Hace muchos años, en el Justicialismo, cuando militar era servir, capacitarse, tener valores antes que tener cosas, teníamos un curita amigo, muy peronista, que nos ayudaba mucho, fundamentalmente con sus reflexiones. En una oportunidad, un zanguango de los nuestros le preguntó si para él que era más importante, ser sacerdote o ser peronista. El curita lo miró, nos miró a cada uno de nosotros, sorprendido,  y luego de un largo silencio nos dijo. Eso no se pregunta. Primero soy sacerdote.

Si alguna persona pudiera preguntarle a Francisco para él que era primero, ser peronista, ser jesuíta, ser sacerdote o ser Papa, la respuesta, estimo que sería la siguiente. Primero soy sacerdote, en segundo lugar soy Papa y en tercer lugar soy jesuita. Por mi investidura estoy por arriba de los partidismos o ideologías. Mi misión es tratar de unir a los habitantes y a las naciones de todo el mundo, en un abrazo fraterno y solidario, como lo he expresado en la última Encíclica Hermanos Todos. Es también advertir que con el sistema actual de producción estamos destruyendo a la Madre Tierra, que es el hogar común, y acentuando cada vez más la concentración de riqueza en pocas manos y el aumento exponencial de la pobreza. Me angustia la situación de los migrantes, la situación de la mujer que no termina de equipararse al hombre y los nacionalismos exacerbados que dificultan la solidaridad mundial. Señalo que las nuevas tecnologías nos acercan pero no nos hermanan.

 

Lamentablemente los argentinos hemos pasado del orgullo de tener un Pontífice argentino, a situarlo en medio de la grieta que nos separa, espacio que Francisco nunca buscó.

 

Las redes se inundaron querellando a Francisco, por haber recibido a Cristina en la Santa Sede. Nos olvidamos que el matrimonio Kirchner imputó a Bergoglio  ser el Jefe de la oposición, negándose a asistir a los tedeum patrios y eligiendo otros lugares de la Argentina para celebrar estas fechas sagradas. La cálida recepción que el Papa brindó a Cristina presidente, es una muestra de su grandeza y la exteriorización del perdón como bien supremo.

 

Luego se le recriminó los rosarios que envió a la Argentina, en especial el de Milagro Salas. Nos olvidamos que el Papa ha lavado los pies de los presos. Los ha visitado y les ha llevado consuelo.

 

Le recriminaron que trató a Macri con frialdad. No creo que haya ocurrido lo que muchos imaginaron. A Macri nada tenía que perdonar. A Cristina sí. Y el perdón fue afectuoso, amable, como debe ser el perdón.

 

Luego le imputaron abandono de sus compatriotas, pues visitó a todos menos a los argentinos. Dejemos de embanderarlo como peronista, kirchnerista o antimacrista. Lo saquemos de la grieta y va a venir gustoso a saludarnos. Su venida en este momento histórico probablemente la ahondaría  en vez de hacerla desaparecer.

 

Su prédica por los pobres, por mayor educación, más salud y una vida digna ha sido calificada despectivamente por algunos teóricos como el adalid de una nueva doctrina económica: el neopobrismo. Confunden la defensa de los más humildes, con el ataque a los empresarios. Francisco, reitero, proclama una nueva forma de convivir, más sustentable, con respeto a la Naturaleza y sin la brecha abismal entre el 10 por ciento que tiene el noventa por ciento de la riqueza y el noventa por ciento que debe conformarse con el diez por ciento. Lo que anhela es utópico, pero sin la búsqueda de las utopías la humanidad no hubiera crecido. O acaso no era una utopía la imprenta, el industrialismo y ahora las nuevas tecnologías e Internet.? No fue en su momento una utopía la energía eléctrica y la aviación?. O no era una utopía la Unión Europea?

 

Los argentinos en particular y el resto del mundo en general, necesitamos confiar en el recto sentido y la sabiduría de nuestro Papa, en su búsqueda de un mundo más justo y más fraterno, intentando destruir las barreras religiosas, que matan tanto a cristianos como a musulmanes.

 

Francisco sigue siendo el hombre que viajaba en ómnibus y subte cuando era primado de la Argentina. El que siendo Papa se despidió de las personas con las que convivía, como al canillita que le vendía los diarios.

 

Estamos viviendo momentos convulsionados y como señala Francisco, creemos que la victoria es la muerte del otro. Él nos predica que respetemos al otro en su alteridad, en su singularidad, con su cultura y sus creencias. Solo así surgirá el nosotros. Y esta regla es aplicable tanto entre las personas como entre las naciones.

 

Debemos sacar a Francisco de la grieta. Argentina va a necesitar de su sentido cristiano, de su fraternidad y de su sapiencia, pues en la dirección que llevamos en Argentina, donde el consenso es una palabra prohibida, es Él quién nos puede ayudar a reencontrarnos, en un progreso fraterno, sin excluídos. Preservemos a Francisco y a nuestra Corte de Justicia. Cada uno en lo suyo nos ayudarán a superar nuestros entuertos.

 

Francisco enfrenta duros desafíos internos de aquellos que conviven con los poderosos y forman parte de ese esquema. Creo firmemente que no impulsa el sacerdocio femenino por la posibilidad de un cisma.

 

Francisco, jesuita, adoptó el nombre del creador de la Orden Franciscana y reconoce que se inspiró en San Francisco para sus Encíclicas La Casa de Todos y Todos Somos Hermanos. El ecumenismo de Francisco le permite reconocer la influencia de Bartolomé, el patriarca ortodoxo y del Gran Imán Ahmad Al Tayyeb. Y menciona también la importancia de las enseñanzas de Martin Luther King, Desmond Tutú y Mahatma Gandhi.

 

Sigo creyendo en él. Con su sabiduría y su humildad me guía y me conduce.

 

En Todos Somos Hermanos, concluye con oraciones muy sentidas. Menciono una parte de ellas: ”Señor y Padre de la Humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal”

 

Fuente: “Compartiendo Su Mañana” en FM Aries de Salta