Si se toma a la ciudad de Salta como epicentro, a menos de una hora de viaje hay paisajes espectaculares de alto valor geológico y turístico. Los Yacones, Lesser, Castellanos, La Caldera, Gallinato, San Lorenzo, Tilián, Los-Los, Quebrada del Toro, valle de Potrero de Linares, perilago de Cabra Corral, Chamical, son algunos de los espacios que reúnen una valiosa concurrencia de flora, fauna y gea. Vegetación abundante y rocas vistosas y multicolores crean esos "Cuadros de la Naturaleza" en el sentir de Humboldt en otras latitudes. Entre esos lugares paradisíacos se encuentra el valle de Corralito, a pocos kilómetros de Campo Quijano.

Fue durante años uno de los clásicos lugares de picnics dominicales de los salteños. Al llegar a la bella localidad de Campo Quijano, bien llamada "El Portal de los Andes" y siguiendo la ruta nacional 51, se puede tomar a la derecha para entrar a la imponente Quebrada del Toro o bien a la izquierda hacia Corralito. El camino corre a la vera del río Rosario, sobre viejos niveles de terrazas fluviales. El río Rosario es divisoria allí de dos provincias geológicas que se encuentran al norte y sur del lineamiento continental Calama-Olacapato-

 

Toro: Cordillera Oriental al norte y cumbres calchaquíes al sur. La diferencia mayor entre estas unidades se encuentra en la inexistencia al sur de los grandes espesores de rocas fosilíferas, sin embargo, ampliamente representadas en la Sierra de Mojotoro, especialmente las cambro-ordovícicas de los grupos estratigráficos Mesón y Santa Victoria. Precisamente en la región de Corralito las rocas viejas pizarrosas, mayoritariamente precámbricas, están cubiertas directamente por las calizas de los mares cretácicos.

 

Más allá de los tecnicismos, las diferencias de rocas también marcan la diferencia en los paisajes. La ruta a partir de Campo Quijano y Río Blanco hasta Corralito se realiza por un camino consolidado y luego de un recorrido de 15 km se arriba a la Central Hidroeléctrica. En el lugar hay un magnífico puente que cruza el río Corralito. Este río forma parte de una red hidrográfica integrada por el río El Rodeo y el río Manzano, todos afluentes del río Rosario. Un río que corre hacia el Valle de Lerma entre otros dos grandes ríos como son el Toro al norte y el Escoipe al sur. Basta llegar al puente del río Corralito para darse cuenta del poder erosivo y la acumulación de gravas gruesas de color gris en el cauce. Como pasa en muchos ríos del norte argentino, sus cuencas generan más sedimentos de los que los cauces pueden evacuar. Esto lleva a una constante agradación de los áridos y su necesidad de evacuarlos para evitar el daño sobre las distintas obras de arte (puentes, viaductos, alcantarillas, etcétera). Ya en el puente, y con hermosos lugares para acampar en los alrededores, se puede ver a mano izquierda, o sea aguas abajo del río, unas vistosas rocas rojas que pertenecen al Terciario más viejo, el Paleoceno. Se trata de la Formación Mealla (subgrupo Santa Bárbara, grupo Salta), portadora regional de restos de mamíferos primitivos. A mano derecha del puente y aguas arriba del río Corralito se distinguen las capas amarillas de las calizas cretácicas de la Formación Yacoraite, portadora en muchos lugares de huellas de dinosaurios. Precisamente entre esas capas amarillas y las capas rojas, con restos de dinosaurios y de mamíferos respectivamente, se encuentra el famoso límite K/T o K/Pg correspondiente a la extinción global de los dinosaurios generada por la caída de un gigantesco asteroide en el Golfo de México y que dio lugar al célebre cráter de Chicxulub. Las capas calcáreas de la Formación Yacoraite en el paraje Corralito no son tan ricas en fósiles como en otros lugares del norte argentino. Son abundantes, eso sí, las algas estromatolíticas. Esas calizas suelen presentarse en grandes bloques y su estructura interna con forma de repollo o coliflor hace que al ser cortadas den una bella roca ornamental que hasta ahora no ha sido aprovechada. Lo más impactante de la geología de Corralito son las capas pizarrosas grises de la Formación Puncoviscana, las mismas que aparecen ampliamente expuestas en la Quebrada del Toro y más precisamente en el tramo de cañón que corre entre Campo Quijano e Ingeniero Maury. Se trata de sedimentos marinos arcillosos depositados en los fondos oceánicos a fines del Precámbrico y comienzos del Cámbrico. Precisamente ese límite, establecido 541 millones de años atrás, está registrado en las rocas del norte argentino. Sin embargo, lo que hace famoso al lugar son unas gravas fósiles, el conglomerado de la Formación Corralito, que ha sido ampliamente estudiado desde mediados del siglo XX. Grandes bloques sueltos de ese conglomerado se encuentran en el cauce del río Corralito. Tiene un aspecto brechoso interno de pudingas, que contiene en su interior rodados de viejas formaciones recicladas. Este conglomerado fue al parecer descripto originalmente por el Dr. Angel Borrello en la página 60 de su libro sobre "Los Geosinclinales de la Argentina", una obra clásica y agotada, pero por suerte disponible en el repositorio digital del Segemar. Este trabajo emblemático y de largo aliento quedó obsoleto con el surgimiento del paradigma de la Tectónica de Placas. Curiosamente en esa misma página 60 Borrello menciona otro dato de alto valor para la historia geológica de Salta y es el hallazgo de una traza fósil, un "bilobites", una huella de invertebrado marino formada por dos lóbulos paralelos, en las rocas pizarrosas viejas del talud ferroviario del tramo de vía entre Campo Quijano y Río Blanco. Dice Borrello que el hallazgo lo realizó Alfredo J. Cuerda en la desembocadura de la quebrada, cerca del puente del Toro. El "bilobites" de marras fue probablemente el primer "fósil precámbrico" descubierto en Salta, antes de los icónicos hallazgos realizados por el Dr. Gilberto Aceñolaza a partir de la década de 1970. Alfredo Cuerda y Ángel Borrello, ambos de La Plata, eran amigos personales del Dr. Do mingo Jakúlica, quien fue el geólogo que los acompañó y ayudó en Salta, lo cual queda de manifiesto en los agradecimientos expresos del libro “Geosinclinales”. Lo cierto es que el mentado conglomerado de Corralito fue estudiado y descripto en distintos trabajos regionales elaborados por autores tales como José Salfity, Bruno Baldis, Ricardo Omarini, Gilberto Aceñolaza, Felipe Durand y Luis Spalletti, entre otros. Llaman la atención dentro del conglomerado los rodados de cuarzo, los rodados redondeados de areniscas finas con venas internas de cuarzo, los rodados de sílex o ftanitas que podrían contener microfósiles, todo lo cual habla de una formación muy antigua de Salta que fue reciclada en aquellos remotos tiempos del límite Precámbrico/Cámbrico. A pesar de todos los estudios realizados por diferentes autores probablemente este curioso conglomerado contenga claves ocultas de la historia geológica del norte argentino: una especie de “Piedra Roseta” salteña. Subiendo aguas arriba del río Corralito y sobre su margen derecha corre el viejo camino a El Manzano, hoy abandonado para el tránsito vehicular. El camino sube en medio de una vegetación exuberante de tipo selvática subtropical. Además de las especies arbóreas nativas abundan los helechos, nogales y durazneros. Estos últimos se reprodujeron como plantas silvestres y en verano están llenos de frutos amarillos. Son muy apreciados como fruta silvestre y para hacer el dulce regional del cuaresmillo. El anís y la menta perfuman los espacios verdes en algunos puntos que hacen las delicias de los que allí acampan. Numerosos arroyos alimentan de aguas limpias y cristalinas al río Corralito por ambas márgenes. En verano el río se convierte en un caudaloso torrente de montaña y algunos pasos se cortan y hasta se vuelven peligrosos al cruzarlos. Una gran variedad de aves habita el lugar y sus vistosos plumajes y cantos sonoros dan un colorido marco al paisaje natural. Insistimos y repetimos, Salta tiene paisajes maravillosos que ni los salteños conocemos. Estamos rodeados de maravillas naturales, profundas quebradas, bellos cañones, ríos cristalinos, altas y coloridas formaciones geológicas, grandes relieves, intensa flora y una rica fauna. Y todo ello a pocas decenas de kilómetros y a menos de una hora de viaje. La quebrada de Corralito es uno de ellos. Hay que visitarla.