El martes 13 de septiembre de 1692 un terremoto destruyó la vieja ciudad colonial de Esteco. El pasado 13 de septiembre de 2022 se cumplieron 330 años de aquel evento fatídico que disparó un sinnúmero de historias, mitos y leyendas y, de nuevo, volvió a caer un martes 13. Simple casualidad.

Solo como dato anecdótico, ese mismo año de 1692 un fuerte sismo destruyó la ciudad de Port Royal en Jamaica, refugio de piratas y bandidos. En ambos casos fueron atribuidos a castigos divinos, "Actos de Dios", para escarmentar la soberbia de los hombres pecadores.

 

En aquella cosmovisión colonial, las riquezas, la lujuria y el vicio alejaban a los fieles del pensamiento divino y ello era castigado duramente. Cada vez que un fenómeno natural golpeaba una ciudad y generaba pérdidas de vidas y bienes materiales, siempre la razón había que buscarla en el pecado de sus habitantes. Salta tuvo en Esteco a su mítica Sodoma bíblica. Lo que sí sabemos es que una falla geológica activa, sismogénica, se reactivó y generó un terremoto con una magnitud alrededor de 7 y destruyó lo que todavía quedaba de la Esteco II. Los sismos siguieron siglo tras siglo y ello llevó a que se rescataran las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro de la iglesia matriz salteña, y dio comienzo a las celebraciones anuales de los santos patrones tutelares.

 

En 1992, al cumplirse 300 años del terremoto, viajamos a Esteco con un grupo de alumnos de Geología de la UNSa y pasamos la noche en las cercanías. La idea era de que, ya que no estuvimos cuando se cumplió el 200 aniversario ni vamos a estar cuando se cumpla el 400 aniversario, no podíamos perder esa oportunidad histórica. La otra era la cabalística numérica en torno a la remota posibilidad de una recurrencia secular. Pero nada aconteció. En realidad algo colateral sí aconteció y es que uno de aquellos alumnos de Geología, Benjamín Heit, enfocó su vocación hacia la Geofísica y hoy es un prestigioso doctor en sismología del GFZ de Potsdam (Alemania).

 

Septiembre en Salta remite al Milagro y el Milagro al terremoto de Esteco. Nace así en el imaginario colectivo esa idea arraigada de que septiembre es el mes de los sismos. Y efectivamente hubo y hay muchos sismos en septiembre y también los hay y muchos en otros meses del año. Algunos, la mayoría, ocurren a gran profundidad y son imperceptibles para nosotros, pero no para los sensibles sismógrafos que los registran a todos. El sismo más destructivo que hubo en Salta es el que ocurrió de La Poma, en la nochebuena de 1930, con decenas de muertos y varios centenares de heridos.

 

Otro sismo que golpeó a todo el noroeste argentino es el de Trancas del 19 de enero de 1826, ampliamente descripto por los viajeros ingleses que iban al Potosí, entre ellos Edmund Temple y John Scrivener. Ese sismo destruyó la vieja villa de Rosario de la Frontera. Vale también recordar el terremoto de Anta del 25 de agosto de 1948, que causó severos daños en Salta y Jujuy y que aún es recordado por personas mayores. Precisamente ese sismo despertó la curiosidad de la Dra. Patricia Alvarado, prestigiosa docente de la Universidad Nacional de San Juan que se desempeñaba al frente del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (Inpres). Lamentablemente, el 19 de junio de 2022 esta gran científica argentina falleció repentinamente, dejando huérfanos los estudios en esta crítica área de las Ciencias de la Tierra en el país. Solo un par de meses antes de su fallecimiento se había publicado su trabajo sobre el sismo de Anta de 1948 en la revista internacional "Journal of South American Earth Sciences", en el cual participaron además Gustavo Ortiz, Mauro Sáez, Carolina Rivas, Víctor García, Fernando Morales Zullo y el suscripto. Entre otros asuntos se determinó que el sismo se produjo en una falla geológica que se reactivó al pie occidental de la Sierra del Gallo, a unos 8 km de profundidad, y que tuvo 6,9 de intensidad. Hacemos público aquí nuestro sincero homenaje a la destacada investigadora sanjuanina. El último sismo fuerte que afectó a la ciudad de Salta fue el sábado 27 de febrero de 2010 a las 12.45 horas. Los daños se hicieron sentir en La Silleta, Campo Quijano y Quebrada del Toro. En la madrugada de ese día otro terremoto de gran magnitud había ocurrido en Chile, pero su relación con el de Salta fue de casualidad y no de causalidad.

 

El 17 de octubre de 2015 un sismo golpeó la localidad de El Galpón y el mapa de la distribución de la energía liberada mostró claramente como incluía a la vieja Esteco II, lo que hace suponer que fue la misma falla sismogénica la que se activó en ambas oportunidades. De allí el axioma que establece que podemos predecir "dónde" van a ocurrir los sismos pero no "cuándo" van a ocurrir. ¿Dónde? Fallas sismogénicas; ¿Cuándo? Albur. Y ante la imposibilidad de predecir, está la necesidad de prevenir. Prevenir con políticas públicas de defensa civil y educación, entre otras. Augusto Bravard, un sabio geólogo francés contratado por Justo José de Urquiza para la Confederación Argentina, alertó en 1861 que la actividad sísmica en Mendoza anunciaba sobre un posible gran sismo. Fue a estudiar el fenómeno in situ, se alojó en el Hotel Cactus, ocurrió el terremoto, se desplomó el hotel, trató de protegerse debajo de una mesa de billar, colapsó el techo y allí lo encontraron muerto al día siguiente. Su amigo gibraltareño Federico Benelishe lo rescató de los escombros y así lo cuenta en su raro libro de memorias. Se había cerrado allí una página valiosa de la ciencia decimonónica.

 

La dialéctica de malos y buenos, justos y pecadores, predecible versus impredecible, ciencia versus mito, gira así en torno al sismo y sus consecuencias. No aplica señalar que hay meses determinados de ocurrencia sísmica y por el contrario estos fenómenos telúricos pueden ocurrir urbi et orbi los 365 días del año. Tampoco que los fuertes calores son disparadores de sismos, ya que las temperaturas superficiales, que no pasan de los 50° C, son muy inferiores a las que reinan en el interior de la corteza. Téngase presente que la temperatura aumenta 1° C por cada 33 m, por lo tanto a diez kilómetros de profundidad, donde ocurren los sismos más someros, las temperaturas ya sobrepasan los 300° centígrados.

 

La otra reflexión, paradójica es que un sismo jamás mató a nadie, y sin embargo hubo decenas de millones de muertos por sismos a lo largo de la historia. Y ello en razón de que no son los sismos los que matan sino las estructuras que colapsan y aplastan a las personas. De allí la importancia de respetar las normas de sismorresistencia a la hora de construir los edificios. Y además asegurarse con estudios geotécnicos que el subsuelo sea apto ante los movimientos telúricos y no contenga, por ejemplo, capas de arcillas tixotrópicas o licuefactibles. La geología nos enseña que el noroeste argentino es propenso a los sismos por encontrarse en una zona montañosa activa, un orógeno en crecimiento y formación que acumula tensiones a raíz de la subducción de la placa oceánica de Nazca por debajo de la placa continental Sudamericana, y que esas tensiones cada tanto se disparan generando sismos. La historia nos enseña que los sismos pueden ocurrir en cualquiera de las miles de fallas geológicas activas, los 365 días del año y las 24 horas del día y que por ello, como ya señalamos, ante la imposibilidad de predecir está la necesidad de prevenir. Las fuerzas que disparan los sismos pertenecen mayoritariamente a la dinámica endógena del planeta. El hombre no puede hacer nada para predecirlos. Son fenómenos estocásticos, contingentes, azarosos. Solo se puede trabajar en su prevención. La presencia de pequeños sismos no debe ser tomada con miedo sino con regocijo. Ellos manifiestan que la corteza se está liberando suavemente de algunas tensiones que la afectan. Los dramáticos son los largos silencios sísmicos como el que ocurre actualmente en frente de la costa chilena.

 

Según observatorios alemanes del GFZ, la placa oceánica se está rompiendo cada 500 km, generando megaterremotos y tsunamis, y viene avanzando y rompiéndose de norte a sur. La próxima rotura esperada está frente a Antofagasta y en dirección a Salta. Se va a quebrar la placa oceánica pacífica: seguro; pero cuándo, eso no lo sabemos. Meses, años, décadas, no lo sabemos. La rotura puede generar un megasismo con tsunami incluido, y eso sí es grave.