Este año se cumplieron 200 años de la publicación del primer trabajo científico experimental de Argentina y que fuera preparado en Salta por el famoso sabio escocés Joseph Redhead, médico de Belgrano y de la familia Güemes. Invitado por la "Junta de Estudios Históricos de Salta" (JEHS), expuse sobre este particular bicentenario, un orgullo para la ciencia argentina.
Redhead, como hombre de ciencia se había ocupado de estudios botánicos, médicos, geológicos y geográficos. Una de sus preocupaciones, incitado por Alexander von Humboldt, era conocer la altura de valles y montañas de los Andes Centrales. El camino de postas al Potosí era un buen recurso para medir las elevaciones. Fue así como recorrió y midió alturas en los Andes del norte argentino y sur de Bolivia. Aplicó un método científico para hacer los cálculos y finalmente reunió la información en un folleto publicado por la Imprenta de la Independencia (Buenos Aires, 1819). Dicho artículo se titula "Memoria sobre la dilatación progresiva del ayre atmosférico". Un ejemplar se conserva en la Biblioteca Mitre. Se trata de un folleto de 16 páginas, con encuadernación de época, portando un sello de ex libris del coronel José Arenales.
Dedicatoria a Belgrano
Redhead dedicó su obra al "Excelentísimo Señor General Don Manuel Belgrano" y lo firma en Salta a los 6 días del mes de marzo de 1819. Se dirige a Belgrano como "Muy Señor Mío" y le cuenta que el tema de ciencia que decidió abordar en América ya había sido intentado por otros científicos en Europa los que habían desistido por las dificultades que encontraron. Con humildad sostiene que no sabe si lo ha logrado y se lo dedica en homenaje a la amistad con que lo ha honrado por largos años. Explica que perdió el manuscrito en manos del General Pío Tristán, quien se lo incautó junto a todos sus bienes. Por esta razón, entre otras, tuvo que elegir un bando: el de Belgrano, los americanos y la independencia; a pesar de que su profesión médica y su extranjerismo se lo prohibían, más éticamente que de hecho. También menciona que una feliz casualidad le permitió recuperar el manuscrito, que completó a las apuradas para su impresión. La memoria técnica comienza en la página 3, donde habla de la historia física del aire y el antiguo concepto aristotélico de vacío de acuerdo con las ideas de Galileo y de Torricelli. Especialmente con el afamado "Tubo de Torricelli".
Luego de breves consideraciones filosóficas pone el acento en el aire como un fluido de la atmósfera con peso desigual, de acuerdo a la altura desde el nivel del mar hasta las capas más altas.
Toma ejemplo directo de Potosí y da una explicación científica de la enfermedad del soroche descartando que los viajeros se enfermen por las emanaciones o gases de las minas como pensaban los nativos de la Villa Imperial. Para reafirmar la causa apunta que otras montañas de similares alturas tienen el mismo fenómeno aun cuando carecen de vetas metálicas.
El aire y la altura
Dice que la rarefacción del aire es tal que 100 partes de aire tomadas a nivel del mar ocupan en Potosí 170 partes. En cuanto a los estudios previos menciona a Cassini y Maraldi en 1703 y sus aportes a las mediciones de altura en base a los resultados de la columna de mercurio. Señala las incertidumbres de estos autores que sólo pudieron medir lo que ocurre "a media legua de altura" y desconocen qué es lo que podía pasar más arriba donde el aire se hacía más tenue. Luego cita a Black de Edimburgo y los trabajos de Lavoisier con los cuales se pudo saber que tanto el agua como el aire, en su calidad de "fluidos elásticos", estaban formados por distintos elementos de los cuales se conocía sus cantidades y composiciones.
Dice que la idea que lo inspiró fue la lectura del tratado de física de Brisson quien había reunido la información de Cassini, Maraldi y De Chazelles que le sirvió de base para él aplicar el "método de los logaritmos" a los datos allí obtenidos. Redhead obtuvo valores muy diferentes a los que se daban por admitidos. Pero no podía demostrarlo y esperaba que alguien pudiese hacerlo. Por ello la posibilidad que tuvo de viajar a América del Sur fue excelente para sus trabajos científicos.
Cuenta que en 1806 acompañó desde Buenos Aires a Potosí a don Francisco Muñoz y San Clemente que había sido promovido a la presidencia de Cuzco por el rey de España. Comenta los pormenores del viaje, el apuro que llevaban, la imposibilidad de hacer las observaciones, el instrumental básico con que se había provisto, entre otros asuntos. Se dio cuenta que hasta Jujuy, no habían superado un cuarto de legua en altura y que recién allí comenzaban las medidas interesantes.
La altura de los cerros
Llegó finalmente a Potosí y se dedicó a tomar la altura de la Villa Imperial y del Cerro Rico. Esto le dio 16 y 17 pulgadas en la altura del barómetro correspondientes a 269,70 y 256,21 toesas. El nivel del mar es de 28 pulgadas. Calculó la altura del cerro en 2522,5 toesas o 5885 varas (aprox. 4.917 m). Potosí le va a servir como parámetro en las medidas posteriores. La altura del Cerro Rico según los datos actuales es de 4.782 metros. La oportunidad para medir el resto de las alturas entre Potosí y San Miguel de Tucumán se le ofreció en 1807 cuando regresó. Para ello cuenta que tomó tubos de vidrio, colocó unas gotas de azogue (mercurio), los selló herméticamente e inició el retorno. Fue tomando medidas en sus tubos de vidrio y así pudo confeccionar una tabla que le permitía calcular cualquier altura recurriendo a ese método.
Refiere que sus mediciones coinciden con las de Humboldt en Ecuador quien midió la altura del volcán Chimborazo (6.268 m), hasta entonces la montaña más alta del mundo que había pisado el hombre.
Tomando en cuenta lo observado supone que si se pudiera continuar midiendo seguiría bajando la altura del barómetro.
Y allí plantea una brillante disquisición filosófica, que tiene que ver con el método científico, cuando señala que la naturaleza tiene sus leyes y que no se puede especular si no se puede seguir midiendo.
Sostiene que una cosa es la imaginación sobre la progresiva rarefacción del aire a partir del dato del Chimborazo y otra la que se puede obtener de la bomba neumática. Luego discurre sobre las discusiones que se dieron entre Pictet y Napoleón Bonaparte acerca de la disminución de temperatura con la altura y sostiene que Bonaparte acertó por haber seguido las leyes de la naturaleza y no las fórmulas que propuso el filósofo de Ginebra.
En base a observaciones realizadas a los 20 grados de latitud, Redhead calculó que desde el nivel del mar hacia arriba la temperatura iría bajando desde 1,5 grados a 100 toesas (unos 200 m de altura), hasta llegar a 0,06 grados a una altura de una legua. Piensa que la gravedad actúa sobre la atmósfera igual que con el mar y que ambas son sometidas a movimientos periódicos que se lograrán resolver cuando avance la ciencia de la meteorología. Sostiene que mar y atmósfera están gobernados por “leyes inmutables”.
Espesor de la atmósfera
Las últimas consideraciones del texto, están referidas al espesor de la atmósfera que él considera de unas “tres leguas y cuarto”, a diferencia de otros autores como Mariotte, que la calculó en 25 leguas, o De Hire en 16. Lamentablemente no aclara a que legua se refiere.
Tomando los valores promedio de las leguas españolas, entonces en uso, daría una altura entre 18.109 m y 19.220 metros. Considerando que la altura actual de la atmósfera en las zonas intertropicales alcanza entre 18 y 20 km vemos que Redhead no estuvo equivocado en su apreciación. Redhead prestó grandes servicios médicos y científicos a Salta en tiempos de la independencia y merece el reconocimiento histórico de la tierra que lo adoptó.
Con su trabajo experimental de física natural se convierte en un pionero de la ciencia argentina.