Este artículo es independiente de quien ganó el domingo. Los problemas son los mismos para todos los gobernantes en esta hermosa Salta.

 

Existen dos procesos de NO integración. 

 

El primero es el espontáneo. Una región se encuentra dispersa en su enorme extensión, con problemas de comunicación, caminos que desaparecen en verano, electricidad esporádica, hasta agua imbebible, este espacio crece paulatinamente al impulso de sus habitantes, quienes aprovechan, a veces más y otras menos, las propuestas de gobiernos espasmódicos. Desconocen las problemáticas de las otras regiones. Están desintegradas.

 

El segundo es el irresponsable. Este se da cuando a pesar de las cercanías geográficas, es decir cuando no existen excusas de infraestructura, la voluntad política de integrar las poblaciones, las actividades económicas o las culturales no aparecen. Es decir, a pesar de contar con facilidades no se las aprovecha para integrar las poblaciones. Así, los barrios de la ciudad no siguen ningún criterio, no se desarrollan de manera inteligente, coordinada. 

 

La integración solo se da cuando existe una voluntad explícita, económica y/o política para juntar las partes para que interactúen de manera inteligente. Esa voluntad explícita se expresa en la organización de un Plan Estratégico y se plasma cuando se definen las prioridades provinciales, regionales y locales a través de sus respectivos presupuestos.

 

El costo de no tener a la provincia integrada tiene dos facetas negativas. Por un lado cada región/ciudad está desprendida de la planificación, por lo que es en sí misma poco eficiente (cultural, social, política y económicamente) del otro lado, la desintegración impide organizar la colusión de fuerzas, la sinergia que permite que 2 + 2 sean más que 4.

 

Alguien en el próximo gobierno deberá estar pensando en este desafío. O Salta logra su integración o seguirá rodando como furgón de cola.