El presidente Javier Milei brindó ayer una nueva entrevista radial, en la que aseguró que no piensa firmar un decreto para actualizar el salario mínimo, vital y móvil y que tampoco está prevista una convocatoria a la paritaria nacional docente. "Ni se te ocurra", respondió Milei al ser consultado sobre si piensa fijar por decreto un nuevo salario mínimo. "¿No es una cuestión que tiene que ser abordada por los trabajadores con sus empleadores? No creo que un político pueda determinar un precio a mano. Ni se me ocurre. ¿Yo voy a emitir un decreto fijando un precio?", se preguntó Milei.
Es evidente que el presidente desconoce las normas nacionales e internacionales aplicables en nuestro país. Si bien ha manifestado su desprecio por las normas que nos rigen afirmando que la Constitución Nacional es "inmunda" y que el artículo 14 bis "constituye el cáncer del país", ello no lo autoriza a sustituir la ley por su autocrática voluntad. El titular del Poder Ejecutivo tiene la obligación de establecer el salario mínimo, cuando su monto no haya surgido del acuerdo entre empresarios y trabajadores. El artículo 14 bis (que para desconsuelo del señor presidente, sigue -y seguirá- vigente) dice que el trabajo "gozará de la protección de las leyes las que asegurarán al trabajador… el salario mínimo vital móvil". El artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo establece que el SMVM "es la menor remuneración que debe percibir el trabajador… de modo que asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión". Hace ya 60 años (1964), bajo la presidencia del Dr. Arturo Illia, también se sancionó la ley 16459 que regula el funcionamiento del Consejo de Salario Mínimo.
Por otra parte, en el Convenio N°131, de 1970, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por nuestro país, se establece: "1. Todo Estado Miembro de la OIT que ratifique este Convenio se obliga a establecer un sistema de salarios mínimos que se aplique a todos los grupos de asalariados cuyas condiciones de empleo hagan apropiada la aplicación del sistema".
Cuando en la referida entrevista se refirió al salario como "un precio", olvida el presidente libertario que ese anacrónico concepto ha sido superado hace más de 100 años y en la Declaración de Filadelfia de la OIT (1944), la comunidad internacional reconoció expresamente que «el trabajo no es una mercancía». El trabajo no es un producto inanimado como una manzana o un televisor que se puede negociar para obtener el mejor beneficio o el precio más bajo. Éste forma parte de la vida cotidiana de cada persona y es la base de su dignidad, bienestar y desarrollo como ser humano.
Los libertarios, y en especial la secta anarco capitalista, están en contra del salario mínimo. En ese, como en otros tantos otros temas, están solos en el mundo. Los argentinos no advertimos que, cuando con euforia el presidente electo nos anunciaba que era el "primer presidente libertario en la historia de la humanidad", ello también significaba que los sufridos ciudadanos de este país nos convertíamos automáticamente en ratas de laboratorio donde los libertarios practicarían sus exóticas y alocadas ideas.
Todos los países civilizados del mundo (92% de todas las naciones) tienen establecido normativas sobre salario mínimo. La idea del salario mínimo es probablemente tan antigua como el propio trabajo por cuenta ajena. Existen referencias de Platón al respecto, así como de santo Tomás y san Antonio, que lo consideran una de las exigencias de la justicia cristiana y que heredaría el sindicalismo católico de los Círculos Católicos de Obreros en el siglo XIX como uno de sus principios básicos. También debemos recordar el edicto de Diocleciano que fijaba el salario de un obrero del campo en 25 dineros diarios, o las sucesivas ordenanzas francesas, de las que existen testimonios a partir en 1331, o inglesas desde 1349. En las Ordenanzas de Burgos, en la Ley IV del Título XXVI del Libro VIII se establece que los jornales de «los menestrales y demás obreros» será tasado por los «Concejos y los hombres buenos de cada comarca». Esta ley data nada menos que de 1373 y fue dictada en Burgos por Enrique II de Castilla.
Hasta para el "héroe" de Milei y "padre" del liberalismo, Adam Smith, que defiende la "mano invisible" del mercado, en el Capítulo Octavo de la Riqueza de las Naciones (1776), sobre los salarios de los trabajadores, luego de analizar el desnivel de negociación a favor de los empleadores, señala que: "ninguna sociedad puede florecer y ser feliz, si gran parte de sus miembros son pobres o miserables. No es otra cosa que equidad, además, de que quienes alimentan, visten y alojan a todas estas personas, deben tener lo que sería una parte del producto de su propio trabajo para estar ellos mismos tolerablemente bien alimentados, vestidos y alojados".