Todos los días caminamos sobre el polvo de los que nos precedieron. A pesar de descender de inmigrantes tardíos, cada vez que piso las lajas de la catedral de Salta me emociona pensar que por esas mismas lajas caminó mi padre un medio siglo atrás y antes de él algún otro viejo pariente. Y pienso en todos los salteños que nos precedieron. Desde el más encumbrado al más humilde.
Pienso en los miles de almas nobles, generosas, ilustres, distinguidas, leales, sencillas que pusieron su granito de arena para construir el tesoro de la salteñidad.
Una visita al cementerio de la Santa Cruz da una clara idea del portento de biografías que allí se conservan como un recuerdo de las profundas raíces del gran árbol genealógico provincial. Pienso también en aquellos viajeros extranjeros que dejaron en sus escritos y memorias algunas impresiones únicas de la antigua Salta. Viajeros de la talla de Acarette du Biscay, Reginaldo de Lizárraga, Diego Alonso de Ocaña en el siglo XVII, Concolocorvo y Helms en el siglo XVIII, Mellet, Page, Temple, Scrivener y Andrews en el siglo XIX, y la pléyade de viajeros, sabios e historiadores que nos visitaron en el siglo XX, entre ellos Arnold Toynbee. Y pienso también en los viejos habitantes del valle, cuyas tumbas se encuentran a pocos decímetros de profundidad en la PLAZA 9 DE JULIO y sus alrededores. Toda la ciudad está construida sobre viejas tumbas indígenas de los nativos del Valle de Lerma y alguno que otro resto de los incas que bajaron del Cuzco, justo un poco antes de que los españoles llegaran a las costas peruanas para cambiar la historia del continente y del mundo.
El par de metros superiores del relleno del valle contiene así decenas de miles de tumbas, conservadas o no, de indígenas y españoles. Algunos metros más abajo estamos ya en la época en que llegaron a estas tierras los paleo cazadores del Pleistoceno superior o del Holoceno temprano.
El hallazgo de puntas de proyectiles o flechas "cola de pescado" en la Puna es elocuente del paso de aquellos paleo indígenas. Todo está registrado en esa especie de bibliorato rocoso que es el relleno sedimentario del Valle de Lerma. Y si seguimos profundizando comienzan a aparecer los restos de los gigantes. Grandes huesos de enormes mamíferos extintos que fueron atribuidos erróneamente a una raza de hombres antediluvianos, origen de innúmeras leyendas.
El Valle de Lerma es una fosa tectónica compresiva limitada por los altos cordones de Lesser al oeste y la sierra de Mojotoro al este. Es un valle joven, formado en el período Cuaternario, y que se ha rellenado mayormente con materiales fluviales provenientes de las montañas vecinas, esto es camadas de gravas, limos y arenas. En algún momento fue ocupado por un lago y esas capas lacustres de arcillas blanquecinas forman también parte de su relleno. Así como las capas pantanosas, palustres, de las orillas de aquel viejo lago. Desde el siglo XIX se ha denunciado el hallazgo de mamíferos fósiles de la llamada megafauna pleistocena en el Valle de Lerma y sus alrededores. Las exitosas películas tituladas Era de Hielo, 1 y 2, más allá de la mezcla de animales de distintos períodos geológicos, muestra parte de esa megafauna del Pleistoceno y de los primitivos cazadores recolectores que con ellos convivieron. Mastodontes, perezosos terrestres, tigres diente de sable, macrauquenias, gliptodontes son precisamente algunos de los mamíferos gigantes que aparecen de actores en la película y cuyos restos fósiles se han encontrado también en el noroeste argentino, aún cuando es en el Valle de Tarija donde se encuentra uno de los yacimientos fósiles más espectaculares de la megafauna del Pleistoceno sudamericano.
Uno de los primeros en señalar la presencia de restos de grandes mamíferos extintos en nuestra región fue el polifacético estudioso salteño Juan Martín Leguizamón a fines del siglo XIX. Leguizamón mantenía correspondencia científica con Florentino Ameghino, fue uno de los primeros en formar parte de la Sociedad Científica Argentina y se dio el lujo de discutir desde Salta nada menos que las teorías de Charles Darwin. Hace referencia a los mastodontes, un grupo de animales extintos relacionados con los actuales elefantes y también con los mamuts del hemisferio norte. Especialmente famosos estos últimos por haberse conservado congelados en los suelos helados de Siberia. Los mastodontes fueron una parte importante del paisaje biológico del Pleistoceno salteño, hasta hace unos diez mil años en que se extinguieron junto a los otros representantes de la megafauna.
Sus grandes defensas, muelas, mandíbulas y huesos del esqueleto han aparecido en distintas circunstancias en excavaciones o barrancas de antiguas terrazas fluviales. Especialmente en La Caldera, en los alrededores del dique Campo Alegre y también fuera del Valle de Lerma en Cabeza de Buey donde se recuperó un esqueleto completo. Este esqueleto fue excavado por un equipo de geólogos y paleontólogos del viejo Museo de Ciencias Naturales de Salta, encabezados por el profesor Amadeo Rodolfo Sirolli y en donde también colaboraron Rodolfo Parodi Bustos, Marcelo Figueroa Caprini, Félix Lorenzo, entre otros.
Es muy común encontrar también restos de gliptodontes, especialmente de sus caparazones, los que por su dureza se logran conservar mejor en el registro fósil. Los gliptodontes son un grupo de mamíferos sudamericanos extintos que recuerdan a los armadillos actuales, pero cinco o diez veces más grandes que el famoso tatú carreta.
Por supuesto que hubo muchos tipos de gliptodontes y varios de ellos se han encontrado en esta región.
Entre ellos el Glyptodon elongatus. No se han encontrado tigres dientes de sable, estos particulares felinos con enormes colmillos. Sin embargo debieron estar presentes también en nuestro viejo valle ya que sus registros son patentes en capas de igual edad en el valle de Tarija y también en Tucumán y Catamarca. Lo que sí hubo es una amplia representación de los perezosos terrestres.
Estos son también animales originarios de América del Sur y sus restos se han encontrado ampliamente distribuidos. Entre ellos se destaca por su enorme tamaño el megaterio, especialmente el Megatherium americanum. También se han encontrado restos de otros perezosos terrestres, de menor tamaño que el megatherium, que forman parte de la gran familia de los milodontes, entre ellos el lestodon y el scelidotherium.
La formación y relleno del Valle de Lerma es contemporánea con el desarrollo de la megafauna del Pleistoceno antes mencionada y cuya extinción ocurrió unos 10 mil años atrás.
Los esqueletos se encuentran incluidos en los sedimentos fluviales, eólicos, lacustres o palustres, que fueron rellenando el valle y que constituyen la sepultura de esos gigantes extintos que alguna vez deambularon por el paleo suelo salteño.