El campo nacional y popular, el progresismo ampliado, el peronismo o, de última, el populismo, todas categorías por demás confusas, tienen un gran enemigo, la oligarquía.
En otra época, a la oligarquía, aquellos que detentan el control sobre la producción de riqueza, se los confundía con los terratenientes.
Pero claro, los tiempos cambian y si bien algunos conceptos coinciden, muchos se desplazaron en las categorías sociales.
Cuando Perón y Evita hablaban de la oligarquía era, evidentemente los ganaderos y grandes agricultores. Así se entiende la reforma agraria más grande de la historia nacional, dándole la titularidad de la tierra explotada a miles de pequeños chacareros que practicaban la producción en la granja mixta. Los “pules de siembra” no estaban en ningún horizonte.
La industria, además, era algo en construcción, pocos oligarcas podían provenir de la fabricación de bienes. Las grandes empresas eran del Estado, mixtas o cosa por el estilo.
El peronismo, con políticas acertadas, inicia el proceso de industrialización con sustitución de importaciones que todos conocemos. Pleno empleo, aumento de los ingresos, de los beneficios sociales para las mayorías, movilidad social ascendente son características de aquellos años de bonanza.
Es recién a partir de allí que se comienza a edificar una industria nacional. Sin embargo, estos industriales se transformarían en oligarcas muchos años después, con la llegada de la globalización.
Por supuesto que ante la firmeza con que el movimiento obrero se identificaba con el peronismo y el pueblo trabajador, en momentos que como dijimos, tenía un índice de desempleo muy bajo, los capitanes de la industria se enfrentan al peronismo, al sindicalismo y a los trabajadores. Es allí donde surge otra “camada” de oligarcas.
Muchos estudiosos se han dedicado a desentrañar porqué los industriales nacionales más importantes, los que arrastran al resto, no se constituyeron en la burguesía industrial que construyeron otras naciones, como Brasil, pero también las europeas o las norteamericanas.
Lo cierto es que llegamos aquí y una parte importante del empresariado prefiere ser asociado a la gran industria global, aunque solo sean la cola del león antes que la cabeza del ratón. Jauretche los hubiera vinculado con el “medio pelo” local.
Pero, además, 50 años de crisis institucional política, entre 1930, Golpe de Uriburu a Yrigoyen, y 1983, retorno a la Democracia, también dejaron sus secuelas. En dos sentidos. Por un lado, es tremendamente difícil planificar con gobiernos alternados que les obligan a las empresas un “stop and go” permanente. Pensemos en petróleo, medicamentos, automóviles, etc. (La única empresa que mantuvo una política durante esos años fue la exportadora de granos, sus dueños marcaron, desde los ministerios y las secretarías de agricultura ganadería y otros, la continuidad de las políticas. La oligarquía nunca abandonaba el timón). Por el otro la confusión político militar en la lectura geopolítica durante la Guerra Fría.
Aquellos 50 años a los que hago referencia se solaparon con los últimos 50 años de crisis productivo financiera que se iniciaron con el famoso Rodrigazo, por Celestino Rodrigo, ministro de Martínez de Perón, del 4 de junio de 1975. Justo 50 años.
Se lo oculta porque, justamente, implicó una devaluación del 180% y congelamiento de los salarios e implicó 15 años de inflaciones anuales superiores al 100%. Cualquier parecido con lo actual no es casualidad.
Estos últimos 50 años introdujeron en la Argentina, de la mano de los “Chicago boys” de Friedman, el modelo de financiarización de la producción. Mientras hasta ese entonces los industriales trataban de producir bienes, a partir de esta inestabilidad y descontrol de la banca y las finanzas, descontrol que se camuflaba entonces, como ahora, en la Libertad del Mercado, los industriales comenzaron a incorporar la unidad especulativa en sus hojas de flujo. A finales de los ’70 en las empresas fue más importante el Gerente Financiero que el de Producción. Y esto permaneció hasta hoy.
Entonces la oligarquía comenzó a surgir del sistema financiero que al mismo tiempo se internacionaliza. Gran mutación. Porque el oligarca ganadero tenía su patria en la tierra, aunque despreciara a sus habitantes sarmientinamente. Pero los actuales oligarcas no tienen tierra a la que referirse y su patria son asientos contables en Basilea (Busquen BIS Basilea y se darán cuenta de que hablamos y enfrentamos)
Ahora les surge un problema, la vieja oligarquía terrateniente estaba bien, pero no es más suficiente. Necesitaban algo más consistente y permanente.
Allí surge la opción de la Corte Suprema de Justicia de la Nación como gran veedor de las ventajas que los nuevos oligarcas necesitan para conservar sus privilegios.
Lo primero que hay que determinar es: ¿quién amenaza estos privilegios?
La amenaza es política, ya que no existiría poder dentro de la economía para oponerse a la oligarquía y esta amenaza política se concentra en dos actores, la izquierda que en la Argentina es residual y el peronismo. El gran poder que tiene el peronismo en este conflicto, es que tiene identificado al enemigo. La oligarquía está definida, como actor político desde hace más de 70 años y es sobre ella que Evita machacaba sistemáticamente en los cuarenta y, con otros nombres, capital golondrina, pules de siembra, la banca, Techint, Clarín y Arcor, el peronismo identifica a la oligarquía.
Paradoja: Hoy en los EEUU, cuando los norteamericanos se encontraron de frente con los oligarcas montados sobre el poder, arrancándoles todos los derechos a una velocidad de asesinos, el sustantivo Oligarca, tomó otra dimensión.
En la Argentina la oligarquía se montó sobre la Corte Suprema, nombrando los jueces a gusto y placer, habilitando todas las ilegalidades que se puedan para conservar y aumentar esa concentración de poder y respaldando este poder con una red de soporte conformado por los medios de comunicación, el sistema bancario y financiero e incluso el sistema represivo del estado. La ventaja de este sistema de control oligárquico, es que no tiene ataduras. No se fija en la dicotomía industria vs campo porque no le importan, ninguno de los dos. Como un dado, es polifacético y siempre cae en los mismos números.
La Justicia siempre operó en favor de los oligarcas, en 1810 y en 2025. Tal vez llegó el momento de meter mano en esta corrupta institución. Incluso, tal vez, haya que meter mano en esta podrida Constitución Nacional, que entrega ríos y pueblos, a la libre navegación de los capitales.