El 23 de abril se festeja el "Día Internacional del Libro" que recuerda el fallecimiento de tres grandes figuras de la literatura mundial. Precisamente un 23 de abril fallecían Miguel de Cervantes Saavedra, autor de Don Quijote; William Shakespeare, autor entre otras obras de Hamlet, y el Inca Garcilaso de la Vega, mestizo americano de padre español y madre inca, autor de Los Comentarios Reales de los Incas.
En el marco de los festejos que se llevaron a cabo en Salta se destacó el evento organizado por la Biblioteca Popular "Prof. Nora Godoy", bajo la dirección de la profesora Nena Reynoso. El suscripto fue invitado a brindar una conferencia alusiva al libro y el valor de la lectura, orientado a los alumnos de la escuela primaria del Barrio Solidaridad.
Se hicieron presentes un centenar de niños y se cumplió con el acto protocolar de dejar inaugurado el "Tesoro de la Biblioteca". Además de los alumnos y sus respectivos maestros, participaron benefactores y autoridades municipales, entre ellos los señores Ángel Causarano, Rodrigo Monzo, Facundo Monzo, César Álvarez Adet, Federico Nioi, y colaboradores de la biblioteca como Carlos Roberto Reynoso, Delia López, Laura Mena Serrano, Lito Luna, entre otros.
La historia del libro
El hilo conductor de la disertación estuvo basado en el largo camino del libro, desde Babilonia hasta nuestros días. Se mencionó cómo aquellos hombres de la Mesopotamia fabricaron tabletas de arcilla donde escribieron signos cuneiformes, en base a cuñas impresas con una caña en el barro fresco, antes de convertirlas en ladrillo cocido. A través de agujeros las tablillas se unían con una cuerda y así se lograba un volumen que contenía las cosas que a ellos les importaban. Pero estos "libros" eran sumamente pesados e inmanejables. Como idea motivadora se comentó que hoy un simple celular, de unos pocos decigramos, permite tener acceso en la web a más de 100 millones de libros; muchos más de los que pueden atesorar las bibliotecas más grandes del mundo, como por ejemplo la del Congreso de los Estados Unidos de América. Los antiguos egipcios encontraron una forma más liviana para plasmar su mundo mágico y natural y fue a través del papiro.
Este soporte, fabricado con la planta homónima del Nilo, tenía la ventaja de que se podía fijar en él los jeroglíficos inscriptos con tintas vegetales y minerales. La escritura jeroglífica permaneció dos mil años sin poder interpretarse hasta el increíble hallazgo de la "Piedra Rosetta" en 1799. Este bloque rocoso de granodiorita, con un peso de 760 kg, fue descubierto accidentalmente por un soldado de Napoleón en la ciudad de Rashid (Rosetta), en el delta del Nilo, mientras realizaban excavaciones para instalar un fuerte. En realidad se trataba de un trozo roto de una estela mayor. Tenía la particularidad de que estaba grabado en tres escrituras diferentes; la superior en jeroglíficos, la intermedia en demótico y la inferior en griego antiguo. El conocimiento del mundo egipcio avanzó geométricamente con ese fortuito hallazgo que terminó en manos de los ingleses y hoy se expone en el Museo Británico donde constituye una de sus principales atracciones.
El pergamino
La imposibilidad de utilizar el papiro egipcio llevó al desarrollo del pergamino. Pergamino toma el nombre de la antigua ciudad de Pérgamo en Asia Menor, y consistía en cueros curtidos de cabritos u ovejas. Los rollos de pergamino se almacenaban en bibliotecas donde se perforaban huecos en el mármol a manera de tubos para colocarlos y protegerlos.
Marco Antonio invadió Pérgamo y envió de regalo a Cleopatra esos pergaminos los que junto a los papiros fueron a enriquecer la famosa Biblioteca de Alejandría en la boca del río Nilo. Esta biblioteca era la más grande del mundo antiguo y pasó por varias pérdidas. En la última fue saqueada y destruida con lo cual se perdió irremediablemente una gran parte del conocimiento del mundo antiguo que allí se atesoraba.
Tanto papiros como pergaminos eran una materia prima escasa. De allí que muchas veces era necesario borrar y volver a escribir encima, una o varias veces. Estas reescrituras superpuestas pueden ser leídas hoy con técnicas especiales y aprender de lo que hay allí oculto. Son los palimpsestos y constituyen un verdadero tesoro para los historiadores. La palabra palimpsesto se ha utilizado también como metáfora en geología cuando se observa un paisaje que muestra varias firmas ambientales del pasado las que están allí superpuestas.
El ojo escudriñador y entrenado puede leer esas escrituras geológicas y deducir cómo el ambiente fue mutando hasta llegar al presente. Rasgos como la Garganta del Diablo o El Anfiteatro en la Quebrada de Las Conchas en la ruta a Cafayate (Salta), hoy una región árida, representan cascadas prehistóricas de la época de los grandes deshielos en la última edad glaciar.
Gutenberg
Volviendo al libro, y durante unos 1.500 años, la mayoría de las obras eran únicas o con algunas copias que se elaboraban en forma manual escribiendo y dibujando hoja por hoja. Esto iba a cambiar radicalmente con el invento de la imprenta por el alemán Johann Gutenberg a mediados del siglo XV. Si bien hubo muchos intentos previos, la gloria de "Padre de la Imprenta" recayó en él. El uso de tipos móviles lograba que se pudieran preparar planchas tipográficas que se embadurnaban en tinta y se imprimían sobre un soporte papel.
Son famosas las "Biblias de Gutenberg" que sólo atesoran unas pocas bibliotecas en el mundo, entre ellas la famosa y prestigiosa Biblioteca del Vaticano.
Los libros impresos en los 50 años posteriores a la creación de la imprenta son los llamados incunables. De allí el error de llamar "incunable" a cualquier libro viejo por más que tenga dos o tres siglos de antigedad.
Durante los últimos 500 años los métodos de impresión avanzaron velozmente y se imprimieron billones de libros en todos los idiomas y formatos posibles.
Especialmente valiosos para nosotros son los libros que produjeron las misiones jesuíticas del Paraguay, que se extendían a los territorios actuales de Brasil y Argentina, donde se utilizaron tipos móviles realizados en finas maderas tropicales y tintas vegetales y minerales.
Fueron impresos por los jesuitas y los indígenas guaraníes.
Uno de esos libros es la obra del padre Juan Eusebio Nieremberg, jesuita alemán, que se titula “Diferencias entre lo temporal y lo eterno”.
Un ejemplar sobrevivió los últimos siglos, mientras que paradójicamente el lugar donde fue impreso, son sólo ruinas pétreas engullidas por la selva.
Dicho libro, en manos de un coleccionista privado, fue tasado oportunamente en dos millones de euros.
Muchas bibliotecas desaparecieron a lo largo de la historia de la humanidad a causa de tiranos o por enfrentamientos religiosos o supremacías raciales.
Hubo un emperador chino que mandó a quemar todo lo que se había impreso para que la historia comenzara con él.
Los religiosos españoles en América mandaron a quemar los códices mayas y aztecas porque representaban, según ellos, la idolatría o ideología del demonio.
Los nazis quemaron los libros judíos en la famosa noche de los cristales rotos. Y los ejemplos abundan a lo largo de la historia.
Hacia el final de la charla se habló de Borges, el gran escritor argentino, que prefería ser recordado como un gran lector antes que como un gran escritor y en realidad fue genial en ambas cosas.
Por ello se enfatizó en el valor de la lectura, la importancia de las bibliotecas, los bibliófilos y en esa maravilla que es y sigue siendo el libro en papel.
Los asistentes se enriquecieron con una frase de Borges, al efecto, cuando dijo: “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro.
Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo.
Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”