La rica geografía del norte argentino da lugar a sitios que resultan o bien resultaron enclaves estratégicos para los viajeros. Ellos se ubican en las bocas de las grandes quebradas o cañones, al pie de las altas cuestas, en los puntos de unión entre valles y montañas, en antiguas puntas de riel, entre otros. Tienen en común ser poblados reducidos, con vertientes de agua fresca, verdes arboledas y pequeños potreros y alfalfares.

En su mayoría tuvieron momentos de esplendor en distintas épocas y por distintas razones estratégicas. Hoy unos pocos sobreviven al abandono, al paso de los años y a los cambios sociales, demográficos y de infraestructura. Otros se extinguieron, como se extinguieron tantos pueblos del pasado e incluso imperios enteros.

 

Por ello los que aún sobreviven son verdaderas gemas geográficas, verdaderos tesoros que merecen valorarse. Y estudiarse. Por su acervo histórico, por su riqueza anecdótica, por su pasado valioso y como enseñanza para las presentes y futuras generaciones. Son numerosos los lugares que califican en la presente definición, aunque haremos referencia a unos pocos esperando que este artículo incentive a investigar otros viejos enclaves de nuestra geografía.

 

Alfarcito

 

Uno de ellos es Alfarcito a orillas de la ruta nacional 51. En el verano de 2015 Alfarcito fue noticia por un aluvión de barro que bajó por la cañada que fluye hacia la Quebrada del Toro, causando numerosos daños.

 

También en razón de que allí está enterrado el padre Chifri, un hombre santo que dedicó su vida a darle savia al alicaído poblado con la creación de un colegio secundario desde donde ya egresó una primera promoción de alumnos.

 

Pero Alfarcito tiene una vieja y larga historia, al ser uno de los últimos oasis antes de trepar y alcanzar la Puna. De allí que era parada obligada para quienes salían desde Campo Quijano y luego de muchas horas de viaje por el camino que seguía el río Toro, sin los puentes y tramos asfaltados que hoy existen, alcanzaban ese punto verde que sobresalía entre las montañas resecas custodiadas por cardones. Montañas que son de granito puro y uno de los cuerpos graníticos más importantes de la geología regional conocido como el batolito de Tastil.

 

Para el viajero hambriento Alfarcito era un destino soñado. Allí estaba la posada de doña Teresa, que atendía junto a su hija Griselda. Se horneaban pollos, cabritos, corderos y se preparaban empanadas, papas doradas, habas, papines andinos, queso de cabra, charqui y otras delicias regionales. El aroma se sentía a la distancia. En una pequeña huerta había toda clase de hortalizas y unas cebollas que tenían el tamaño de pomelos. También se ofrecía albergue para los que debían pasar allí la noche. Todavía se conservan en las paredes cientos de tarjetas dejadas por visitantes y turistas de todo el mundo. La posada está allí, pero la ruta rápida hizo que los viajeros ya no se detengan, lo cual es un error imperdonable.

 

San Fernando del Valle de Escoipe

 

Otro punto interesante es San Fernando del Valle de Escoipe, al pie de la Cuesta del Obispo. Hoy está casi abandonado a raíz de que la ruta ya no pasa por el poblado y a causa de un volcán de barro que lo sepultó parcialmente en 1976. Escoipe era el lugar obligado de paso para los viajeros que unían el Valle de Lerma con el Valle Calchaquí, especialmente Amblayo, Don Otto, Payogasta, Cachi y otros puntos de esa geografía.

 

Hasta mediados del siglo XX no existía la actual ruta 33. Los viajeros transitaban por la Quebrada de Escoipe hasta el pie de la cuesta, donde se hacía noche. Luego se trepaba la montaña por una senda zigzag para animales hasta llegar a la parte alta, donde hoy se encuentra la Piedra del Molino a 3.348 m sobre el nivel del mar. Desde allí el viaje era en carros troperos por una llanura que descendía hasta los poblados calchaquíes.

 

La importancia de Escoipe era que servía de albergue y fonda para viajeros y animales, además de punto de intercambio de mercaderías. De Salta se transportaba azúcar, yerba, arroz, alpargatas, vestimentas, etcétera, y de los valles se traían vino, pasas, orejones, cueros de cabras, quesos, especias, barracán y otros productos regionales.

 

Algunos viajeros que llegaban allí cabalgando recuerdan los enormes sándwiches de mortadela y ajíes en pan casero acompañados de vino patero que calmaban el hambre y la sed de la montaña. Nogales, durazneros, perales y otros árboles frutales aún se conservan.

 

Escoipe, con sus grandes momentos de esplendor en la primera mitad del siglo XX, representa un pequeño paraíso paisajístico que vale la pena visitar.

 

Alemanía, con su tren

 

Otro bello paraje es Alemanía, al pie de las montañas cretácicas del cerro Quitilipi. Donde comienza el cañón del río de las Conchas, a lo largo de la ruta 68 que va a Cafayate.

 

Alemanía fue la punta de riel del ramal C-13 del Ferrocarril General Belgrano. Hasta allí llegaba el tren con pasajeros y mercadería que luego se trasbordaba a los carros que la llevaban a Cafayate y lugares vecinos. Al igual que Escoipe, se recibían allí las mercaderías que venían de la ciudad de Salta y se intercambiaban con las provenientes del sector sur del Valle Calchaquí.

 

La estación daba vida a ese bellísimo paraje que atesora valiosos testimonios paleontológicos, arqueológicos e históricos. Las montañas del lugar muestran uno de los registros más completos de rocas del Mesozoico y Cenozoico del norte argentino. La vegetación y los ríos completan el marco de un lugar muy especial. Pocos kilómetros antes se encuentra el parador Posta de las Cabras, lugar obligado de visita para turistas que quieran degustar productos regionales.

 

San Bernardo de las Zorras

 

Otro sitio casi olvidado, pero que tuvo una gran importancia desde muy antiguo es San Bernardo de las Zorras, en la Quebrada del Toro. Por allí iba el viejo camino al Perú. Era el paso obligado hacia El Moreno y las Salinas Grandes de la Puna. En la época del ganado a pie a Chile era un lugar muy concurrido. Los viajeros suecos de la expedición Nordenskiold en 1901 hicieron esa ruta para alcanzar la Puna y hacer el primer ascenso al Nevado de Chañi.

 

Los pagos de Eulogia

 

Otro punto estratégico fue el pueblo de La Poma, en el alto Valle Calchaquí, cerca de la mole nevada del Acay. La presencia de ruinas incaicas, la ruta de los conquistadores, su nexo entre el Valle Calchaquí y la Puna nos hablan de su importancia pasada. En sus espectaculares alfalfares se engordaban las mulas que iban a la feria de Huari, en Bolivia, y el ganado que se llevaba a Chile.

 

El pueblo fue destruido por un sismo en diciembre de 1930 y reconstruido más al sur. El geógrafo norteamericano Isahiah Bowman lo fotografió en 1913 y esas imágenes nos muestran su antigua arquitectura. Es un lugar de visita obligada y cuna de nuestra EULOGIA TAPIA, inmortalizada en los versos y en la música de la zamba de Castilla y Leguizamón: La Pomeña, que en las voces de Mercedes Sosa y el Dúo Salteño hacen estremecer a cualquiera.

 

Estos y otros poblados salteños tuvieron su momento de mayor o menor esplendor en distintos momentos del pasado. Quedan como un recuerdo de las inexorables mutaciones geográficas y demográficas en el devenir histórico.