En las reuniones entre militantes una reflexión se repite; ¿cómo enfrentamos al discurso de los medios hegemónicos?

 

Militar en este contexto es sumamente complicado. No solo la versión publicada es falaz y hasta fantasiosa, sino que es apabullante en cuanto a volumen y densidad.

 

Los medios se defienden diciendo que el peronismo siempre le echa la culpa a la prensa, que se quiere coartar la libertad de expresión y de prensa. Pero la verdad es que no podemos confundir a instrumentos de comunicación política con LA prensa. 

 

Desde hace muchísimo tiempo los medios han jugado su rol político sin mucho disimulo. Una de las películas más famosa de la historia del cine, Ciudadano Kane (Orson Wells, 1941), se basó en la vida de William Randolph Hearst, un magnate de los medios que se ocupó de construir un imperio de comunicación en los EEUU influyendo en la vida política norte americana.

 

Y acá, en la Argentina, no es diferente. La Gazeta de Moreno es un diario ideológico y comprometido y La Nación nace como un diario “doctrinario” de la mano de Bartolomé Mitre. Marcaron, con La Prensa y otros a una sociedad hasta fines del S.XX, Desde principios del S.XX el diario Crítica, de Natalio Botana, con sus tres ediciones diarias, reguló el andar político y tuvo un papel muy importante en la información que llegaba durante la Primera Guerra Mundial. Es decir que hay que entender que los medios gráficos primero, radiofónicos y televisivos después, llegando hoy a las Redes Sociales, han jugado un rol protagónico en la política. 

 

Ahí es donde tenemos que aportar, desde la militancia, una lectura crítica de la información circulante. Para lo cual hay que formarse.

 

El primer problema de los militantes es su propia preparación ante la masa de noticias coordinadas. Muchas veces parece que la o el actor político se encuentra en una playa donde le cae una tremenda ola y se pretende que salga seco de la marejada. Es imposible. Solo su capacitación le permite sacar su toalla de razonamiento y separar la paja del trigo de los mensajes. 

 

Pero es peor, porque la o el militante va al terreno con sus únicas herramientas, la empatía y el amor. Y la realidad lo recibe con una población absolutamente inmersa en ese discurso coordinado. Empapada de sarasa. 

 

El otro día me llegó una foto composición con muchas de las caritas de los “periodistas” del grupo hegemónico y hay que reconocer que son muchísimas. Muchos ojos, bocas, peinados, sonidos repitiendo, a veces con una simetría estudiada al milímetro, un discurso homogéneo. Y a esto es difícil responder.

 

Existen momentos, como la 125, donde la oleada de mensajes (no información) se hace más violenta. Más penetrante. El Juez Bonadío y sus citaciones fueron amplificadas hasta lo indecible. Sobre el yunque ponen al cerebro de todos nosotros y nos dan con mensajes sobre mensajes.

 

Hoy le toca a los juicios por obra pública contra CFK y lo ejecutan con una intensidad sorprendente. 

 

Los mensajes sobre los Planes Sociales tienen una permanencia de décadas y esto termina afectando al más pintado.

 

Y ante esto ¿Cómo actuamos? ¿Cómo logramos influir en personas que no perciben su propia realidad, de tanta mentira inoculada? ¿Cómo enfrentamos esa masividad absoluta?

 

Quien tenga una respuesta eficaz, que por favor la transmita porque no hay tiempo para orgullos vanos.

 

Mientras tanto les militantes tienen, tenemos (el desafío es de todos los que leyendo estos artículos se siente interpelado a dar batalla cultural), algunas armas muy valiosas:

 

La información. Hay que equiparse de datos, historias, conceptos veraces y oportunos. Adaptados a la realidad que se discuta

 

El contacto real. Llegar hasta el interlocutor de manera verdadera, en el territorio y abrazar, mirarse a los ojos y ser veraz, da ventajas cualitativas que solo el militante tiene. Nunca un periodista lo logra vencer.

 

Lo dicho antes, la empatía. Ante una situación que el militante quiere cambiar, por una familia que la está pasando mal, abre un resquicio para sembrar sentido comunitario en esa persona. Pero hay que alimentarla con datos fuertes, información no mensajes vacíos. Hay que empoderar bien al interlocutor.

 

El amor, para enfrentar al odio con datos y corazón. Parece ingenuo, pero es esto lo que todo militante tiene para entregar.

 

Conclusión, al enorme esfuerzo que las compañeras y compañeros realizan cada día, es imprescindible agregarle formación. “Templar el alma” con esos elementos que no evitan que la ola de porquería te moje, pero que te va a permitir salir igual que como entraste y porque no, fortalecido.

 

Las organizaciones tienen la obligación de canalizar este trabajo.