Apuntes sobre la personalidad de Roberto Romero

Roberto Romero, el hombre que advirtió la Salta del futuro

Otro 15 de febrero nos alcanza en la memoria de un hombre superlativo como fue Roberto Romero. Fecha que nos convoca a renacerlo para evocar su trayectoria, pero sobre todo su carácter de hombre de empresa y político de raza.

 

La Historia ya lo tiene inscripto en letras de molde, como corresponde al hombre que ejerció Oficio del periodismo, y en ese lugar destacado de los bustos ilustres se conjuga, además, el autodidacta sorprendente, el visionario, el estadista, "El Negro", como afectuosamente lo llamábamos los amigos.

 

Gobernador popular y no populista, bruñido en acero en la Lealtad, esa altísima virtud que sólo es patrimonio de los grandes hombres. Intérprete veraz y decidido que hoy anhelamos en la dramática hora en que evocamos esa Argentina soñada, otrora Libre y Soberana, esa Argentina Potencia que reclama hombres de la talla de Roberto Romero.

 

Esta fecha es infausta para los afectos, pero honrosa en su poder de evocación del hombre que supo trazar el surco de la política sembrando un legado sobre el cual volvemos a buscar tu palabra de conductor porque tu mirada amplia no supo de sellos ni pertenencias, porque como los grandes hombres de la historia supiste advertir que "Todos tienen algo que decir".

 

El monumento que lo representa envuelto en su poncho es la tea que recuerda para los tiempos al gran caudillo justicialista, al provinciano con vocación de Patria y al militante que dejó grabado su paso en la memoria de un pueblo que ante su nombre hace la pausa que tal líder amerita.

 

Mi militancia justicialista se hunde en los primeros años del peronismo en la juventud y supimos acompañar el nacimiento de esta expresión tan genuina del político que sin la erudición académica supo dictar la cátedra más intensa y viva de la política militante.

 

En la evocación se trasunta la emoción ante el recuerdo de este Roberto Romero que desde el rincón de la resistencia no cejó en el ejercicio de su oficio y en la protección de sus amigos en las oscuras horas de la dictadura. Digo entonces, no sólo fue el político, el líder, el amigo, sino además el protector.

 

Las palabras apenas son un viso emergente a la hora de la apología necesaria y debida al caudillo. Porque mientras haya memoria viva en sus amigos y sus seguidores, Roberto Romero será mucho más que un monumento y una fecha. Continuará para los tiempos habitando en el corazón de los más humildes y de los verdaderos compañeros como un símbolo de que la política es transformadora de realidades sociales. Sólo le hace falta quien interprete las necesidades del pueblo, así, como supo hacerlo Roberto..., el amigo. -

 

(*) Director de Nueva Propuesta