El Sindicato de Comercio, tiempo antes de iniciada la pandemia, en agosto de 2019, realizó un encuentro de Secretarios Generales, en la ciudad del Mar del Plata bajo el lema “Compromiso sindical del futuro”. Entre sus conclusiones se destacó la propuesta de una agenda sindical destinada a impulsar la negociación colectiva para integrar las nuevas formas de trabajo e identificar los desafíos y oportunidades que se presentan ante el avance de las nuevas tecnologías.

Históricamente los sindicatos miraron con recelo (en parte con razón) el avance de las nuevas tecnologías. Hacia 1880, Émile Pouget, anarcosindicalista francés, escribía: “El trabajador solo respetará la máquina el día que ésta se convierta en su amiga, reduciendo su trabajo, y no como en la actualidad, que es su enemiga, quita puestos de trabajo y mata a los trabajadores”. Los primeros avances que se produjeron con nuevas tecnologías, a comienzos de la primera Revolución Industrial, provocaron el nacimiento del movimiento conocido como “Luditas” que surgió el 11 de marzo de 1811 en Inglaterra. Después de ser reprimida por el ejército una protesta que demandaba más trabajo y mejores salarios, esa misma noche una turba destruyó 63 telares automáticos (las famosas hilanderas “Spinning Jenny”) que reemplazaban la fuerza de trabajo de los tejedores. El parlamento británico aprobó en 1812 una ley que castigaba con pena de muerte la destrucción de máquinas. Al menos 30 luditas fueron ahorcados y más de 60 fueron desterrados a Australia. Una forma de inutilizar las máquinas era arrojando a sus engranajes los zuecos que por entonces usaban los trabajadores. Como zueco en francés se traduce como “sabot”, prontamente la palabra “sabotaje” comenzó a ser utilizada como sinónimo de destrucción de instalaciones. Actualmente hay pocos casos de sabotaje, quizá porque los zuecos fueron reemplazados por las Crocs.

 

El temor de los trabajadores ante las nuevas tecnologías puede ser justificado, aunque históricamente el desempleo que produce se ve compensado por la creación de otros nuevos. Pero hay algo en que los humanos somos irreemplazables: las máquinas y sistemas de inteligencia artificial carecen de dos cosas muy importantes: sentimientos y ética (aunque existan muchos humanos a quienes les escasean), por lo que no son capaces discernir correctamente entre el bien y el mal, ya que su comportamiento depende de programación y no de la racionalidad.

 

Lo cierto es que el avance de las nuevas tecnologías es inexorable y quizá sindicatos como el de comercio han adoptado la popular filosofía de “si no puedes vencerlos, únete a ellos”.

 

La negociación colectiva

La maldita inflación que endémicamente sufre nuestro país, ha esterilizado las más fértiles imaginaciones que podrían convertir al Convenio Colectivo en un eficaz instrumento regulador de aquellas particularidades que la ley no ha podido o no ha sabido organizar. En las últimas décadas la negociación se ha limitado a una carrera de salarios versus inflación, sin margen para discutir otros temas. Por eso es digna de felicitación la iniciativa del Sindicato de Comercio, que, por lo pronto ya ha comenzado a celebrar convenios colectivos específicos de teletrabajo. El referido plenario gremial consideró que es indispensable revisar y actualizar el rol de los sindicatos para dirimir los retos y problemáticas que traen aparejadas la digitalización, la automatización y la plataformización del mercado laboral como nuevas dinámicas laborales, en la defensa y ampliación de los derechos de los trabajadores. Especialmente si se considera que estas nuevas dinámicas pueden venir acompañadas de los viejos problemas de precarización, tercerización y explotación laboral. Es importante advertir que, además, así como las tecnologías modifican diversos aspectos del empleo, también alteran la seguridad y el estado de salud psicofísico de los trabajadores, por lo que deben adoptarse previsiones sobre sus condiciones y derechos laborales.