El 9 de abril de 1949, en la Universidad Nacional de Cuyo, el general Juan Domingo Perón presentó, ante algunos de los más importantes filósofos del mundo, un texto -síntesis de base filosófica- sobre lo que representaba sociológicamente la tercera posición sostenida por su gobierno. El discurso leído por Perón pasaría a la historia en forma de libro: La Comunidad Organizada. Un modelo y un plan que él mismo había ideado, y que como Presidente de la Nación estaba ejecutando.

 

Ese ideal se evaporó en el tiempo y la Argentina que Perón construyó se ha desvanecido. La comunidad organizada que pensó y construyó Perón junto con el pueblo argentino ya no existe. La Argentina industrial es tan solo un recuerdo, uno de cada dos niños es pobre, cientos de miles de familias están destruidas, los caprichos se han transformado en derechos, el matrimonio no es más entendido como una misión sino como un contrato, la droga hace estragos en los sectores más pobres mientras los ricos se refugian en guetos cada vez más amurallados. Con honrosas excepciones, los dirigentes sindicales se han transmutado en empresarios. Los autodenominados militantes peronistas, en su inmensa mayoría, se han convertido en individuos bipolares que por un lado predican la doctrina de Perón y por el otro, con la excusa de un falso pragmatismo que debería ser llamado "puestismo", apoyan a candidatos a intendentes, gobernadores, senadores o presidentes que son en realidad liberales o progresistas.

 

Para Perón, la comunidad organizada como ideal a alcanzar encontraba sus raíces más profundas en Grecia y Roma. Sin embargo, aclaraba, su plena realización como modelo ideal perenne para los pueblos solo había sido posible a partir de la rectificación del pensamiento greco-romano hecha por la fe y el pensamiento cristiano. Para Perón el cristianismo le dio a la persona aquello que los griegos solo habían logrado intuir: la conciencia plena de que poseía un alma inmortal y que creado a imagen y semejanza de Dios era por consecuencia un hombre libre. Es en ese sentido que Perón afirma el 9 de abril de 1949 delante de los más importante filósofos del mundo:

 

"La idea griega necesitaba para ser completada una nueva contemplación de la unidad humana desde un punto de vista más elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportación. El Estado griego alcanzó en Roma su cúspide. La ciudad, hecha imperio, convertida en mundo, transfigurada en forma de civilización, pudo cumplir históricamente todas las premisas filosóficas. Se basaba en el principio de clases, en el servicio de un todo y, lógicamente, en la indiferencia o el desconocimiento helénico de las razones últimas del individuo".

 

El cristianismo no será para Perón el opio de los pueblos sino la condición histórica necesaria para la liberación de los mismos.

 

El cristianismo es para Perón la condición necesaria y la base sustancial que hace posible la libertad del hombre y de los pueblos cualesquiera sean las circunstancias que al hombre o a los pueblos les toque vivir. El cristianismo es para Perón la sólida verdad que le permitirá al hombre, armado con ella, "desafiar cualquier mudanza" favorable o desfavorable.

 

El peronismo, antes de ser infectado por el neoliberalismo en la década de los 90 y por el progresismo en las primeras dos décadas del nuevo siglo, se planteó como una tercera posición superadora del liberalismo y del marxismo para la construcción de una comunidad organizada.

 

A setenta años de aquel memorable discurso de Perón en la Universidad de Cuyo, la Argentina es hoy una comunidad desorganizada, sin Dios, sin trabajo y sin justicia.

 

Publicado en Diario El Tribuno de Salta