La Puna argentina posee en su territorio los géiseres y manantiales boratíferos más espectaculares del mundo.

Si bien la mayoría ya están extinguidos, algunos conservan todavía actividad residual y unos pocos están en pleno funcionamiento. Fuera de la Puna solo se conocen un par de ejemplos de fuentes termales boratíferas, uno en Chillicolpa (Tacna, Perú) y otro en el valle de Puga en la India. Marco Polo probablemente trajo bórax del valle de Puga a Europa por la ruta de la seda para su uso por los joyeros venecianos.

 

Salares y fuentes termales

 

En la Puna argentina los mejores ejemplos de actividad termal boratífera se encuentran en Jujuy y Salta.

 

La mayoría de los salares ricos en boratos lo son a consecuencia de las fuentes termales boratíferas que se ubicaron a lo largo de sus bordes y, a veces, en su interior; especialmente, en los bordes donde las aguas ricas en boro subieron a través de los planos de falla que levantan los bloques tectónicos que limitan las cuencas cerradas que encierran a los salares.

 

Esto ya fue observado por naturalistas viajeros desde finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Juan B. Ambrosetti, padre de la etnografía argentina, en su viaje a la Puna en 1902, describió la presencia de una intensa actividad termal extinguida en el borde occidental del salar de Cauchari en Jujuy.

 

Luego se repetiría con otros viajeros como Juan Barnabé y Luciano Caplain, pero especialmente con el Dr. Luciano R. Catalano, gran estudioso de los boratos de la Puna.

 

Otros salares con importante actividad termal boratífera extinta en sus márgenes son Centenario, Ratones y Diablillos. Diablillos es un gran reservorio de boratos y salmueras de litio, completamente inmerso en basamento cristalino, donde las fallas que lo cruzan han sido muy fértiles como estructuras de alimentación de aguas boratadas calientes.

 

La intensa actividad volcánica de la Puna, en los últimos 10 millones de años, ha generado incluso los volcanes más altos del mundo. Todavía hay volcanes activos en el eje cordillerano y géiseres espectaculares en funcionamiento como los de El Tatio, cerca de San Pedro de Atacama.

 

En el interior de la Puna son muchos los que se apagaron hace varios millones de años. Sin embargo quedan todavía cámaras magmáticas calientes como la del volcán Tuzgle de la cual dependen decenas de fuentes termales en un radio de 50 km como son las del propio Tuzgle o las de Pompeya, Incachule, Tocomar y Antuco, entre muchas otras. El calor residual calienta aún las aguas meteóricas que se infiltran y salen al exterior cargadas de sales. Muchas veces solo generan mantos de calcáreos travertínicos. Otras veces se forman conos geiserianos de gran altura y algunos ejemplos espectaculares se observan en la vega de Botijuelas en el borde occidental del salar de Antofalla.

 

Los viajeros chilenos del siglo XIX, especialmente Federico San Román y Lorenzo Sundt visitaron el lugar donde aún se encontraban algunos ojitos de agua caliente. Escucharon además de los nativos que había otras vegas más al sur, en Quinoas, donde los chorros de agua caliente saltaban hasta un par de metros de altura.

 

La diferencia

 

La diferencia entre un géiser y un manantial radica en el fenómeno de la surgencia eruptiva del agua. En un manantial el derrame es lento, tranquilo y fluye en el sentido de la pendiente formando terrazas y bateas de travertino.

 

En un géiser la salida de las aguas calientes es en chorros violentos, continuos o esporádicos, que alcanzan diferente altura y volumen. Muchas veces la espectacularidad está en las columnas de vapor y estos fenómenos se magnifican por las particulares condiciones meteorológicas y climáticas de la región puneña.

 

La amplia distribución de volcanes dio lugar también a una extensa formación de toda clase de manifestaciones termales boratíferas y no boratíferas. Los géiseres más espectaculares del mundo se encuentran en el río Alumbrio, un afluente del río Grande de Coranzulí (Jujuy). Si bien fueron ampliamente mencionados por los ya citados Barnabé, Caplain y Catalano; fue el geólogo norteamericano Siegfried Muessig quien los puso en el mapa internacional en un trabajo publicado en 1966.

 

En la Puna existen un centenar de manifestaciones termales boratíferas y la mitad se encuentran relacionadas con esa región al oeste de Coranzulí en cercanía de los volcanes Coyambuyo y Niño, los que forman parte de la cadena volcánica de Coyahuaima. Se encuentran allí los géiseres extintos de Volcancito, San Marcos, Huayra Yurac, los gemelos de Arethusa o Arituzar, Marte y otros. La mayoría son boratíferos y están formados por derrames de calcáreos travertínicos recubiertos por borato de calcio y sodio (ulexita). A veces, en la parte más profunda se puede encontrar sílice geiseriana o geiserita, sustancia mineral formada por agua a muy alta temperatura. Si bien todos ellos están extinguidos en su pasada actividad geiseriana, aún conservan salida de aguas salobres y ferruginosas, ricas en boro, litio y otros elementos, con apreciable emanación de gas carbónico. Géiseres activos con pequeños chorros de agua caliente se encuentran en el río Rosario de Coyahuaima cerca de los antiguos lavaderos de oro de los jesuitas.

 

Un impactante campo paleotermal boratífero es el de Coyahuaima, la vieja mina Edith, cerca de mina Pirquitas (Jujuy) que fuera estudiado en la década de 1930 por el Dr. Luciano Catalano y en la década de 1940 por el famoso sabio alemán Federico Ahlfeld, considerado el padre de la geología de Bolivia.

 

La novedad allí fue el hallazgo de sales de antimonio junto a los boratos. También se han encontrado interesantes géiseres boratíferos extintos en la ruta a Jama, desde el salar de Olaroz hacia el límite con Chile. Uno de ellos, Tropapete, tuvo derrames de sales carbonatadas sódicas, lo que en la Puna los nativos llaman "coipa".

 

 En Salta, independiente de las fuentes extinguidas alineadas en el borde de los salares, se conocen una decena de manifestaciones puntuales de salidas de aguas boratadas que formaron pequeños depósitos de ulexita.

 

 Laboratorio geoquímico

 

El ejemplo más notable y vigente en la actualidad son las fuentes termales de Antuco, cerca de Olacapato. Estos manantiales mixtos, de aguas frías y calientes, han estado activos desde hace 300 mil años. Han formado un depósito de boratos (ulexita) aguas abajo del río Antuco que se une al de Tocomar (que viene de las fuentes termales homónimas) y se dirigen hacia el sur del salar de Cauchari.

 

Fritz Reichert lo definió como “un verdadero laboratorio geoquímico natural” ya que en el lugar se puede ver la formación in situ de diferentes sales carbonáticas, sulfáticas, boratadas y cloruradas, además de sales de hierro y manganeso. El litio fluyó como ion diluido en las aguas que alimentaron la cuenca de Cauchari. Hermosos géiseres apagados que dieron boro y litio se encuentran en el borde norte del salar del Rincón. Unos curiosos manantiales boratíferos se encuentran en la quebrada de Socacastro, al sur de Olacapato que, además de ónix, travertino y ulexita, han depositado boratos de magnesio (pinnoíta, inderita; minerales comunes en Rusia y Tíbet).

 

Al norte del salar de Pastos Grandes se encuentran las paleofuentes termales boratíferas de Blanca Lila donde se depositó ulexita y abundantes costras de hierro. Al oeste del pueblo de Santa Rosa de los Pastos Grandes están los géiseres extinguidos de Volcancito, con grandes bocas llenas de agua salobre donde burbujea el gas carbónico. Son varios conos de travertinos pero sin boratos. Pequeños derrames de aguas boratadas, con depósitos puntuales de ulexita, se encuentran en el cordón de rocas cristalinas que limita por el oriente los salares de Centenario-Ratones y Diablillos.

 

No tienen valor económico, pero sí un alto valor científico. Topónimos como Botijuelas, Volcancito, Las Pailas, Aguas Calientes y en algunos casos Infiernillo, se refieren a la presencia de esos aparatos geiserianos hoy extintos pero que tuvieron intensa actividad hidro-eruptiva en el pasado. Estos campos termales de la Puna, además de su estudio científico, tienen valor como indicadores de potenciales yacimientos ocultos de metales preciosos y en algunos casos son geoformas y geositios de importancia turística.