Hoy tenemos elecciones. Por eso vos me puedes tutear y yo a vos. Y el empleado al patrón. Y el mendigo al millonario. Y el humilde concejal de un humilde municipio lo puede tutear al gobernador y al presidente.
La razón es que somos iguales. A partir de 1912 cuando se instala el voto universal, secreto y obligatorio (no tan universal pues la mujer comienza a votar en 1952), el día de las elecciones cada uno de nosotros, con independencia de la situación socioeconómica que ocupemos, reitero, somos iguales.
Pero a pesar de la herramienta revolucionaria que es el voto, sólo somos iguales el día de las elecciones. Pero si fuéramos un pueblo con adecuada educación, seríamos iguales 365 días y doce meses al año. Nunca seremos exactamente iguales, pues algunos ambicionan el dinero y el poder consecuente y otros escriben novelas, versos o música. No hay que odiar a los exitosos que se vuelven millonarios fundando empresas. Dando trabajo decente. Generando riqueza que debe traducirse en impuestos para ser redistribuídos honesta y eficientemente, en forma de educación y salud de calidad, de seguridad, de igualdad de posibilidades para quienes buscan el ascenso cultural, social o económico.
Sí debemos odiar al empresario, y a los funcionarios, que se enriquecen en forma indebida con contratos de obras y servicios públicos. O de aquellos que se abusan de su posición dominante. O de aquellos que conforman corporaciones monopólicas para imponer precios.
Debemos reconformar la sociedad que respetaba los valores. Una sociedad donde la maestra sea más importante que un diputado. Una madre que cumple con los roles que le ha asignado la sociedad más importante que un ministro. La sociedad de los valores es una sociedad de iguales. Si uno puede elegir la actividad que le genera más felicidad, más solidaridad, más integración a la comunidad, más amistad, más crecimiento socioeconómico, reitero, está integrado a una sociedad de iguales.
Pero una sociedad que respete por igual al que trabaja y al que da trabajo, no existe. Se construye.
Hemos dejado de creer en los partidos políticos, en la política, en los jueces. Y los responsables somos nosotros, pues teniendo herramientas para lograr lo contrario, hemos permitido partidos que no cumplen con sus obligaciones, políticos que se enriquecen indebidamente y abusan de su poder y jueces que han dejado de dar a cada uno lo suyo.
El primer paso para obtener esta sociedad con esta clase de igualdad es saber elegir a quiénes nos conducen. Y yo te pregunto, -te tuteo pues hoy somos iguales-¿Conoces cuál es el programa que tienen los partidos políticos? ¿Conoces la trayectoria de los candidatos a diputados nacionales? ¿Sabes si tienen coraje cívico para denunciar lo malo o, si por el contrario han formado parte de gobiernos corruptos?.
¿La preferencia que tienes en este momento la has decidido con la vista o con el cerebro? Pues como el frutero, te mostrarán arriba su mejor mercadería. El poder escoge jóvenes, hombres y mujeres bellos, si es posible conocidos por su actividad artística, deportiva o mediática. Si eliges por la vista, es probable que te equivoques. Pero si razonas, si usas tu intelecto para elegir, es probable que no te equivoques.
Elegir un candidato no es decir ta te tí, suerte para mí. Ni dejarse llevar por una propaganda ostentosa que quién sabe quién la paga. Debe ser una decisión fundada en la razón. ¿Tienen mis descendientes mejor futuro? ¿Los que elegimos no nos seguirán saqueando nuestro haber jubilatorio? ¿Será un leal representante nuestro, un buen servidor de la comunidad? ¿O un levantamanos al servicio de los poderosos de turno?
Si no sabes por quién votar, lo correcto es que votes en blanco. Si estás en desacuerdo con el sistema, vota en blanco. Vos estás obligado a concurrir a votar, pero en el cuarto oscuro eres vos el que puede elegir votar o no votar.
Pero nunca vendas tu voto. Porque no estás vendiendo tu voto. Estás vendiendo a tus hijos y tus nietos. Porque quién compra tu voto es mala persona. Si necesitas la ayuda en forma de dinero o de bolsones o algo parecido, acéptalo, pues te están dando algo que te corresponde por derecho y que la ineficiencia o la deshonestidad te niegan. Pero en la soledad del cuarto oscuro vota de acuerdo a tu conciencia. No aceptes nunca sobres ya firmados por la mesa y cerrados, con la condición de que te guardes el sobre que te entregan, para continuar así con lo que se denomina voto cadena.
Dejemos de buscar mujeres u hombres providenciales que nos traerán la felicidad y la buenaventuranza. El hombre o la mujer predestinada sos vos. Pero solo no lograrás nada. Comienza integrándote a las organizaciones de servicio de tu cercanía. La cooperadora escolar, la de la salita, el centro vecinal, el club deportivo, o el comedor comunitario. Pronto te darás cuenta que estás ayudando a gestar una sociedad más digna y más justa. Y si quieres y tu comunidad lo acepta, podrás reemplazar a los políticos en los que desconfías.