Tras la aparición de la pandemia del COVID-19, y la rapidez con que da el contagio, es que se han tomado medidas socialmente restrictiva, en el marco de una política sanitaria a nivel de país y en conjunto con las provincias; como lo hicieron en todos los países del mundo. El aislamiento social obligatorio primeramente, luego el distanciamiento social, fueron medidas que, en algunos casos,  despertó  nuevos temores a lo desconocido; despertando sentimientos de rechazos a los que sufren los contagios, más  o menos graves, y que en algunos casos provocó la muerte.

Esta pandemia, que  trajo un rápido aumento mundial de insuficiencia respiratoria severa, producida por el nuevo coronavirus de 2019 (COVID-19), hace que se potencien sentimientos encontrados, entre la ansiedad y las preocupaciones, lo que llevó a que se haya aumentado, en la población, algo que en algunos apenas estaba dormido, como la aparición de estigma y discriminación hacia personas que pudieran estar en contacto con el virus; o están padeciendo esta enfermedad del coronavirus.

 

Y este proceso de estigmatización, que en algunos casos  llega a ser socialmente peligroso para las relaciones o la convivencia social, en una determinada comunidad,  se debe a que es una enfermedad nueva y la tendencia del ser humano a temer lo desconocido, contagioso e indeseable.

 

Este fenómeno, más visible en los últimos tiempos, como el estigma/discriminación pueden afectar negativamente las estrategias para enfrentar la epidemia de COVID-19. Y la comunidad internacional se ha pronunciado sobre la necesidad de terminar con las conductas de estigmatización. Algo que muchas veces es producto del miedo, la impotencia para enfrentar algo que se desconoce y hasta confunde.

 

El estigma consiste en discriminar a un grupo específico de personas, un lugar o una nación. Y el l estigma  siempre está asociado a la falta de conocimiento acerca de cómo se propaga el COVID-19; de ahí la necesidad y consabida conducta de culpar a alguien, ante el temor al COVID-19 , a la misma  muerte, y a los chismes que fomentan rumores y mitos, que va alimentando ese sentimiento, a veces individual y en otras colectivo, hacia las personas que padecen esta enfermedad.

 

Hemos asistido a conductas  de personas que, en su ignorancia, vuelcan toda su impotencia y temor, discriminando y hasta estigmatizando a las personas que padecen el coronavirus y a sus familiares. Hemos visto como en una comunidad o un consorcio de edificios, personas que son encontrados positivos, son discriminados y hasta agredidos, verbal o físicamente, por sus vecinos. 

 

Esta pandemia, ha despertado muchas cosas positivas en nuestras sociedades. Pero también ha desertado lo peor  del ser humano. Por un lado vimos el florecer solidario de muchas personas, que sabiendo del peligro que implica estar en contacto con los contagiados del COVID-19, arriesgan su vida, dia a día, como los trabajadores de la salud, los de seguridad, los de prestación de otros servicios esenciales. Todo  en la primera línea de la trinchera de lucha, y lo hacen con tanto entusiasmo y solidaridad para llevar ese alivio y el cuidado profesional que necesitan los pacientes enfermos. Pero también aflora lo peor del ser humano, despreciando la vida del otro, aprovechándose de los momentos de debilidad de una familia enferma, estafando, robando, maltratando y con total irresponsabilidad violan las leyes, los derechos y hasta atentan libremente contra la vida de los demás.

 

La discriminación y la estigmatización hacia los que en estos momentos los efectos del COVID-19, es el lado oscuro  del ser humano que no es capaz de comprender y entender que el que está enfermo necesita de nuestra solidaridad para ayudarlo a superar el temor y el dolor que sufre al saber que padece esa enfermedad.  Y lo peor se ve cuando, a una persona inocente, por ser hijo o hija, padre o madre, o algún grado de parentesco, es discriminada y estigmatizada, negándole el saludo, insultándola, agrediéndola físicamente, y hasta pidiendo se los expulse de un edificio de departamentos o del barrio.

 

En general, un enfermo de COVID-19 no es culpable de haberse contagiado… nadie va a buscar la muerte porque si. Miles de nuestros hermanos se enfermaron; algunos se han recuperado y  otros no  resistieron y murieron. La pandemia  se ha cobrado miles de víctimas en el mundo… y mientras no aparezca la vacuna sanadora, lo único que puede ayudarnos a combatir esta pandemia, es la responsabilidad individual y social de  seguir los estrictos lineamientos que indican los protocolos en cada caso.

 

Por eso, en estos momentos de ansiedad, de miedos y de incertidumbre de cómo y cuándo va  a atacar el COVID-19, debemos ser solidarios con  los contagiados y con sus familiares, y cuidarnos como nos dice el protocolo de distanciamiento social, y el uso del barbijo, lavarse ls manos con agua y jabón o ponernos alcohol en gel.

 

Y recuperemos nuestra capacidad solidaria, y no discriminemos ni estigmaticemos a los que sufren esta enfermedad. Muchos se están enfermando, más que por el coronavirus, por el gesto no amistoso de algunas personas que los marginan, cual leprosos (con el perdón de los  que sufren esa enfermedad que tampoco merecen ser discriminados) y quieren expulsarlos de su vecindad, en vez de comprender y hasta acompañarlos para juntos superar este difícil momentos que vivimos todos.

 

Debemos aprender a convivir esta pandemia, al menos por un buen tiempo… Y eso de discriminar y estigmatizar, lleva  a la marginalidad  del otro…Y creo  que para  aquellos que dicen profesar su fe en Dios, él no quiere que seamos así. No podemos, entonces, decir amar a Dios y a la Virgen, cuando estamos despreciando al hermano que está sufriendo una enfermedad.