Muchas veces en América Latina se ha explicado en  qué consistió el denominado PLAN CONDOR, que en los años setenta comenzó a implementarse bajo expresas directivas de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), por mandato del entonces todopoderoso  RICHARD NIXON.

 

La tan proclamada democracia liberal establece reglas para su vigencia, siempre y cuando las elecciones se inclinen a favor de los candidatos propuestos por el establishment económico internacional, con la siempre vigente complicidad del cipayaje interno de los países dependientes.

 

Si en cambio los ciudadanos de determinado país, deciden otorgar el voto a un candidato distinto que no responda a sus intereses, se pone en práctica desde el primer día un plan desestabilizador para derrocar al intruso.

 

En la República de Chile por ejemplo, se proclamó ganador a SALVADOR ALLENDE, y en forma inmediata el entonces secretario de estado norteamericano, el alemán HEINZ ALFRED KISSINGER, luego nacionalizado como HENRY, declaró muy suelto de cuerpo: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”

 

A partir de allí se planificó el golpe y magnicidio del presidente socialista, y ese panorama se repetiría invariablemente en otros países de la región como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador, por entonces con la implementación de férreas dictaduras cívico-militares-eclesiásticas.

 

Ese sistema puesto en práctica con la clase económica dominante, incluyó secuestros, torturas, asesinatos, desaparición de personas, vuelos de la muerte, atentados, exilios y prisioneros políticos durante años, diezmando toda una generación de científicos, líderes sindicales, intelectuales, y militantes de diversas áreas.  

 

Los archivos desclasificados de los años noventa en adelante, evidenciaron y expusieron claramente el entramado de poder corrupto y perverso de los ejecutivos de empresas  multinacionales entregando listas de empleados para ser secuestrados y desaparecidos, y cómo se organizó desde los secuestros de adultos hasta el robo de niños.

 

Desde diversos ámbitos de organizaciones políticas y sociales se ha denunciado  en los últimos años, que ante la aparición de líderes nacionales de impronta antiimperialista, se ha puesto en práctica un Plan Cóndor II, ya no con asonadas de militares desclasados utilizados para masacrar a sus vecinos, sino con métodos más sutiles y difíciles de identificar, pero  bien delineados.

 

El primer eslabón lo constituyen las denominadas ONG´s de cualquier tipo, teóricamente defensoras de las libertades, la democracia, la justicia o la ciencia, pero que encubren cabeceras de playa del lavado de cerebros de las clases dirigentes, como la tan conocida RAP (Red de Acción Política), que financia viajes de entrenamiento de políticos con perfil de viajeros incansables a cuanto congreso se les pague.

 

El segundo peldaño es sin lugar a dudas la brutal organización periodística de desinformación, orquestada desde las posiciones hegemónicas televisivas, radiales y gráficas, que a base de repetición cansina y de hostigamiento, fabrican realidades a su medida y provocan confusión, reacción y apoyo inconsciente de una población con escasa conciencia de clase.

 

La cooptación de integrantes de poderes legislativos es la otra pata de la mesa de dominación estructural, para frenar en el ámbito de los congresos de cada País, los proyectos que desde ejecutivos fuertes, tildados insistentemente de tiranías, se proponen para cambiar los sistemas internos.

 

Y para el reaseguro de todo este potencial destructor, el poder dominante se asegura mantener a su disposición un poder judicial clasista, corrupto, dependiente y sumiso, bien pagado y listo para coartar bajo la lámina superficial de constitucionalidad, cualquier proceso de cambio.

 

Y de esta manera se puede apreciar la casi exacta copia de la situación en cada país, y las distintas reacciones programadas desde esos centros del poder real,  que se manejan en uno u otro sentido según sus propias conveniencias.

 

En Bolivia la OEA –al servicio de EEUU- se apresura a deslegitimar el poder electoral de EVO MORALES, y asume la presidencia una candidata opositora que obtuvo solamente el 4% de los votos, masacrando la población civil sin piedad y obligando al presidente constitucional al exilio.

 

Pero en CHILE, ECUADOR, PERU,  o COLOMBIA la OEA no emite opinión, y  se sostienen los regímenes adictos, permitiéndose todo tipo de crímenes y atropellos, para  limitar y diezmar las organizaciones populares, y mantener en el poder  a la oligarquía local para perpetuar sus negocios.

 

A más de cuatro décadas de los crímenes del primer PLAN CONDOR, sin que se haya todavía condenado con la energía  suficiente aquella masacre, se está reeditando la segunda parte de un proceso nefasto para los pueblos latinoamericanos que,  desde los golpes de estado con disfraz de liberación democrática se gestan para  que siga ocupando espacios vitales el neoliberalismo concentrador sin patria y sin límites.

 

Para enfrentar este cuadro de situación en la región, se impone sin demora, la implementación de medidas radicales imprescindibles, como la reedición de los acuerdos regionales en lo económico y la movilización activa y con la infraestructura material y logística necesaria de las organizaciones sociales en lo político para el avance de los cambios.

 

Al mismo tiempo se deberá  lograr la neutralización  y desarmado completo del aparato periodístico corrupto que bajo el tamiz de la libertad de prensa defiende intereses liberales de  las empresas, y  una reestructuración total del sistema judicial para poner en práctica la defensa de los intereses nacionales y populares.

 

La superstición de que el acto electoral por sí mismo provocará los cambios  necesarios para el bien de nuestras poblaciones postergadas y sometidas desde siempre,  es una ingenuidad intolerable.

 

Es la hora de la acción, es la hora del compromiso, es la hora de acabar de una vez y para siempre con el neoliberalismo en América Latina. Es la hora de los pueblos.