Ricardo Pignanelli está sentado junto al flamante Presidente Alberto Fernández. El micrófono parece una miniatura frente a su cuerpo, pero más pequeño queda aún ante la propuesta que están presentando.

SMATA lideró un acuerdo que puja por convertirse en una Ley de desarrollo de la Industria Automotriz. La propuesta es una respuesta a una situación que estaba tornando al sector en inviable. De 845.000 vehículos fabricados en 2011, el año 2019 terminará con apenas 315.000 unidades producidas. El 37%, y si bien esto no se vio reflejado proporcionalmente en el empleo, fue solo porque la posibilidad de un cambio de Gobierno dio cierta esperanza. 

 

Ahora que el cambio se produjo, SMATA y sus asociados, la Asociación de Fábricas de Automotores, la Cámara empresaria autopartistas, la UOM y muchos más, se reunieron para elaborar un Plan Estratégico con el 2030 como horizonte.

 

Pignanelli nos marca el camino. Reunió al Cluster automotriz, es decir a todos los que tienen algo que ver con la industria y los sentó a plantear un futuro posible. Un futuro alcanzable. Y lo desarrollaron. 

 

Toda geografía tiene su cluster o agrupamiento de empresas alrededor de ventajas competitivas. El Turismo es uno, la industria cerámica es otro y la minería o la vitivinicultura, sin embargo no logramos organizar estos aglomerados para que sean grandes productores de bienes y generadores de puestos de trabajo. Son todos de cadenas cortas.

 

Estos procesos no suceden solos, requieren inversiones que superan muchas veces las posibilidades de las empresas. Allí es donde el Estado juega su rol estratégico. 

 

Mientras esperamos la recuperación de un Estado activo, un sindicato se lanzó al ataque en defensa de su futuro y el de sus afiliados. Habrá que tener un plan porque si no seremos los peones en el plan de algún otro.