Al SUR de nuestra Patria, la legislatura de Tierra del Fuego acaba de aprobar una Ley prohibiendo la producción de salmones en el Canal de Beagle. Todos los medios, atravesando la grieta de cabo a rabo, han considerado a esta ley como pionera en el mundo.

Sin embargo, se están levantando voces para cuestionar una medida que lo que hace es reconocer al menos tres instancias: a. la cría industrial de salmones pasando ciertos límites es contaminante; b. el Gobierno de Tierra del Fuego no puede controlar los límites aceptables para la industria y c. al ser una especie introducida, sin controles naturales, su expansión, al liberarse inevitablemente, atentaría “Siempre” contra el ambiente del Beagle”

 

Del otro lado, industriales del sector cuestionan que se limite taxativamente una actividad, y por lo tanto la posibilidad de ganar dinero.

 

Un conjunto de economistas, más progresistas, sostienen que siendo el problema nacional la pobreza y la falta de dólares, cualquier actividad que genere a la vez empleo y divisas debe ser impulsada. ¿Qué está pasando?

 

Una actividad casi inexistente en la Argentina y que es solo un potencial de riqueza y trabajo, nos muestra la misma puja entre prioridades que se puede verificar en casi todas las actividades productivas consolidadas.

 

Las tres preguntas siempre son más o menos las mismas:

 

  1. ¿Cuánto contaminan (o degradan el ambiente) las actividades? (Aceptabilidad)

 

  1. ¿Cuál es la escala hasta donde se puede llegar en la actividad? (Factibilidad)

 

  1. ¿Quién controla esos límites? (Controles)

 

La presión sociopolítica ha obligado a que cada industria desarrolle criterios de sustentabilidad económica, ambiental y social. Estos han confrontado con los organismos público privados que defienden lo sustentable por sobre la productividad.

Al NORTE de nuestra Patria, en Salta, se está discutiendo la actualización del Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo (OTBN).

 

En el mapa se graficó y determinó cuáles eran los límites a los desmontes, cuáles eran las formas recomendables de explotación en cada espacio y quién tenía que controlar. Además, se le asignaron, por ley y administración, recursos para su ejecución.

 

El OTBN respondió a las 3 preguntas anteriores y si bien no fracasó totalmente, demostró que la ejecución es más difícil de lo que parece.

 

Entre 2009 y la actualidad el mapa fue transformado en sus colores, más bien despintado, por acción de lo autorizado legalmente y por los desmontes ilegales.

Si algo constatamos es que se está fracasando no por falta de normas, sino por falta de convicción de los actores políticos. Esta falta de convicción (y conocimiento) nos lleva a discusiones binarias, si blanco o negro, si se puede o no se puede, o si se debe o no se debe, en cosas que en general, son grises.

 

El dilema no puede ser entre dólares y trabajo contra árboles y salmones. El dilema del desarrollo no debería ser eso, un dilema.