Como está escrito en nuestro ideario histórico, la CGT de Salta aspira a ser artífice del destino común. Y rechaza ser instrumento de la ambición de nadie. Lo que -en términos contemporáneos- equivale a decir que la CGT tiene y asume la responsabilidad de bregar por el bienestar general y por la vigencia en Salta de los Derechos Humanos Laborales.

Hoy más que nunca sostenemos que los problemas que sufrimos los salteños (muchas veces ecos agravados de los que padecen otros compatriotas en azul y blanco) los arreglamos entre todos, o no los arregla nadie.

 

Necesitamos detener la inflación, frenar la proliferación del trabajo sin derechos, cortar el incesante crecimiento del ejército de excluidos y excluidas. Necesitamos crear las condiciones para multiplicar nuestra producción de bienes y servicios, cuidando que la misma cree empleo decente y sea respetuosa del medioambiente.

 

El colapso del sistema de salud pública y la crisis de las obras sociales sindicales reclaman respuestas urgentes compatibles con la mejora de la cobertura y la autonomía.

 

Otro tanto sucede con los deficientes resultados que muestran los procesos educativos y de formación para el trabajo.

 

Las estadísticas revelan que en Salta hay más de 300.000 personas que viven hacinadas o asentadas en condiciones de extrema precariedad.

 

Los servicios de administración del trabajo y de justicia laboral han dejado, hace tiempo ya, de cumplir las altas misiones que la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales les encomiendan para tutelar los derechos sociales fundamentales.

 

Como es notorio, somos las trabajadoras y los trabajadores y nuestras familias quienes sufrimos este deterioro de lo que algunas llaman Estado de Bienestar.

 

Muchos de estos pésimos resultados son consecuencia de imprevisiones o malas decisiones locales. Pero otros muchos son frutos de un régimen unitario que nos impide a los salteños resolver autónomamente problemas.

 

Aquellas rutinas que llevan a nuestros gobernantes a viajar a Buenos Aires a mendigar y que -en más de una ocasión- convierten a nuestros representantes nacionales en furgón de cola de una formación que arrastra desigualdades y discriminaciones, han demostrado su fracaso.

 

Necesitamos liberar a nuestra producción minera y agroindustrial, a nuestras industrias y a nuestros servicios, a nuestros recursos energéticos, a nuestras pequeñas y medidas empresas, a nuestros emprendedores autónomos, e incluso a nuestra educación superior de los cepos imaginados en los estrechos límites que marcan la avenida General Paz y aquel inmenso Río de la Plata.

 

La crisis de nuestra producción de hidrocarburos, la crítica escasez de gasoil necesario para mover a las personas, maquinarias y fábricas, así como la falta de insumos que alimentan nuestras cadenas productivas, reclaman urgentes soluciones federales.

 

Estamos acostumbrados a oír reclamos de mayor productividad obrera. Parece llegado el momento de exigir a los empresarios y a todos los empleadores que intensifiquen sus inversiones, que multipliquen su producción, que conquisten nuevos mercados, que se animen a innovar, investigar e inventar.

 

No desconocemos que estos desafíos que afrontan la producción y los productores con base en Salta requieren de respuestas atinadas de parte de las autoridades.

 

Para avanzar es preciso que los productores hagan un inventario responsable de las medidas institucionales, comerciales, financieras o regulatorias que reclaman a la Nación y al estado provincial. Que sean capaces de coordinar sus intereses sectoriales legítimos con el interés general.

 

Hace falta que el Gobierno local -siguiendo ejemplos de provincias hermanas- se anime a liderar las transformaciones de fondo y las medidas de transición. Para lo cual tendrá que admitir que hay vida, ideas y propuestas fuera del estrecho círculo que frecuenta el Gran Bourg.

 

La CGT regional Salta esta pronta a dialogar con los actores económicos, con quienes gobiernan, con los representantes de quienes trabajan en el sector de la economía social o popular, y, por supuesto, con las universidades y los sectores de la inteligencia y la cultura.