Cada país se enorgullece de sus Padres Fundadores, de sus Padres de la Patria. Los hay guerreros, estadistas, políticos, legisladores y un amplio abanico de líderes que la historia y la memoria conservan en billetes, monedas, estampillas, estatuas, monumentos, nombres de calles, avenidas, ciudades y hasta países.
Bolivia por el libertador Bolívar y Sucre por el mariscal son dos ejemplos. Estados Unidos reconoce como sus padres fundadores a tres grandes pensadores y estadistas: George Washington, Benjamín Franklin y Thomas Jefferson, los dos últimos científicos. José de San Martín no sólo es el padre fundador de nuestro país, sino también el libertador de Chile y Perú.
Poco se conoce de quien fue el padre fundador de Brasil y menos todavía cuál era su profesión. José Bonifacio de Andrada y Silva (1763-1838), fue un sabio naturalista dedicado a la geología y a la mineralogía, con aportes sustanciales en estas ciencias, y que además le tocó actuar como hombre clave en el cambio monárquico a republicano de Brasil.
Academia y revolución
La historia de Brasil recuerda a Andrada por su rol político, de estadista, y en su papel como consejero del emperador de Portugal Pedro I y luego tutor de su hijo Pedro II. También que fue un fruto dilecto del país y que realizó sus estudios en la vieja universidad de Coímbra en Portugal, primero jurídicos y más tarde en Ciencias Naturales.
Con una sólida base académica y con el apoyo económico de la corona portuguesa fue a París casi al tiempo que se iniciaba la Revolución Francesa. Allí estudió química y mineralogía en la Escuela Real de Minas y se cuenta que estuvo en contacto con grandes sabios de la época como el famoso químico Antoine Lavoisier, que moriría en la guillotina; Jean-Antoine Chaptal, que se destacó por sus estudios en química orgánica y más tarde ocupó un alto cargo político con Napoleón, al punto que su nombre está inscripto en la Torre Eiffel; Antoine Laurent de Jussieu, recordado entre los grandes botánicos de todos los tiempos; Francisco de Miranda, el venezolano universal y gran guerrero de muchas revoluciones, entre ellas la independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa y la independencia de Venezuela al punto que su nombre está inscripto en el Arco del Triunfo en París; entre otros notables.
En estos ambientes y para la misma época estaba en París el escocés Joseph Redhead de gran actuación posterior en Salta junto a Belgrano y Gemes. Es posible que por frecuentar los mismos círculos todos ellos se conocieran.
"Vana es la gloria"
Andrada adhería a una corriente filosófica económica de potenciar la utilidad de los recursos naturales. Su lema era una frase latina cuya traducción sería: "Si no es útil lo que hacemos, vana es la gloria".
Si bien sus primeros trabajos fueron acerca de las ballenas y las pesquerías, pronto se dedicó en profundidad al estudio de los yacimientos minerales.
Una de sus primeras memorias fue acerca de los diamantes de Brasil. Pero lo que marcaría profundamente su vida estudiosa fue el ingreso a la Academia de Minas de Freiberg en Sajonia, entonces un centro de excelencia mundial, donde enseñaba Abraham G. Werner, uno de los padres de la geología.
Allí tuvo como pares y amigos a sabios de talla universal como Alexander von Humboldt, Fausto de Elhuyar, Leopoldo von Buch, Andrés Manuel del Río, entre muchos otros.
Durante dos años, entre 1792 y 1794, asistió a los clásicos cursos de Geognosia y de Orictognosia, esta última considerada la ciencia de la sistemática y la determinación físico-química de los minerales. Luego viajó a Pavía (Italia) donde estudió con el famoso sabio Alessandro Volta, químico y físico italiano recordado hoy por haber descubierto el metano, haber desarrollado la pila eléctrica y ser reconocido internacionalmente por la unidad de fuerza electromotriz con su nombre: el voltio.
Luego pasó a Padua y en el ínterin estudió la constitución geológica de los montes Euganeos, una cadena de volcanes sobre las cuales escribió una memoria geognóstica como se decía entonces.
Entre 1795 y 1800 viajó por varios países de Europa, entre ellos Portugal, España, Italia, Bélgica, Alemania, Los Países Bajos, Dinamarca, Hungría, Inglaterra, Escocia, Suecia y Noruega. En 1800 fue nombrado profesor de Geología de la Universidad de Coímbra y más tarde Inspector General de Minas de Portugal.
El hombre de ciencia
Fue en la península escandinava donde realizó los mejores hallazgos y que le darían fama internacional en el mundo de la mineralogía. Descubrió cuatro especies minerales nuevas para la ciencia y ocho variedades de otros minerales que ya habían sido descriptos previamente y a todos dio su correspondiente nombre científico. Publicó en 1800 un trabajo en alemán, en la revista "Allgemeines Journal der Chemie" (vol. 4, págs. 28-39) que pasó a ser un clásico y cuyo título traducido es: "Las propiedades y características de algunos fósiles nuevos de Suecia y Noruega, junto con algunos comentarios químicos sobre ellos".
Téngase presente que para entonces, todavía había quienes usaban la palabra fósiles para referirse a minerales tal como la utilizara Georg Bauer (latinizado Agrícola) en su obra "De Natura Fossilium" en el siglo XVI. Uno de los minerales descubiertos por Andrada es petalita, un aluminosilicato de litio, procedente de la mina Uto, ubicada en una isla al frente de Estocolmo (Suecia).
Andrada le dio el nombre por el clivaje basal perfecto que permitía separar el mineral en finas capas con forma de hojas de árbol (petalon, en griego) y describió la especie mineral como nueva por sus características físicas. Lo que no imaginaba es que 17 años más tarde Johann Arfvedson descubriría en dicho mineral el elemento químico litio.
Berzelius propuso el nombre por la palabra griega "lithos", que significa roca, y ello en razón de que los otros elementos alcalinos descubiertos antes (sodio y potasio) fueron obtenidos de cenizas de plantas.
Junto a la petalita encontró otro mineral al que llamó espodumeno, nombre que tomó del griego “spodoumenos” (reducido a cenizas), en el sentido que al calcinarlo se convertía en una ceniza grisácea. El espodumeno puede presentarse en cristales transparentes de color lila (kunzita) o verde (hiddenita), ambos apreciados como gemas.
Hoy el espodumeno, aluminosilicato de litio del grupo de los piroxenos, es una de las principales fuentes de litio en el mundo y junto con ambligonita, petalita y lepidolita componen los minerales explotables de litio en roca.
Australia es el primer productor mundial de litio en roca seguido por Chile con el litio en salmueras de salares.
Pegmatitas con minerales de litio han sido encontradas en Salta en las cumbres de los Nevados de Cachi-Palermo. Otro hallazgo importante de Andrada fue un granate en las minas de Drammen (Noruega) al que denominó alocroíta.
El gran mineralogista decimonónico norteamericano James Dwight Dana lo definió como una variedad de un granate al que dio el nombre del propio Andrada y hoy se conoce universalmente como andradita. Fue miembro de varias instituciones científicas europeas, entre ellas la Real Academia de Ciencias de Suecia, y en 1812 fue nombrado secretario perpetuo de la Academia de Ciencias de Lisboa.
Su formación académica, sus estudios e investigaciones en varios países y su sed de aprender llevaron a que se convirtiera en un respetado hombre de consulta que dominaba las ciencias de su tiempo y hablaba doce idiomas.
Sabio y patriota
Con ese bagaje intelectual volvió a Brasil y fue hombre de confianza del monarca portugués. Trabajó activamente en poner en marcha la industria minera, especialmente la siderurgia. Sufrió los vaivenes de las nacientes repúblicas sudamericanas y participó activamente en la independencia de su país. Como hombre político despertó simpatías y odios, especialmente por sus ideas libertarias. En 1790 casó con Narcisa Emilia O’Leary quien le dio tres hijas: Carlota Emilia, Gabriela Federica y Narcisa Cándida. Tal vez influenciado por sus amigos Francisco de Miranda y Alexander von Humboldt se inició en la masonería donde alcanzó el más alto grado. Falleció el 6 de abril de 1838 a los 74 años en Niterói, una ciudad del estado de Río de Janeiro. La historia lo reconoce como un sabio universal y “Patriarca de la Independencia” de Brasil.