Todos los que leen mi columna saben, reconocen, que yo defiendo un Proyecto Nacional y Popular que para mí es el Justicialista.

 

Lo saben porque he expresado fuertemente mis posiciones en este sentido.

 

Yo discuto Proyectos no personas. Salvo que esa persona pretenda engañarnos con propuestas que no va a cumplir, porque simplemente obedece a un Proyecto diferente y no puede salirse de los lineamientos de sus jefes. Entonces necesito advertir que nos miente y que al menos yo me di cuenta.

 

Salta necesita incorporarse a un Proyecto Nacional que la incluya y la ayude a proyectarse a un futuro cierto y lleno de oportunidades. (Y que yo creo que no logran ver)

 

El PUEBLO de Salta lo necesita.

 

No lo hizo en el pasado porque sus dirigentes nunca salieron de la mirada personalista. Sus objetivos estuvieron centrados en su proyección nacional, antes y ahora.

 

Como muestra basta un botón, los tres últimos Gobernadores fueron candidatos a Vice presidente. Incluso en partidos que representaban ideas opuestas a las defendidas hasta ese momento. Si esto no configura proyectar su personalismo por encima de lo colectivo provincial y de la honestidad intelectual, escucho ofertas.

 

Ojo, no es que esté en desacuerdo que los políticos tengamos expectativas y queramos proyectarnos, ¡no! Esto me parece muy bien, pero que lo hagan vendiendo sus almas, pasando de un lado a otro por la simple razón de que así se gana, puede parecer práctico y oportuno, pero no va conmigo.

 

Sé que muchos se ríen de que yo piense que hay que ser consecuente con las ideas. Ellos son los cultores de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros”.

 

En ese camino de la venta de sus principios, como en muchas otras transacciones, que se intercambian beneficios, en sus múltiples facetas, se comienzan con boludeces y se termina con la gente, vendiendo a la gente. Los militantes lo saben y los humildes también.

 

La realidad de una provincia desigual, atrasada, sin educación suficiente, sin salud, sin viviendas, sin trabajo, con una justicia que inclina la cancha y con medios de comunicación que se encargan de tapar todo lo que sucede, nos lo demuestra.

 

En momentos de elecciones creo que son los hechos y no las palabras las que nos brindan una señal de por dónde va la elección correcta. Y fíjense bien, porque si nos llenan de palabras, probablemente, los “hechos estén vacíos”.