Existen muchas cosas que tienen resultados catastróficas si son desconectadas. Por ejemplo, la heladera, alguien patea el cable y chau, todo lo del freezer hay que consumirlo urgente. O la computadora, cuando hay un corte de luz en la casa y tenés que volver a escribir lo que se borró. Ni que hablar del paciente internado en terapia intensiva sostenido en vida mediante mecanismos. Allí si se habla de “hay que desconectarlo” con la lamentable consecuencia esperada.

Son cosas conocidas por el ciudadano común. Pero últimamente apareció otra desconexión que podría transformarse en mortal si la cosa sigue así. Hablo de la desconexión entre el pueblo, sus gobernantes y el estado.

 

Estos tres elementos van de la mano, ya que el pueblo elige a los gobernantes para que administren un estado a través de un gobierno, es decir que lo gobiernen, para beneficio del propio pueblo. Así se cierra el círculo.

 

Visto de esta manera, que es solo una de las muchas posibles, los candidatos le dicen al pueblo que los “contraten” porque ellos van a gestionar de “esta” manera, que va a redundar en beneficios para el pueblo. El pueblo sopesa las alternativas y elige. Al final evalúa si los resultados se asemejan a lo prometido.

 

Hoy se ha producido una separación entre lo requerido por la población y lo entregado por los gobiernos de los últimos años. Más allá de las causas que podemos o no compartir, las y los argentinos sentimos que la distancia entre lo que nos ofrece el Estado y nuestras necesidades se agrandó.

 

Cuando se habla de un Estado presente se plantea esa mirada de cercanía, de abrazo solidario. Cuando ponemos mediadores entre el Estado y los desocupados alejamos. Cuando por falta de control los precios se separan de nuestros ingresos, nos volvemos a alejar. Y así.

 

Los gobernantes tienen dos funciones centrales, atender las necesidades del presente y ofrecer una alternativa de futuro, un sueño.

 

Las dificultades presentes han alejado al estado de este abrazo. En la Argentina de la comida una parte muy importante come una vez por día. Hay que decirlo, porque después nos sorprendemos de ciertos resultados poco racionales. En el país de la riqueza, la mitad de la población es pobre y un 3% tiene la mitad de los ingresos del país.

 

En el país de las oportunidades nos está costando hacérselas llegar a nuestra juventud.

 

En esta situación aparecen discursos que buscan eliminar al mediador y constructor del futuro, reduciendo al estado, eliminando los instrumentos (ministerios) que permitirían acercar las partes a su destino. Lo buscan reemplazar por el mercado, un lugar donde los actores son todos diferentes y el poderoso pisa al más débil. Refuerza las desigualdades y aumenta las injusticias.

 

Insisto, existe una separación entre los gobernantes y del duro presente o de los sueños de la población, pero no será con menos o más estado que se resolverán estos problemas.

 

La solución se encuentra en la conexión que establezcan estos tres factores, pueblo, gobernantes y estado, y el compromiso efectivo que estos pongan en construir una Nación.

 

Todas las grandes naciones del mundo han sido construidas con una fuerte conexión entre las necesidades del pueblo y sus sueños de bienestar y grandeza. Todas las grandes naciones se han construido mediante el trabajo mancomunado y nunca mediante la competencia despiadada. No se trata de teorías, se trata de realidades.

 

Desconectarse podría ser mortal.