Asumió Massa como Ministro de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura. Manejó los tiempos con habilidad, a tal punto que la brecha cambiaria se acortó sensiblemente apenas se conoció su nombramiento. Primero renunció a la banca de diputado y a la Presidencia de la Cámara. Esto significa también renunciar a la línea de sucesión presidencial. Es como si quemara los barcos que permitían el regreso. No le queda más que ganar o perderse en el olvido.
Cuando asume la ex ministra Batakis, se disparó la brecha cambiaria y aumentó la inflación. ¿Por qué razón si sus lineamientos fueron similares a los de Massa? La razón es muy simple. Al cargo hay que vestirlo. Batakis, una desconocida, no despertaba confianza. El cargo por sí mismo no asegura nada. Massa es un político avezado y la comunidad lo sabía, por ello respondió favorablemente. En este momento de crisis terminal de nuestro país, la economía tiene que ir de la mano de la política y ésta tiene que tener sustento no solo de los propios sino también de los ajenos. Todos tenemos que acompañar. Los propios morigerando sus desencuentros y los ajenos, por lo menos no poniendo palos en la rueda.
Si Massa genera confianza, los productores y los que comercian dejarán de remarcar por las dudas la próxima remesa venga con aumentos. Y debemos tener confianza y apoyarlo, pues detrás de Massa viene el caos, la hiperinflación, el default y las protestas como las que destituyeron a de la Rúa.
Massa asegura un reordenamiento de los planes sociales, con supervisión de las universidades y la inserción de los beneficiaros de planes en el mundo del trabajo, con incentivos para quiénes los contraten. Ha prometido disminuir el gasto social, como una de las medidas para lograr bajar al 2.5 del PBI el déficit fiscal. La respuesta fue inmediata. Grabois está totalmente en contra y amenazó con retirar sus diputados de la coalición gobernante. Las medidas propuestas por Massa significan una disminución del costo del gasto social, pero también implican una pérdida de poder de los líderes piqueteros. La respuesta de ellos será sin duda cortar calles, dormir y cocinar en ellas con su consecuencia de que los trabajadores no podrán llegar a tiempo y perderán los incentivos por puntualidad. Si Massa se queda solo, pierde. Y con él perdemos todos.
Necesitamos soportar las consecuencias de los cortes y apoyar las medidas que se tomen para impedirlos, por lo menos desde las redes sociales. La batucada de los balcones y en las calles en contra del gobierno, deben transformarse en apoyo para medidas que serán sin duda dolorosas, pero necesarias.
Massa debe consensuar las medidas con todo el arco político, empresarial, sindical y por supuesto, las organizaciones sociales. Pero tiene una gran contra. Si es exitoso se transforma en un gran candidato a presidente. Ya hay voces que supeditan el apoyo, a su renuncia a presentarse como candidato en el 2023. Pero Cambiemos debe ayudar. Y si Massa crece ellos deben crecer mucho más con unidad y propuestas logradas con mucho conocimiento y sensatez. La apuesta es difícil para la oposición, pero, en cualquier supuesto, la ganadora es la Patria.
En España, en el pacto de La Moncloa, que permitió superar una inflación similar a la nuestra, los sindicatos socialistas y comunistas, representados por sus legisladores, se arriesgaron a prestar conformidad a un tope salarial. Este tope incluía un techo para los aumentos de precios y de servicios públicos. Lograron reducir a cero la inflación por muchos años, hasta que llegó Putin y dió vuelta al mundo.
Si la dirigencia sindical logra acotar los aumentos salariales, tendrán que aguantar la embestida de los sectores de la izquierda que criticaran y procurarán desplazar a los actuales conductores. Pero éstos deberán convencer a sus asociados de que este esfuerzo permitirá crecimiento, mayor trabajo y mejores salarios.
Si los empresarios persisten en aumentar precios, por si acaso, deben ser sancionados como ocurrió en España. Y los bancos, que la juntaron con pala, deben disminuir sus apetencias y procurar créditos accesibles para las pequeñas y medianas empresas. La inflación obligó a los usuarios de tarjetas a endeudarse, pero estas deudas no pueden ser pagadas si las financieras siguen agregando levadura a sus acreencias. Este problema y el de los planes de ahorro, deben ser encarados con urgencia por la nueva conducción económica.
Los argentinos tenemos ahorrados suficientes dólares, bajo el colchón, en las cajas de seguridad y algunos fuera del país, como único modo de ahorro. Si las metas propuestas por Massa son compartidas por la oposición y si se garantiza que los dólares no serán acorralados, saldrán a la luz, disminuyendo o terminando con la brecha cambiaria qué, con la impresión desmedida de billetes, empeora la inflación.
Las metas propuestas por Massa, sintéticamente son:
- reducir el déficit fiscal,
- asegurar superávit comercial, .
- fortalecer reservas,
- atacar la inflación y
- buscar el desarrollo con inclusión social.
Aunque todavía no sabemos cómo lo lograra, estos objetivos son dignos de apoyo. La primera medida tomada es de no emitir moneda por lo menos hasta fin de año. Esto debería descomprimir la inflación. Es altamente positiva.
Argentina está enferma de desesperanza. Dejó de creer en la Justicia, en los partidos políticos y en la honestidad de sus funcionarios. La cura no está en manos de Massa. Si es exitoso nos permitirá sacar la nariz fuera del agua para continuar respirando. Pero es la Justicia en la que no creemos, la que nos debe devolver la fe. No puede ser posible que camioneros cerque una ciudad para que liberen a algunos de sus directivos. O que impida desarrollar sus actividades exigiendo favores especiales o una afiliación compulsiva. O que obligue, en caso de venta de los activos, a que el comprador indemnice al personal y luego los vuelva a tomar con la misma antigüedad. La justicia no puede permitir que los reclamos sociales o económicos se transformen en medidas extorsivas.
Los partidos políticos deben cumplir con las obligaciones que les marca la Constitución y la ley. Hoy son cuevas sin disensos ni consensos, lideradas por grupos corporativos. No tienen equipos de estudio. No tienen conocimiento y mucho menos, creatividad.
El Parlamento debe disminuir sus costos operativos. Son mucho más altos que los de las grandes naciones. No puede ser que un senador tenga cincuenta asesores. Más que una burla de la clase política, parece una burla del destino. Deben poner en alto la grandeza de la Patria antes que sus apetencias personales o electorales.
Imitemos el compromiso de las maestras y maestros que todavía creen en la sacralidad de su magisterio, impartiendo conocimiento y normas morales y éticas. Y a los que llevan adelante los comedores comunitarios, con absoluto desinterés.
Hay un ligero crecimiento de la economía y del empleo. Pero Argentina sigue empantanada. Depende de todos empujar al mismo tiempo y en la misma dirección para que comience a andar nuevamente. No lo hagamos por los Fernández, o contra los Fernández. Lo hagamos por nosotros, por nuestra sangre, por nuestra descendencia.