Este 17 de junio recordamos el paso a la inmortalidad del General Martín Miguel de Güemes. Héroe de la Independencia Iberoamericana.

 

Cortito y al pie. Sin Güemes, San Martín no hubiera podido. Sin Güemes, Bolivar hubiera fallado. Guayaquil no hubiera acontecido y quién sabe cuánto hubiera hecho falta para ganar la independencia, porque no es evidente que hubieran coincidido otra vez 3 personalidades de tamaña densidad conceptual y estratégica en la historia de un continente.

 

Pero entonces, si los traidores hubieran tenido éxito 6 años antes, ¿la historia hubiera sido otra? Yo al menos no tengo la menor duda. Es más, tal vez Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina serían muy distintas. Tal vez.

 

Hablar de traidores es poner sobre la mesa la fractura que existía en la Salta de aquellos años. Una sociedad con dos economías, una de subsistencia y comercio local muy reducido, donde la gente de campo trabajaba arrendando a los hacendados, muchos de origen español otros de primera o segunda generación, cuya acumulación les permitía aumentar su riqueza e incursionar, algunos, en la otra economía, la del comercio a las minas del Alto Perú. Allí donde había plata abundante para pagar el costo logístico de tamaña operación comercial.

 

Quienes accedían y manejaban el comercio de mulas, en la Plaza de Mulas más grande del mundo, eran privilegiados. Para ellos el enemigo no eran los españoles, compatriotas y socios comerciales. Para ellos el enemigo era el conflicto, la lucha por la independencia.

 

Los otros, aquellos hacendados que vivían del trabajo del gaucho dividían sus posiciones entre uno y otro lado del conflicto. Pero la leva de los gauchos de sus haciendas significaba una enorme baja para todas sus economías.

 

Cualquier paralelismo con las vicisitudes sociales contemporáneas, no es involuntaria ni casualidad. Sigamos.

 

En una Salta de alrededor de 7000 almas, el General Güemes logró reunir una fuerza de 2500 gauchos, claro que no todos de la ciudad y tampoco solo de Salta, que quede claro. Significaba una fuerte baja productiva y eso molestaba. No se tenía en cuenta que estos gauchos dejaban el pellejo en cada carga a caballo, porque en el fondo ellos no estaban muy convencidos de este conflicto y al final, “eran gauchos brutos”.

 

La fractura estaba planteada. Y la quisieron sellar matando al Líder. Muerto el perro se acabó la rabia, pero la rabia era orgullo y el Cnel. Vidt echó una vez más a los “godos”. Y la historia que conocemos fue y es.

 

Podemos plantear, en una hipótesis de trabajo, que la independencia iberoamericana fue el resultado de la oportunidad, inteligencia y coraje de un pueblo bien dirigido y del fracaso de una élite corsaria y vil. Pero la hipótesis debe incluir, a la luz de la realidad se hace imprescindible, que el desarrollo prometido con esa independencia fracasó ante la muerte o el exterminio de los líderes y el triunfo de esa misma élite vil y cipaya. La grieta permanente.

 

La nuestra es una independencia inconclusa. Pongamos manos a la obra.