Cuando miramos el mapa social de nuestra Salta, tenemos que reconocer que está marcado por la desigualdad. La pobreza impacta sobre más de la mitad de nuestros coterráneos y no aparecen caminos claros para reducir esta pobreza. Las grandes ciudades concentran un pequeño núcleo social muy favorecido y tanto el campo como muchos barrios de las ciudades, nos muestran una pobreza que duele. Una pobreza extrema.

La reacción aparente es que tenemos que generar más riqueza y las dos respuestas, espontáneas casi, son producir más e incorporar valor a toda la producción.

 

La primera de las respuestas empuja la idea de que la minería y la producción agropecuaria deben expandirse. Los gobiernos, dicen, deben facilitar los recursos financieros y legales para que esto suceda.

 

La segunda habla de industrialización. De transformar una piedra en un producto terminado, una sal en una batería, una alubia en una lata de conservas y a todos nos parece oportuno.

 

Ninguna plantea la reducción de la desigualdad.

 

Más industrias extractivas o productivas generarán nuevos puestos de trabajo que le permitirán a esa población pobre incorporarse al mercado laboral y, si las normas laborales lo acompañan, mejorar su situación social. Esto es cierto y la desigualdad puede reducirse un poco. El problema es cuánto.

 

Los países que han reducido su desigualdad lo han hecho potenciando su capital humano.

 

La verdadera reducción de la pobreza, pero sobre todo de la desigualdad, que no es otra cosa que la concentración de la riqueza en pocas manos, solo se va a lograr invirtiendo lo suficiente para que en cada rincón de nuestra provincia el hijo de una comunidad o de un barrio reciba la formación necesaria para procesar no solo los productos de su tierra, sino insertarse en un planeta que demanda capacidades diferentes. Los niños que nacen hoy trabajarán en actividades que aún no conocemos, pero para que lo puedan hacer habrá que replantear la educación en la provincia.

 

Siempre la política más importante fue la educativa, solo que hoy casi no deberíamos hablar de otra cosa. No será rápido, pero creo que es la única discusión necesaria.