Los reiterados conflictos que en los últimos años vienen afectando el servicio de subtes de la ciudad de Buenos Aires tiene como uno de sus ejes principales la existencia de asbesto en los vagones y en las instalaciones que explota la empresa concesionaria Metrovías. Sobre unos 3.000 trabajadores se han detectado 50 que ya tienen afecciones respiratorias provocadas por este material. Tres de ellos fallecieron por cáncer en los pulmones provocados por la misma causa. El problema es que los efectos en la salud muchas veces aparecen diez o veinte años después de que el trabajador estuviera expuesto al contacto con los asbestos (esa es la razón del título de esta nota).

El asbesto es más conocido en nuestro medio como "amianto" y con él se hacen las populares chapas de fibrocemento. Nuestras casas, nuestros techos, nuestras cañerías, nuestros tanques de agua, viejas planchas, calefones y tostadoras contienen amianto o fibrocemento.

 

Organismos médicos internacionales determinaron que los productos relacionados con el asbesto provocan cáncer con una elevada mortalidad y por ello, desde hace décadas, se ha prohibido su uso en los países desarrollados, aunque se continúa utilizando en algunos en vías de desarrollo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que unas 100.000 personas mueren cada año a causa de trabajos vinculados a la exposición al asbesto.

 

Un dato -que parecería se trata de ocultar- es que el atentado a las Torres Gemelas aún sigue matando gente. La cifra de muertes directas del criminal ataque se ha cerrado en 2.996, pero se estima que ya hay otras 1.064 personas fallecidas por la nube tóxica producida. Solo en la Torre Norte se estima que había 400 toneladas de amianto. Las fibras del amianto son delgadas y ligeras, por lo que quedaron en suspensión en el aire durante mucho tiempo tras el hundimiento de las torres. Esas fibras se alojan en los pulmones. El amianto provoca asbestosis (fibrosis pulmonar), cáncer de pulmón y el mesotelioma; está asociado con otras neoplasias y se sospecha que puede producir otros cánceres en riñón, ovario o mama.

 

El eterno amianto

 

Etimológicamente, amianto proviene del griego "amiantos", que significa impoluto e incorruptible (como los políticos, ¿vio?). El término "asbesto" se originó también en el griego y significa indestructible, incombustible, inextinguible. Debido a sus múltiples usos, el asbesto también es conocido como "el mineral mágico" y ha sido incorporado en más de 3.000 productos usados en la industria o en el hogar, principalmente en materiales de construcción (tejas, baldosas y azulejos, productos de papel y productos de cemento con asbesto), productos de fricción (embrague de automóviles, frenos, componentes de la transmisión), materias textiles termo-resistentes, envases, paquetería y revestimientos, equipos de protección individual, pinturas, productos de vermiculita o de talco, etc. El asbesto se encuentra en edificios públicos o privados. En escuelas, cines, teatros, cuarteles, cárceles, depósitos. En estructuras, pisos, paredes y techos, en calderas y tuberías de calefacción. En motores y estructuras de barcos, y refinerías de hidrocarburos.

 

Las virtudes del amianto son conocidas hace milenios. El emperador Carlomagno luego de los grandes banquetes mostraba a sus invitados un mantel de amianto que luego lanzaba al fuego y al recuperarlo salía intacto para asombro de los comensales, que murmuraban: "­Qué lo tiró, con las nuevas tecnologías!". En esa época, en las raras ocasiones en las que había mantel, cumplía también funciones de servilleta (por lo que no se popularizó el mantel de amianto). Recién en el siglo XVI, Leonardo Da Vinci, (­aunque usted no lo crea!), inventó las servilletas para reemplazar a los conejitos que, hasta entonces, se colocaban al lado de cada comensal, para que se limpiaran las grasientas manos.