GINEBRA (Noticias de la OIT) En el último decenio, el número de trabajadores sindicados se ha reducido considerablemente, llegando a niveles por debajo de 20 por ciento en 48 de 92 países objeto de un estudio, dice la Oficina Internacional del Trabajo en su informe anual sobre la situación del mercado laboral, El Trabajo en el mundo 1997-98, publicado este año en Ginebra.
Según el informe, la fuerza de trabajo mundial se estimaba en 1.300 millones de personas en 1995, pero de éstas sólo unos 164 millones estaban afiliadas a un sindicato. El índice de densidad sindical fue superior al 50 por ciento de la población activa solamente en 14 de los 92 países estudiados. Durante los últimos diez años, el número de sindicalistas disminuyó en todo el mundo, con excepción de apenas 20 países.
A pesar de esta evolución poco alentadora, la OIT observa que la pérdida numérica no se ha traducido en una pérdida de influencia. En la mayoría de los países, los sindicatos han logrado consolidarse en sectores esenciales, han captado nuevos miembros en otros de creciente importancia económica y han puesto en práctica nuevas estrategias de negociación colectiva, muchas veces de escala mundial.
En una conferencia de prensa celebrada en Ginebra para presentar el informe, el Director General de la OIT, Sr. Michel Hansenne, dijo que los resultados consignados en el estudio son reveladores del momento crucial por el que atraviesan las relaciones laborales en todo el mundo. Sin embargo, desechó la idea de que estemos asistiendo a un debilitamiento generalizado del movimiento sindical: "las cifras estadísticas reflejan sólo una parte del problema", recalcó.
"Allí donde muchos expertos de todo el mundo ven sólo la crisis, yo veo los avances de la democracia y el pragmatismo y la mayor libertad de que gozan millones de trabajadores, que pueden así constituir organizaciones representativas para entablar negociaciones colectivas con los empleadores y participar en la toma de decisiones que afectarán su vida, tanto en la sociedad como en el lugar de trabajo", afirmó el Sr. Hansenne.
A tenor del informe, si bien es cierto que la pérdida de fuerza numérica de los sindicatos obedece en buena medida a factores económicos como la reducción del empleo en el sector público, la exacerbada competencia económica y la disminución de la parte del empleo total correspondiente al sector industrial manufacturero, por otra parte las marcadas fluctuaciones de la afiliación sindical en muchos países y regiones dependen también de la transformación de los sistemas de gobierno o de la radical revisión del arsenal legislativo.
Por ejemplo, la mayor baja regional de la afiliación sindical se registró en los países de Europa central y oriental, con una disminución media de 36 por ciento. Ocasionada fundamentalmente por el fin del régimen de inscripción sindical prácticamente obligatoria que existía en los países del antiguo bloque socialista, la pérdida de afiliados fue, en particular, de 71 por ciento en Estonia, 50 por ciento en la República Checa, 45 por ciento en Polonia, 40 por ciento en Eslovaquia y 36 por ciento en Hungría. La reducción de la tasa de sindicación de Alemania (de 20 por ciento, frente a 16 por ciento
de promedio en la Unión Europea) debe atribuirse en gran medida a la gran deserción de los afiliados sindicales en la ex República Democrática Alemana.
En cambio, la sindicación ha crecido en otros países, en particular en Sudáfrica, donde tras el advenimiento de la era post apartheid el número de afiliados se ha incrementado en 130.8 por ciento. También ha crecido el número de militantes sindicales en Bangladesh (58 por ciento), Canadá (11 por ciento), Chile (89 por ciento), República de Corea (61 por ciento), Filipinas (69 por ciento), España (92 por ciento), Tailandia (77 por ciento) y Zimbabwe (54 por ciento).
El informe de la OIT señala además que las autoridades de algunos países se empeñan en mantener bajos los niveles de sindicación, sea por motivos políticos o para alentar la llegada de inversiones. Algunos gobiernos han "adoptado una política restrictiva en lo tocante al reconocimiento de los sindicatos, por estimar que con ello estimulaban las inversiones extranjeras". Asimismo, en muchos países se aplican cotidianamente restricciones de diversa índole, y las autoridades favorecen o pasan por alto las prácticas antisindicales, hechos que son denunciados en las múltiples quejas que cada año examina el Comité de Libertad Sindical de la OIT.
Al evolucionar los sindicatos de muchos países "en el sentido de menos antagonismo y más negociación", han demostrado que son capaces de aprovechar su fuerza en tiempo de crisis. Al calor de diversos conflictos laborales y políticos de estos últimos años, sobre todo en Francia, Alemania y la República de Corea, el movimiento sindical ha sabido actuar resueltamente en la negociación de acuerdos favorables.
Las actividades sindicales de ámbito internacional se han desarrollado enormemente, figurando entre las más publicitadas las campañas que han conducido a algunas compañías multinacionales de renombre mundial (como Nike, The Gap y otras) a adoptar los denominados "códigos de conducta", que rigen en particular el trato a los trabajadores y las obligaciones de los subcontratistas en los distintos países de implantación. Por otra parte, en muchos países en desarrollo no democráticos, como Myanmar, Nigeria y Sudán, los sindicatos y demás organizaciones de los trabajadores siguen encabezando los movimientos de oposición democrática y de promoción de los derechos humanos. El establecimiento de estructuras sociales innovadoras, como los comités de empresa en Europa y diversos "pactos sociales" (similares a los concertados en Irlanda e Italia con el fin de elevar la productividad, contener la inflación y reducir el desempleo), ha sido inspirado en gran medida por los sindicatos.
En otros países, como el Reino Unido, Australia y Nueva Zelandia, la disminución del número de afiliados sindicales (en tasas de 25, 30 y 55 por ciento, respectivamente) fue provocada en parte por el debilitamiento de la protección legal y del reconocimiento institucional de las organizaciones de trabajadores.
La sindicación en los Estados Unidos experimentó una reducción del 21,1 por ciento en el curso del decenio, de modo que en este país se registró uno de los niveles de sindicación más bajos entre las naciones industrializadas. La modificación de la composición de la mano de obra como consecuencia de la adopción de las nuevas tecnologías es una de las causas principales de esta tendencia.
En Israel, el número de trabajadores sindicados se redujo en 76 por ciento en el período 1985-1995, principalmente a raíz de la reforma que suprimió la prestación de asistencia médica por los sindicatos, servicio que fue transferido al Estado.
En algunos países industrializados, la baja del número total de trabajadores sindicados no ha sido significativa, pero el porcentaje de asalariados con respecto a la fuerza de trabajo total se ha reducido en forma considerable. Esto implica que prácticamente en todos los países muchas de las personas que ingresan en la vida activa no se incorporan a organizaciones sindicales, y que la importancia numérica relativa de los trabajadores sindicados sigue disminuyendo en porcentaje respecto de la fuerza de trabajo total.
Por ejemplo, durante los últimos diez años, el total de trabajadores sindicados en el Japón disminuyó en menos de 1 por ciento, pero la pérdida de densidad sindical fue en cambio de 16 por ciento: los trabajadores sindicados constituyen hoy sólo un cuarto del total de la fuerza de trabajo japonesa.
En Italia, la afiliación sindical se mantiene estable, pero el porcentaje de trabajadores sindicados con respecto a la fuerza de trabajo total se ha reducido en 7 por ciento desde mediados de los años 1980, correspondiendo en la actualidad a 44 por ciento de la población activa total.
El Director General de la OIT reconoció que el retroceso cuantitativo de la sindicación pone de relieve una realidad, a saber, que "la apertura económica significa aceptar el cambio". Insistió, eso sí, en que se ha probado abundantemente que "el grado de participación de los países en el proceso de mundialización no queda en modo alguno limitado por la existencia de organizaciones sindicales poderosas". En realidad, los beneficios que se derivan de tal fenómeno tienden a ser mayores "cuando los interlocutores sociales son capaces de asegurar a los asalariados un nivel razonable de protección ante los cambios".
El Sr. Hansenne hizo hincapié en la función económica vital que desempeñan los sindicatos en el marco de la reestructuración industrial, y agregó que "las organizaciones sindicales siguen cumpliendo un importante cometido como vectores de la democracia y defensores de la justicia social, en particular abarcando en su ámbito de acción a las mujeres, las minorías, los grupos de consumidores, los desempleados y las crecientes filas de los trabajadores pobres en diversos países del mundo entero".
Es apremiante adaptarse
El informe pone de manifiesto la existencia de un ámbito de relaciones laborales muy diferente surgido de la economía de escala mundial, relaciones que obedecen más a la movilidad del capital, a los nuevos métodos de producción y de comunicaciones y a técnicas innovadoras de perfeccionamiento de los recursos humanos que a los modelos tradicionales de relaciones de trabajo colectivas, que según dice "han quedado desbaratados hoy".
La OIT prevé una disminución de la intervención estatal en la economía, una mayor autonomía de las empresas y la intensificación de la competencia por los puestos de trabajo y las inversiones disponibles. Poner coto a las consecuencias potencialmente negativas de estas tendencias en el plano social es una empresa de la mayor trascendencia que deberán acometer tanto los gobiernos como los empleadores y los trabajadores.
El informe hace notar la movilidad cada vez mayor que tiene el capital, movilidad que ofrece a las empresas, antes limitadas por las fronteras nacionales, las muchas opciones de inversión e implantación que conlleva la competencia internacional. Para el capital, dice la OIT, "existen, en efecto, tales soluciones exteriores, y es posible que abunden cada vez más en el futuro".
Según la OIT, al disponer las empresas de mayores posibilidades de implantación de la producción, "el costo del trabajo vuelve a ser el centro de la negociación". En efecto, "las remuneraciones, que quedaban antes al margen de la competencia" ya que eran objeto de convenios colectivos sea nacionales, sea sectoriales "están de nuevo expuestas a ella".
Se corre el riesgo de que esta nueva situación de competencia laboral perjudique sobre todo a los trabajadores poco calificados y con un bajo nivel de ingresos, y que se agraven las desigualdades sociales. La OIT advierte que la competencia comercial y la movilidad del capital pueden ser factores de división de la fuerza de trabajo, al crear una gran demanda de trabajadores calificados y estimular el aumento de los salarios de este segmento laboral a expensas de la mano de obra poco calificada, que hasta hace poco estaba protegida de la competencia salarial.
También los empleadores se ven confrontados a problemas de nuevo tipo como consecuencia de la menor participación del Estado en la economía y de la intensificación de la competencia.
"Al recortar la autonomía de la política macroeconómica nacional, la mundialización ha consolidado la función de la empresa como motor del crecimiento económico y de la creación de puestos de trabajo", dice el informe. Pero, por otra parte, este proceso y las fuerzas del mercado "menoscaban los mercados protegidos, en los cuales estaban acostumbradas a actuar las empresas". Estas han reaccionado transformando las pautas de organización del trabajo y la producción, por lo que hoy es imprescindible "adaptar la estructura de las relaciones laborales".
Las víctimas más inmediatas de los esfuerzos desplegados para fomentar la flexibilidad y el método de producción "en el momento preciso" han sido los directivos y mandos medios, cuyo número se ha reducido sustancialmente. Por ejemplo, en los Estados Unidos, "el 18,6 por ciento de los puestos de trabajo suprimidos desde 1988 eran de personal de dirección de nivel medio", en circunstancias que esta categoría de trabajadores representa tan sólo de 5 a 8 por ciento de la plantilla de las empresas. En las grandes empresas del Reino Unido, el número promedio de niveles jerárquicos ha pasado de siete a menos de cinco en los últimos años.
Este proceso ha entrañado también la atribución de responsabilidades cada vez más extensas a las unidades de producción, al irse aplicando nuevos métodos de organización, como los equipos polivalentes e integrados, en sustitución del sistema tradicional, caracterizado por la repartición de los puestos de trabajo en compartimientos estancos y la rigidez de la definición de funciones, que predominó hasta el decenio de 1980 en los países industriales más avanzados.
La OIT advierte en su informe que si bien esta nueva metodología ofrece "ciertas ventajas para los trabajadores, a los que proporciona una mayor autonomía, más funciones y un mayor poder de decisión", tales beneficios tienen como contrapartida el aumento del desempleo, la pérdida de la seguridad del empleo, el empobrecimiento de las perspectivas de progresión profesional y "un aumento del porcentaje de trabajadores 'periféricos': ocasionales, temporeros, de dedicación parcial o titulares de contratos de duración fija".
Por de pronto, a las estructuras de relaciones de trabajo conocidas se han agregado, en muchos casos, nuevos mecanismos conocidos con la denominación genérica de "políticas de perfeccionamiento de los recursos humanos (PRH)". Estas se aplican al tratamiento de cuestiones laborales como el trabajo en equipo, la capacitación y los sistemas de remuneración y de gestión del personal, que antes se trataban por lo general en el marco de la negociación de convenios colectivos.
Conforme hace notar la OIT en su informe, la aplicación de las políticas de PRH pueden dar lugar a dos actitudes: "o bien la presencia de los sindicatos facilita la implantación de esos métodos o bien éstos sirven para contrarrestar su influencia". En Europa continental y en el Japón, las relaciones entre empleadores y trabajadores prácticamente no han sido perturbadas por las circunstancias de esta transición. Tal no ha sido el caso del Reino Unido y de los Estados Unidos, países donde "en el contexto cultural de una negociación colectiva tradicionalmente conflictiva, esa relación parece más polémica".
De acuerdo con el análisis de la OIT, las formas que adopten las futuras relaciones de trabajo serán determinadas en gran medida por los cauces que los empleadores y los trabajadores sigan para resolver la contradicción entre, por una parte, las políticas basadas en la cooperación y las relaciones laborales tradicionales en que reposan la mayoría de las estrategias de perfeccionamiento de los recursos humanos , y por la otra, las relaciones de trabajo tradicionales, basadas en la empresa, que suponen la existencia de sindicatos y de la negociación colectiva. A juicio de la OIT, hay que buscar la "complementariedad" de ambas vías, sin menoscabar la función de los sindicatos, que a menudo son llamados a intervenir cuando los problemas no admiten soluciones directas, basadas en la cooperación entre los interlocutores sociales, o cuando se refieren a materias sociales que rebasan el ámbito de la empresa.
Las nuevas estrategias de los empleadores y los sindicatos
La OIT observa que, en muchos casos, los problemas de los sindicatos se han agudizado como consecuencia de decisiones tomadas por las propias organizaciones, y que es imperativo que éstas encuentren soluciones innovadoras. Por ejemplo, la pérdida de ingresos que resulta de la mengua del número de afiliados ha favorecido la fusión de muchos sindicatos, que buscan así racionalizar su funcionamiento. Ello tiene el inconveniente de que, a veces, las grandes organizaciones que se forman de esas fusiones terminan distanciándose de sus bases.
Por otra parte, los sindicatos siguen ocupándose fundamentalmente de los trabajadores empleados por las empresas de mayor tamaño, dotadas de sistemas de producción en gran escala. Así, descuidan al creciente número de trabajadores de las PYME o del sector de los servicios, y también a los que tienen empleos atípicos, como ocurre con los que trabajan a tiempo parcial, en su domicilio o en el sector informal. Las organizaciones de empleadores han cometido errores análogos, pues no han sabido organizar a las PYME ni a los empleadores del sector informal.
Para superar estos y otros obstáculos, los sindicatos y las organizaciones de empleadores están concibiendo nuevas estrategias, entre las que destacan las siguientes:
- La oferta de nuevos servicios Tanto las organizaciones de trabajadores como de empleadores se ocupan hoy de prestaciones sociales complementarias, servicios de asesoramiento, programas de capacitación en comunicación profesional, creación de redes de empleo, etc.
- La captación de nuevos miembros Los sindicatos se interesan por categorías como las mujeres, los jóvenes, los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas (PYME), las personas ocupadas en el sector informal o no estructurado (es decir, aquellas cuya ocupación no queda comprendida en el ámbito de la economía institucional y que representan hasta el 80 por ciento de la fuerza de trabajo total en las regiones más pobres del mundo) y los desempleados. Por su parte, los empleadores se han propuesto incorporar a sus organizaciones a los propietarios de PYME y a los empleadores del sector informal.
- La intensificación de la cooperación internacional A pesar de la existencia de barreras jurídicas y diferencias culturales, los sindicatos están incrementando notablemente sus vínculos internacionales, en particular tomando parte en foros y confederaciones e intensificando los contactos directos entre sindicalistas de distintos países, en particular entre aquellos que trabajan para corporaciones multinacionales. En cuanto a las organizaciones de empleadores, éstas tratan de constituir a nivel regional redes integradas de servicios de capacitación y perfeccionamiento, asesoramiento jurídico y planificación estratégica, accesibles a estructuras cada vez más extensas de empleadores, y especialmente a las PYME.
- El establecimiento de nuevas alianzas Las organizaciones de base local, entre las que se cuentan las ONGy las asociaciones de consumidores, que comparten objetivos con los sindicatos o las organizaciones de empleadores se están convirtiendo en interlocutores de creciente importancia en los debates sobre cuestiones de interés mundial, como la promoción de los derechos humanos, las políticas de comercio, el medio ambiente y el desarrollo económico y social.