Podemos buscar muchos culpables y vamos a encontrar muchos nombres que, porque se repiten, nos da a pensar que son ellos los responsables, culpables, del descalabro nacional.

Yo parto del principio de que nos encontramos ante un descalabro reiterado. Es sensiblemente parecido, casi idéntico, al de la década de plomo, los períodos de Cavallo, los Caputo, Sturzenegger. Cada uno de estos períodos terminó con fábricas cerradas, desempleo, hambre, saqueo e inseguridad por doquier.

 

Pero no son estos nombres los que ocasionan este daño a la república. Existe un sistema que atenta contra el bienestar general. Un modelo que prioriza la ganancia sobre la calidad de vida de las mayorías, el desarrollo de la Nación.

 

Automáticamente, al decir esto último te tildan de marxista, de financiar a los vagos y otras estupideces por el estilo. Pero si un Estado existe es por el bien común y no para la concentración oligárquica, para incentivar la desigualdad o la concentración de la riqueza en pocas manos.

 

Un Estado en manos de las corporaciones atenta contra el desarrollo de las mayorías, pero uno en manos de la oligarquía fantasea con la tiranía.

 

Es así. Y lo veremos más pronto que tarde en otras latitudes.

 

El sistema al que hago referencia es el sistema financiero. El gran cambio que produjo la dictadura militar del ’76 fue la sanción de la Ley de Entidades Financieras (LEF).

 

Esta Ley inició un proceso que no se detuvo más que en el 2001. Ya volveremos a esto.

 

La LEF produjo la proliferación de entidades bancarias privadas, que se vieron favorecidas por un proceso desregulatorio que le permitió otro tipo de manejo. La banca estatal, provinciales, nacionales y municipales (Banco Ciudad era de un municipio) perdieron en favor de la llamada “competencia”. Competencia que se traducía en la posibilidad de que inversores privados, nacionales y extranjeros, compraran baratas bancas públicas en todo el país, haciéndose del verdadero activo de estos bancos, las cuentas provinciales de sus empleados. Monopolios provinciales del manejo financiero.

 

A la vez, la LEF fortalece la independencia del Banco Central de la República Argentina respecto del Gobierno, al punto de “tener” que poner a su frente ejecutivos de la banca privada o de los fondos de inversión y nunca un Presidente del BCRA que entendiera la función productiva de la moneda.

 

En este contexto, y en una economía que comenzaba a popularizar su bimonetarismo, se introduce la maldición del sistema bancario desregulado (existen regulaciones de todo tipo, pero no se logran controles): La Bicicleta Financiera.

 

La metáfora de la Bicicleta es impropia. El modelo “entro-vendo-gano-compro-salgo” no tiene nada que ver con el noble vehículo. La idea de la cadena sinfín no explica como siempre ganan.

 

Yo lo veo más como un sube y baja, donde a ambos lados del juego se encuentran los bancos. De un lado tenés los pesos y del otro los dólares. Cuando uno sube, el otro baja y teniendo la posibilidad de controlar el flujo del tipo de cambio, es decir cuál es la oferta y la demanda, regulan las crisis del mercado. Los fondos de inversión, la banca privada, opera desde los dos lados del mostrador.

 

Nada de esto sería posible, o al menos sería más difícil, si no existiera un tercer factor en la economía argentina, el endeudamiento estatal en moneda extranjera.

 

El Estado Nacional es un demandante permanente de dólares por su restricción externa, es decir, porque le faltan dólares para pagar sus deudas. Incluso cuando se salió del FMI, todos recordaremos la frase de CFK aclarando que su gobierno había sido un “pagador serial”. La presión sobre las cuentas públicas es enorme.

 

Javier Milei está llevando esta situación a un límite insoportable, tanto hacia los acreedores internos como los externos, como ahora con el FMI. En este sentido es el continuador de las políticas de Mauricio Macri. Tiene los mismos “amos”.

 

Lo cierto es que el sistema financiero tiene permitido operar a la vez con dólares y con pesos, por lo que, disponiendo del Stock suficiente por tratarse de una economía bimonetaria, está habilitado por el BCRA que, recordemos, está manejado por sus empleados, para hacer subir o bajar una u otra moneda de acuerdo a su necesidad de ganancias.

 

El BCRA les garantiza utilidades de usurero que destruye la industria nacional, el empleo y al Estado. Y es que no definir el rol que tiene la banca en un país puede ser mortal. Literalmente. Porque el dinero tiene su propia lógica. La del atesoramiento infinito por el solo hecho.

 

¿Existen alternativas?

 

Por supuesto, solo hace falta revisar lo realizado por otras naciones. Recuperar lo que se pueda de lo que hemos construido antes. Pensar más en sistemas que en personas y a estas personas castigarlas por el mal que le han hecho al pueblo.

 

Tal vez haya que comenzar por algunos jueces.

 

Una reflexión sobre el 2001. En ese momento se vio claramente la irresponsabilidad del sistema bancario y yo imaginé, sin ninguna esperanza de que fuera a suceder, que se aprovechaba la oportunidad para absorber esa banca corrupta para el bien de la Patria. No hubo el coraje en la dirigencia o tal vez existió resistencia del sistema. (Años después, vimos cómo un R12 con un cartelito de “todos somos Vicentín” era capaz de resistir a un presidente)

 

Hoy estamos de vuelta en un escenario equivalente, aunque no tan grave como aquel año.

 

Cambiar el sistema requiere de mucho coraje y una dirigencia empresaria, política y sindical esclarecida que no veo.