El 16 de octubre se celebró el "Día Internacional del Fósil". Este día fue implementado por la Asociación Paleontológica Internacional (IPA) a los fines de que se tome conciencia del valor patrimonial de esos organismos del pasado. En tal sentido, la Asociación Paleontológica Argentina (APA) decidió acompañar con una serie de actividades en el país.

Los fósiles son singularidades de la naturaleza que reflejan la evolución de la vida en el planeta Tierra, registrada al menos en los últimos 3.700 millones de años. Evolución desde formas simples a formas complejas, desde bacterias unicelulares a organismos multicelulares, desde los estromatolitos arcaicos hasta el hombre moderno.

 

Un gas "venenoso"

Un largo camino recorrido desde los primeros filamentos íiodo Arcaico hasta la fauna y la flora que puebla los mares y continentes actuales. Evolución biológica que tuvo avances y retrocesos, estos últimos como producto de las grandes extinciones catastróficas, tal la que puso punto final al reinado de los dinosaurios 66 millones de años atrás; o el gran evento que cambió la atmósfera reductora por una oxidante hace 2.500 millones de años, cuando un gas venenoso como el oxígeno se transformó paradójicamente en el gas de la vida. Ese evento de oxidación en el límite Arcaico - Proterozoico hizo precipitar el hierro en los mares del planeta, que dieron lugar a las extraordinarias formaciones de hierros bandeados (BIF), que constituyen la materia prima de la siderurgia mundial.

 

Precisamente a esa revolución planetaria de precipitación de hierro se la ha dado en llamar el período Sidérico. O el evento que desarrolló la biota de cuerpos blandos de Ediacara, que dejó extraños fósiles como las Dickinsonias. El hallazgo de colesteroides demostró que eran animales y no plantas, u otro tipo de formas de vida como había propuesto originalmente el paleontólogo alemán Adolf Seilacher, quien las definió como el nuevo reino de los Vendobionta. Representan entonces una paleofauna de edad precámbrica superior que se extinguió completamente unos 550 millones de años atrás. Restos de esos extraños fósiles ediacarianos, atribuidos a discos de aspidellas, se han encontrado en las sierras bonaerenses de Olavarría y son hoy motivo de estudio.

 

Nuestras rocas, nuestros fósiles

La fauna de cuerpos blandos de Ediacara va a ser reemplazada por invertebrados con conchillas o exoesqueletos, caso de los braquiópodos y trilobites, que dan nacimiento al eón fanerozoico. Las rocas de las montañas salteñas y jujeñas están llenas de esos fósiles, especialmente del período Ordovícico. Los ríos del norte argentino llevan abundantes cantos rodados que contienen braquiópodos y trilobites que vivieron en viejas playas marinas. En rocas afines, en Bolivia, se han encontrado restos de los primeros peces que habitaron el planeta, como es el caso de sacabambaspis. También de las capas ordovícicas se han rescatado una infinidad de graptolites, conodontes, nautiloideos, bivalvos, ostrácodos, gasterópodos, bivalvos y otros organismos marinos que vivieron unos 470 millones de años atrás.

 

Entre ellos merece destacarse a unos curiosos artrópodos conservados en delicadas arcillas de la sierra de Mojotoro y que pertenecen al grupo de los marellomorfos y son motivo de estudio en la Universidad Nacional de Salta. También se han registrado en el norte argentino y Bolivia restos fósiles de las primeras plantas que emergieron en el mundo, como son las cooksonias.

 

El período Carbonífero ha brindado algunos fósiles notables, especialmente en Bajo de Véliz, en San Luis. El paleontólogo Mario Hunicken anunció en 1980 el hallazgo de una araña gigante a la cual dio el nombre de megarachne. Pronto se hicieron réplicas y calcos para muchos museos del mundo, ya que teóricamente se trataba de la araña fósil más grande del planeta. Estudios posteriores determinaron que en realidad fue un "escorpión marino" del grupo de los euriptéridos.

 

Nuestros dinosaurios

La Argentina ha sido un terreno fértil para el hallazgo de dinosaurios de todas las edades, desde los más primitivos del período Triásico hasta los más evolucionados del Cretácico. Así se cuenta con los yacimientos de Ischigualasto (San Juan) y Talampaya (La Rioja), que pertenecen al Triásico y muestran una gran variedad de reptiles primitivos (Riojasuchus) y dinosaurios como los famosos Herrerasaurus y Eoraptor, entre otros, considerados entre los más antiguos del mundo. La Patagonia se ha convertido en la meca para el estudio de los dinosaurios supergigantes. Cientos de esqueletos de toda clase de dinosaurios se han rescatado especialmente de capas geológicas pertenecientes mayormente al Jurásico y al Cretácico. Entre ellos el mayor carnívoro (Giganotosaurus) y los dos herbívoros (Argentinosaurus y Patagotitán) más grandes del mundo. También dinosaurios curiosos como el Carnotaurus, un carnívoro con cuernos que se hizo popularmente famoso. O un pequeño dinosaurio del tamaño de un ratón llamado Mussaurus. También dinosaurios del grupo de los hadrosaurios, megaraptores y una amplia gama de esos animales que cumplían distintos roles ecológicos. Hay además hallazgos notables de reptiles marinos, como mosasaurios y plesiosaurios. Se han descubierto numerosas camadas de huevos de dinosaurios en la Patagonia y también en La Rioja. Y no solo dinosaurios gigantes sino también las araucarias que alcanzaban enormes alturas y cuyos troncos y "piñas" se han conservado silicificados. Restos de esos árboles gigantes hay en los bosques petrificados de Santa Cruz y Chubut. La presencia de los famosos pterodáctilos, o reptiles voladores, era conocida en especial por los viejos hallazgos realizados en la década de 1970 por el paleontólogo José Bonaparte en capas cretácicas de San Luis de unos 100 millones de años. Fue el primer descubrimiento de esos reptiles en el Hemisferio sur y fueron bautizados como pterodaustros. Al parecer se alimentaban como los flamencos y tenían un pico filtrador con más de 500 dientes como agujas.

 

Nuevos restos de pterodáctilos fueron descubiertos recientemente en Mendoza, en capas de 86 millones de años, y corresponden a pterosaurios que tenían una envergadura entre 7 y 9 metros. El hallazgo de aves completamente nuevas para la ciencia y que convivieron con los dinosaurios dio lugar a la definición de los Enantiornithes. Fueron descriptas por primera vez en Salta y hoy se conocen a escala mundial por los numerosos hallazgos en otros continentes. Huevos fósiles en La Rioja, en capas que además contienen restos de dinosaurios, fueron atribuidos a Enantiornithes.

 

 Aquellos mamíferos criollos

Con la extinción de los dinosaurios alcanzan su esplendor los mamíferos a lo largo de la era cenozoica. La Argentina contiene mamíferos de todas las edades del Terciario y del Cuaternario, y por ello, en base a los mamíferos terrestres, especialmente en la Pampa y la Patagonia, se les ha dado nombres propios que se usan en toda América del Sur (SALMA).

 

Entre esos mamíferos hay dos muy famosos de la megafauna pleistocena que se encuentran en museos europeos. Uno es el megaterio de Luján, descubierto en el siglo XVIII, que fuera enviado al rey de España y estudiado por varios sabios europeos, entre ellos Cuvier. Hoy se encuentra en la puerta de entrada del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

 

El otro es un gliptodonte de la Pampa bonaerense que fuera enviado a Inglaterra por el cónsul Sir Woodbine Parish y hoy se expone entre los tesoros del Museo de Historia Natural de Londres.

 

Se han encontrado también restos de ciervos gigantes como Antifer, osos gigantes como Arctotherium, aves carnívoras gigantes como los fororracos, así como también tigres dientes de sable, mastodontes, macrauquenias, toxodontes, milodontes y un sinnúmero de otros mamíferos, aves y reptiles que conforman el acervo paleontológico nacional. Mucha de la información aquí expuesta ha sido desarrollada más específicamente en un reciente libro del autor titulado “Historia de la vida antigua. La búsqueda del Antroposaurio. Ensayos sobre temas paleontológicos”. Con prólogo de Alvaro Mones (Mundo Gráfico Editorial, 136 p., 2019. Salta). Los fósiles, verdaderas obras de arte conservados en rocas, son el testimonio real de cómo era la vida en el remoto pasado y son la puerta de entrada a ese mundo desconocido. Su valor patrimonial está protegido por ley.