Llevamos un año y 5 meses o 536 días con el Gobierno de Gustavo Sáenz y su “alfil”, el ministro Matías Cánepa, al frente del sistema de educación. Tiempo suficiente para evaluar su gestión. Sobre todo, porque se destaca de pura mala y no apunta a mejorar.

Hoy la crisis sanitaria en el sistema educativo es evidente. Los docentes, personal de maestranza, auxiliares, personal directivo, etc. afectados por el Coronavirus pueblan las páginas de los diarios, las redes sociales, las cadenas de oración, los gritos de socorro, las húmedas lágrimas de hijos y alumnos que pierden a su “Seño”. Los aromas de velas prendidas en las casas de un pueblo creyente inundan la ciudad.

 

El hipócrita argumento de que “la Escuela no contagia” se lo tendrán que contar a los familiares de estos docentes. Y pagar el costo. ¿Por qué insisten en el contagio? 

 

Esta situación solo confirma el rol que tiene la educación para este gobierno (o desgobierno) 

 

La primera pregunta de fondo que me hago es ¿Qué educación nos proponían Sáenz y Cánepa para nuestros educados (niños, jóvenes y adultos)? Cuando asumieron, sin pandemia que afectara nuestras vidas, ni después, escuchamos una sola mención al modelo educativo, a lo que buscamos como sociedad en nuestro pueblo. Voy a ser claro: No lo dijeron porque no les importó nunca. ¡Haganse cargo!

 

Luego claro, casi no tuvimos tiempo de arrancar a dar clases que se suspendieron.

 

Nuevamente se presentaba la pregunta, ¿Qué alternativa se les va a dar, dado que la cosa va a durar mucho? Discutir la virtualidad vs presencialidad como modelos de enseñanza es una quimera institucional en Salta la desintegrada, Salta la desconectada.

 

Al mismo tiempo que los hospitales se quedaron cortos de camas y aire, a pesar del apoyo brindado por Nación, y los enfermos navegaban “al garete” en ambulancias sin rumbo entre Tartagal y Capital, las escuelas y los colegios no recibieron las inversiones necesarias para anticipar un regreso cuyo perfil ya se esbozaba en Europa. Internet nos indicó qué preparar en cuanto a infraestructura, personal y tecnología, pero nada. 

 

Como no importaban, las escuelas no fueron cuidadas y muchas fueron vandalizadas.

 

El personal que había que nombrar no era nombrado, en particular los de maestranza y auxiliares de distinto tipo. 

 

La acción social esencial de la Copa de Leche fue suspendida por un año, que hubiera servido para paliar ligeramente la situación de esos alumnos, de esas familias de esas comunidades. Y ahora que la reponen aprovecharían para pagar un poco más caro lo que se necesita. Se nota mucho, muchachos.

 

Para este Gobierno la Comunidad Educativa tiene ciclo lectivo. Para mí no.

Para mí es un subconjunto de la Comunidad Organizada, que, fuera del período lectivo, organiza talleres de formación suplementarios en mil cosas que niños, jóvenes y adultos demandan. Se continúa con el refuerzo de los conocimientos de los niños y adolescentes que tuvieron tropiezos durante el año, se fortalece la salud de la comunidad a través de actividades deportivas y culturales edificantes, contacta a las familias con la naturaleza, aprovecha la mayor disponibilidad de tiempo para efectuar el seguimiento anual de la salud general y bucal en toda la provincia. Construye ciudadanía participando en actividades sociales. Llegado el caso, aprende a organizarse para hacer frente a pandemias, protegerse mutuamente en caso de catástrofes naturales mediante el trabajo en equipo, en comunidad y mil cosas más.

 

Pero nunca, nunca, una Comunidad Organizada abandona a sus docentes, a su pueblo.  

 

Alumno Sáenz: REPROBADO