Con el nombre de trabajo a destajo se designa la práctica consistente en remunerar a los trabajadores por unidad de obra realizada o servicio prestado (por ejemplo, se fija una cantidad determinada para pagar un número previamente convenido de camisetas o ladrillos producidos), en vez de remunerarlos sobre la base del tiempo empleado para desempeñar su trabajo. También se lo denomina como trabajo por obra, por pieza o por tarea.

El trabajo a destajo nunca tuvo buena fama. Ya a comienzos de la revolución industrial, Robert Malthus en su “Investigación sobre la naturaleza y progreso de la renta” (1815), hizo notar, a partir de datos divulgados por el parlamento británico, que: "Veo con desagrado la gran difusión que cobra la práctica del pago a destajo. Trabajar de una manera realmente dura 12 ó 14 horas diarias, durante períodos prolongados, es demasiado para un ser humano". Malthus, famoso por sus teorías acerca del crecimiento demográfico, también acuñó una célebre frase respecto de los pobres y desocupados: “En el gran banquete de la Naturaleza no se les ha reservado ningún cubierto”.

 

Carlos Marx le dedicó un Capitulo íntegro de su obra El Capital (1867), no precisamente para elogiarlo. Así dice que “El pago a destajo se convierte, en fuente abundantísima de descuentos salariales y fullería capitalista. El pago a destajo, por un lado, facilita la interposición de parásitos entre el capitalista y el obrero, el subarriendo del trabajo (sub-letting of labour). La ganancia de esos intermediarios deriva, exclusivamente, de la diferencia entre el precio del trabajo pagado por el capitalista y la parte de ese precio que aquéllos dejan que llegue efectivamente a manos del obrero. Este sistema recibe en Inglaterra el nombre característico de "sweating system" (sistema de expoliación del sudor)”. Señala también Marx que este sistema hace que el trabajador intente trabajar horas extras más allá de sus fuerzas, advirtiendo que los más afectados han sido mujeres y niños. Y, efectivamente, Frederick Taylor (a quien se debe el sistema “taylorista” de producción), consideraba el trabajo a destajo como el más idóneo para lograr el máximo rendimiento de los trabajadores.

 

En la actualidad

 

Se calcula que en su momento de mayor auge (fines del siglo XIX) el trabajo a destajo, a nivel mundial, ocupaba 4/5 partes de la actividad industrial. Si bien en EE.UU. y Europa se encuentra en franco retroceso, aún subsiste con fuerza en países de Asia y Latinoamérica.  Señala la OIT que “en los países en desarrollo, los trabajadores que dependen de un salario a destajo suelen encontrarse en situación de vulnerabilidad y constituyen un segmento laboral ocupado en gran medida en la economía informal. Un gran número de estos trabajadores son mujeres.” En Argentina, como en otros países, el trabajo a destajo tuvo particular difusión en la industria textil y del calzado. También es notable su utilización en varias actividades rurales. Aún hoy subsiste el llamado trabajo a façon (o fasón) que es aquel en que una empresa, taller o trabajador a domicilio transforma materiales con su propio trabajo, conocimiento, maquinarias y herramientas por pedido de un tercero. En este caso el trabajo no necesariamente es realizado por un trabajador individual, sino que puede ser realizado también por una pyme.

 

La pandemia parecería que está produciendo cierto retorno a la práctica de retribuir el trabajo por obra realizada. El pago a destajo tiene una estrecha relación con el trabajo a domicilio (no hablamos de teletrabajo) al que se está recurriendo ante el aislamiento.

 

A pesar de las críticas que ha recibido, el trabajo a destajo no dejó de tener siempre una regulación en la legislación laboral argentina. Actualmente está contemplado en la Ley de Contrato de Trabajo, en el capítulo referido a las remuneraciones; pero de sus particularidades y cuestiones controvertidas nos ocuparemos en una próxima nota.