Nuestra democracia, además de imperfecta, es enormemente compleja, como venimos comprobándolo en estos últimos 40 años. Sobrellevamos, sin atinar a resolverla, una catástrofe económica que nos tensiona y empobrece, y una crisis de representatividad que afecta, ciertamente, al mundo de las instituciones públicas, y a muchas de las organizaciones de la sociedad civil.

 

Pese a esto, las instituciones del Estado funcionan con altibajos; y las instituciones civiles tejen y destejen sus intereses, plantean conflictos, se enfrentan o acuerdan, y procuran consolidar sus ventajas amparados en formas corporativas casi centenarias.

 

Estabilizadores automáticos

Somos legión los que necesitamos y queremos cambiar; pero tememos que los cambios hayan de perjudicarnos; estamos de acuerdo con cualquier cambio, menos con aquellos que dañen el particular estatuto o la posición actual de cada uno.

 

La desconfianza y el temor presiden nuestras decisiones cotidianas. Sobrecargados de información (de la buena y de la mala) no logramos saber qué está pasando realmente ni, menos, podemos hacernos una idea de hacia dónde vamos después del sorprendente -para algunos- resultado de las presidenciales.

 

Basado en mi experiencia en el azaroso mundo de la política y de los gobiernos, tiendo a volver la mirada, más que a los titulares de prensa o al relato de los portavoces, hacia los actores y las fuerzas que -sobre todo en tiempos turbulentos- cumplen el papel de estabilizadores automáticos.

 

Ahora mismo, mientras nos preparamos para iniciar la jornada en Salta, hay cientos de personas y de organizaciones que se interrogan sobre y se preparan para el futuro de la Argentina y de los argentinos y, muchas veces desde las sombras, actúan a la defensiva o se arriesgan a proponer e incluso a asumir responsabilidades de gobierno.

 

En este panorama de final de año y de ciclo hay incógnitas relativamente sencillas de despejar. Así sucede, por ejemplo, con la aritmética parlamentaria: ¿Cuántos diputados y senadores acompañaran las iniciativas del señor Milei? ¿Cuántos se opondrán?; ¿Qué peso tendrán la indisciplina partidaria o el transfuguismo?

 

Pero mientras los expertos y los aficionados a lo que aquí llamamos "porteo" hacen su tarea, los estabilizadores automáticos (actores políticos y sociales, corporaciones, embajadas, intelectuales, medios de comunicación, influyentes, memoriosos, lobbistas) están operando, actuando, moviendo fichas. Me atrevería a decir que por estos días en los recintos del poder nacen y mueren decenas de conjeturales "pactos de la Moncloa".

 

Por lo pronto hay una sola certeza: Tenemos un nuevo y casi inesperado presidente constitucional, listo para asumir. Y una primera gran duda: ¿Quién liderará la oposición y asumirá la tarea de construir una alternativa para 2027?

 

La derecha

 

Existe, además, la semi certeza de que nos gobernará, por primera vez en nuestra reciente historia democrática, una coalición derechista que, conviene no olvidarlo, alberga incluso a sectores de ultraderecha vernácula. Escuchando a mis amigos tertulianos de Salta, Mendoza, Córdoba y Buenos Aires, deduzco, imagino, sospecho, que hay en ciernes, además, una alianza liberal-desarrollista. Una coincidencia y un compromiso en donde los liberales serán los encargados de velar por las instituciones de la república y por los derechos humanos; y el componente desarrollista aportará un nuevo modelo de organización económica, superador del neoliberalismo de los 90.

 

En paralelo, hay en ciernes una coalición exportadora (teorizada o soñada por Pablo Gerchunoff) que agrupará a productores, trabajadores, comerciantes, intelectuales expertos, ahorristas y bancos que conocen el mundo y que, bajo determinadas condiciones (la coherencia de la política exterior y el desarrollo de acuerdos comerciales inteligentes, por ejemplo), tienen las aptitudes necesarias para competir exitosamente, crear empleo y multiplicar nuestras exportaciones.

 

Como no podía ser de otra manera, hay mucha preocupación en el mundo de las relaciones laborales y sindicales. Mientras algunos temen fracasos como el del Proyecto Mucci, otros imaginan una embestida antisindical y un ajuste anti obrero, y se aprestan para la "tercera resistencia". En este terreno, nada peor que improvisar reformas basadas en dogmas o en intereses corporativos, en diagnósticos superficiales, o tramitadas por inexpertos.

 

Sin embargo, de fructificar la coalición exportadora, corresponderá a ella vertebrar las nuevas relaciones obrero -patronales, así como las nuevas relaciones entre el gobierno central, las provincias y los municipios. Sus actores (y desde luego el gobierno) tendrán la responsabilidad de incorporar a su diseño el futuro del Estado protector (irreemplazable en el corto y medio plazo) y de los receptores de ayudas vitales. En este sentido, es posible que pronto nos encontremos ante la extraordinaria oportunidad de poner en marcha el régimen de integración socio urbana de los barrios populares de la Ley 27.453/2018, aprobada hace 5 años con inusitado consenso parlamentario. Pero detengámonos un momento en el aspecto federal de la coalición exportadora. Como suele suceder, los salteños podemos llegar tarde a la cita y encontrarnos con que todo está resuelto al margen o en contra de nuestros legítimos intereses colectivos. Parece entonces urgente que el gobierno local cambie su chip, que las universidades salgan al campo de juego, que los empresarios espabilen, que los sindicatos adviertan el cambio y pidan y ofrezcan medidas redistributivas (por ejemplo, un nuevo código procesal laboral, la modernización de la justicia del trabajo, un programa de fomento a la registración laboral, educación pública de calidad, y eficaz, soluciones al colapso de la sanidad).

 

El nuevo (probable) escenario puede pensarse como hasta aquí en términos mendicantes y estériles, o siguiendo la filosofía del GEICOS que es tiempo ya de que sea recordada por nuestro Consejo Económico y Social.

 

Por supuesto, despejadas aquellas incógnitas o fructificadas aquellas alianzas queda un gran problema cargado de urgencias. No me refiero a la transición que conduce a la colocación de la banda y la entrega del bastón, sino a aquella transición que habrá de llevarnos de una economía desquiciada, desde nuestro poco original capitalismo de amigos, desde la corrupción en sus insospechadas modalidades, la exasperante ineficacia y la insolidaridad, a una nueva organización de la economía que funcione con reglas de mercado, que genere empleo decente y que sea ambientalmente sustentable. Una nueva economía integrada en el mundo, capaz de generar las condiciones para el pleno empleo y la mejora continua de las condiciones de vida y de trabajo.

 

Estamos frente a una transición que, como casi todas, demanda Comunicar. Compensar y Consultar. Y un piloto de tormentas que diga: "Señoras y señores pasajeros, estamos cayendo en picada. Mantengan la calma. Mi equipo está preparado para lograr un aterrizaje suave, sin heridos. También para compensar las molestias. Les ruego ajustar cinturones y permanecer en sus asientos. Muchas gracias".