conocimiento.

 

En lo posible, que aprendan a distinguir entre las verdaderas y falsas noticias. Esos grandes medios conocen nuestros gustos, nuestras amistades, nuestra tendencia política, el nivel de ingresos. Conocen todo sobre nosotros. Ellos venden esa información y es la razón por la cual nos llegan ofertas relacionadas a nuestras apetencias. Pueden lograr, como ya ha ocurrido, influir decisivamente en un proceso electoral.

 

Por último, y sin agotar los contenidos de la educación que nuestra descendencia necesita, debemos enseñar educación vial. Mueren miles de personas por año en Argentina, decenas de miles quedan discapacitadas y requieren auxilio estatal. Nuestros hospitales se colapsan los fines de semana con los accidentes viales. Esto puede parecer superfluo, pero requiere el 1,7% de la riqueza que generamos, es decir del Producto Bruto Interno. Con un margen de error este costo podría haber llegado a los 7.000 millones de dólares en 2020. Se dictaron leyes nacionales, provinciales y ordenanzas municipales obligando a la educación vial, pero no se cumple.

 

La discusión sobre los contenidos que deben aprender nuestros niños queda abierta. Sé que lo expresado es sólo el comienzo.

 

Unidos y Organizados, una Argentina y una Salta más justa, es posible.

 

(*)(*) Gentileza del Dr. Dávalos al enviarnos su columna en Radio Aries de Salta.