Alejandro el Grande, inspirado en las hazañas de Aquiles en la Ilíada, se convenció deque tenía los dones necesarios para transformarse en el conquistador del mundo, entre Egipto y el Irán profundo, jalonó su camino por un montón de Alejandrías.

Ptolomeo I heredó a la más famosa, la Alejandría de la Puerta del Nilo y construyó la famosa biblioteca a la que le dio una vida activa, reuniendo en sus palacios a los eruditos más notables de la época. Podemos pensar que allí se funda la primera Universidad, al menos de este lado del mundo.

 

Hacia el S.IX de nuestra era, la abadía de Cluny en Francia, concentra la mayor capacidad intelectual de la época y en 1253 se funda la Sorbonne, la primera universidad de Francia.

 

En 1551 se crea la primera universidad de Hispanoamérica en Lima y en 1613 se crea

la Universidad de Córdoba en esta nuestra Patria.

 

En 1918 la Reforma Universitaria en Argentina la proyecta como modelo a toda América con su autogestión y autonomía.

 

Para los argentinos el siguiente gran progreso fue la creación, en 1948, de la Universidad Obrera Nacional para la inclusión de todos los trabajadores. Eje articulador del desarrollo social y económico nacional. Luego se transformaría en la Universidad Tecnológica Nacional.

 

Todo este resumidísimo, e imperfecto, camino virtuoso, de construcción del saber, de la educación, del pensamiento abstracto previo al tecnológico aplicado, fue iniciado y consolidado por diferentes formas de estado.

 

Monarquías, religiosos, ciudades estado, incluso dictadores, entendieron que el conocimiento no era solo esparcimiento o vanidad intelectual, sino que constituían un aspecto central de su potencial de crecimiento y, por lo tanto, del poder que sus organizaciones podían disponer en un mundo conflictivo.

 

Argentina no fue ajena a este pensamiento. Entre 1956 y 1966 y a pesar de la “purga”

de la Revolución “Fusiladora”, se desplegaron en las universidades argentinas una efervescencia fruto de la modernización de conceptos, tecnologías, ruptura de modelos

anquilosados que impedían los concursos. Aquella “casta” universitaria fue cambiada democráticamente.

 

La cultura de excelencia que se instaló en esos años fue tal que posicionó a nuestras universidades como ejemplo en América. Ya traía a Hussay como su Premio Nobel en Medicina, que venía de antes, pero hubo otros y otras en diversas disciplinas que marcaron a las universidades y facultades.

 

En julio de 1966 se produjo la Noche de los Bastones Largos consecuencia de la cual se auto exiliaron centenares de científicos. Otra vez las bestias.

 

Entre 1975 y 1982, fruto del accionar de la Triple A y del Proceso de Reorganización Nacional, miles de científicas y científicos fueron perseguidos, asesinados, desaparecidos o se exiliaron para salvar sus vidas. El sistema científico tecnológico educativo sufrió el impacto más grande y criminal que se pudo asestar.

 

Sin embargo, no fue el último.

 

La década del ’90, a través del desfinanciamiento se pretendió hundir en la intrascendencia a institutos de investigación, al CONICET, CONAE, INTA, etc. Algo tiene que quedar claro, si los profesores están alejados de la investigación, la enseñanza es mediocre.

 

El ciclo 2003-2015 significó un claro cambio de rumbo, que fortaleció la mirada positiva sobre la ciencia y por lo tanto la educación. El orgullo por la ciencia propia se difundió.

 

Pero también por la tecnología aplicada a procesos de producción en diversos ámbitos.

 

Nuevas universidades nacionales, pero también provinciales, nuevos centros de estudios y de investigación en toda la Nación a pesar de las crisis a las que fuimos sometidos, externas e internas.

 

Satélites, Centrales como el CAREM, innovación en términos de equipamiento militar, de producción agrícola y en cuanta área de investigación se busque, se vieron mejoras importantes. Las universidades recuperaron pronto su jerarquía regional y suprarregional.

 

Sin embargo, durante cada período de crecimiento, las bestias siguieron atacando, como gotas sobre cerebros, a un sistema científico que cada día busca los secretos mejor guardados de la naturaleza, la industria, la electrónica, la psicología o las relaciones sociales.

 

Cada día tratan de confundir al ciudadano común, con problemas de supervivencia enormes, para que vea en esos estudios de cosas complicadas, algo inútil. Y lo logran.

 

Hoy los poderes globales, aliados a las pobres oligarquías locales, volvieron al ataque de este bastión de la argentinidad que son las universidades y golpean el financiamiento universitario.

 

La universidad no adoctrina. La universidad, en todo el mundo, es vista como el camino de ascenso social. Su privatización implicaría el congelamiento de la movilidad social, verdadera razón del ataque.

 

La universidad, como emblema de la educación, como superación del enciclopedismo bibliotecario, ha sido, desde Alejandría a la fecha, el gran argumento para sacar a la población de la pobreza y a las naciones del atraso.

 

Solo una bestia puede desfinanciar lo que te da poder.

 

“Si vos crees que la educación es cara, proba con la ignorancia”, reza un proverbio.

En esto estamos.