La semana pasada el CONCEJO DELIBERANTE, otorgó las Becas "Profesor Daniel Córdoba" a numerosos estudiantes merecedores de ese apoyo en el aprendizaje. No pude dejar pasar la oportunidad para homenajear a un maestro de verdad, a un maestro con mayúsculas, que sin medios ni aparato y desde la humildad de muchacho formado en la escuela y la universidad pública, supo ganar para la ciencia a cientos de chicas y chicos cautivados por la física, gracias a su método accesible y genial.
Era profesor del secundario de la UNSA y a principios de los '90 creó el taller de “Física al alcance de todos” Como no había surgido por iniciativa de la propia institución lo practicaban de manera clandestina. Iban chicos a los cuales les costaba la física, entonces, trataba de enseñarla de un modo distinto al que se hacía habitualmente. Él decía “Siempre me interesó comenzar mis clases a partir de una historia. A los chicos les gusta porque festejamos las metidas de patas y los errores; solo las equivocaciones nos recuerdan nuestra humanidad”
Así abrazó a “LA ESPECIE TRAIDORA” como llamaba a sus estudiantes ¿Traidora a qué? cabe preguntarse, y viendo los resultados pienso, traidora al “no se puede” traidora al “no es posible” traidora al “siempre se hizo de esta manera”
Ese taller llegó a sumar hasta 200 chicos en el último año, chicos que madrugaban lo sábados por la mañana para asistir a esas maravillosas clases plenas de ingenio y humor. Así Salta se fue convirtiendo en semillero de estudiantes del Instituto Balseiro en Bariloche, hubo un año que cada 4 estudiantes, 1 era salteño y formado en ese taller.
Sin embargo, el mismo año en el que taller logró incorporar a su primer alumno en el Balseiro, el 1995, fue prohibido por las autoridades de la institución por tildarlo de “elitista” a pesar de lo cual Daniel logró que estudiantes wichís ingresaran al Balseiro. Retomado sus clases de manera clandestina en la UNSA.
Contó en un reportaje para el diario LA NACIÓN que “Los sábados a la mañana, jugaba al fútbol en el campus de la Universidad y vio que alrededor de las canchas, las aulas permanecían vacías. Casi ni lo pensó: eligió el aula cinco para recomenzar el taller, una que estaba adelante, cerca de la confitería, así al menos podía tomarse un café con leche y leer el diario mientras esperaba a ver si llegaba alguien. Nadie el primer sábado. Pero al segundo ya llegaron un par, y después la boca en boca se fue encargando de que 200 chicos, incluso de otras instituciones, madrugaran los sábados, por motu proprio, para estudiar física. De llenar un aula, a llenar un anfiteatro de la universidad. Eso sí, todo ad honorem y ni noticias de las autoridades.
Al clásico libro de temas del docente, lo reemplazó por una libretita negra donde anotaba los aciertos, lo que había funcionado, los errores que cometía, cómo se sentía después de cada clase, las expectativas. Esas libretitas fueron material para una tesis de una estudiante de la Universidad Complutense de Madrid.
Daniel se sorprendía de que lo llamaran desde grupos empresariales y prestigiosos centros educativos para dar charlas de motivación y liderazgo, y en particular para contar cómo se trabaja en la adversidad. Dijo en un reportaje que “De lo que no tenía dudas es de la necesidad del pensar científico en este siglo. "Apropiarse de esas habilidades va más allá de recitar leyes y fórmulas. Es mirar la vida cotidiana y sus creencias en forma crítica y cautelosa. No aceptar ni negar porque sí, sino hacer hablar a la evidencia a la luz de la ciencia". Frases que hoy siguen animando a esta Argentina del desencanto
Con el tiempo llegaron otros reconocimientos más allá del de los alumnos: en 2012, el taller fue declarado de Interés Nacional por el Senado de la Nación, reconocimiento del Ministerio de Educación de la Nación, también Doctor Honoris Causa de la UNSA, y homenajes de las autoridades provinciales.
Falleció en el 2019 en la mitad de la vida, peleándole a una larga enfermedad en el mientras tanto, pero su obra sigue dando frutos y buenos ejemplos